Empate caliente. Un partidazo, con todos los ingredientes que le dan sabor al fútbol: goles, pierna fuerte, emociones, polémicas. Un punto por bando. Y los dos equipos llenos de bronca y desazón. Por el lado de Nacional, porque fue superior en lo futbolístico y, sin embargo, no pudo plasmarlo en la red. Desde la óptica de Wanderers, porque llegó a darlo vuelta, tuvo el triunfo entre sus manos y se le escapó en los descuentos.  

Otro muy buen primer tiempo del tricolor con intensidad, asumiendo el protagonismo, manejando el balón, ofendiendo por las dos bandas con profundidad y generando repetidas acciones de peligro –en total, siete situaciones de gol-. Es evidente que nuevamente no estuvo fino en la definición. Falló en el puntillazo final. La falta de puntería y las notables intervenciones del arquero Ignacio De Arruabarrena fueron las razones del cero parcial.

El tricolor, en su mejor producción del torneo, salió a todo o nada en el complemento. Con presión alta, ejercida por la dupla Yonathan Rodríguez-Felipe Carballo, quebró en dos al local y lo acorraló sobre su propio arco. Fue incesante en ataque, razón por la cual el gol se veía venir… Y llegó por intermedio del colombiano Alex Castro, quien definió acertadamente, con un zurdazo cruzado.

En ventaja, no decayó su intensidad y siguió buscando en ofensiva, pero la falta de puntería, la mala fortuna (sendos remates de Manuel Monzeglio impactaron en el vertical y en el horizontal) y las atajadas de De Arruabarrena se lo impidieron. El dueño de casa, cuando nada hacía suponerlo, en dos zarpazos dio vuelta el scorer, gracias a los tantos de Hernán Rivero y de Diego Hernández, autor de un auténtico golazo.

Hasta que se desató la gresca entre los jugadores de ambos equipos por el festejo de gol de Diego Hernández de cara a la parcialidad visitante. Clima enrarecido, juego detenido por varios minutos, y nada menos que tres tarjetas rojas. Los bohemios acariciaban el triunfo, pero, con toda la furia, arremetió el tricolor en los minutos de descuento, cumpliendo con el refrán del río revuelto. Franco Fagúndez se encontró con el balón boyando dentro del área rival y lo mandó al fondo del arco para, así, decretar el gol de la igualdad definitiva de un conjunto albo que mostró un valor importante: enjundia.