“Vámonos, derrotando afrentas”
Blatter no estaba en la reunión.
Estaban sí Grondona, Figueredo y el suizo presidente del tribunal.
Es muy probable que en algún momento Grondona haya dicho, excusándose ante los uruguayos: “cuando se lo hicieron a Diego yo no pude hacer nada”. Todavía lo recuerdo diciéndole a la prensa en 1994, “yo no pude hacer nada”.
A Maradona le habían aplicado el doble rasero habitual de la FIFA (hábito de Torquemada, intocables los de arriba, fuego al que viene de abajo).
Todos los que están en el juego saben que aquella orwellliana conferencia de prensa con que la FIFA escenificó la expulsión de Maradona del Mundial de Estados Unidos como si fuese la Asamblea de las Naciones Unidas anunciando la paz definitiva en el mundo, fue otra terrible farsa.
Ahora expulsan del Mundial de Brasil a Luis Suárez, le “cortan las piernas” a otro verdadera crack máximo del mundo, impunemente, con otra farsa televisiva como aquella.
No porque Maradona no se haya dopado para mejorar su rendimiento. No se sabe, no se puede asegurar, ni de él ni de ningún deportista, de ninguna persona, en ninguna circunstancia, en ninguna competencia de este mundo. Ya que es lógico pensar (pongámoslo así) que la droga está diez años por delante del antidoping (el doping paga más). Sino porque sí se sabe, y se puede asegurar, que para mejorar su rendimiento deportivo no se drogó con efedrina. Se puede demostrar que la FIFA aplicó su infame doble rasero, cuando en otra instancia de ese mismo Mundial por “positivos” similares, a otros dos futbolistas, uno de ellos brasileño, ni siquiera los amonestó y en el Mundial 86, a un español lo suspendió por un partido.
El mismo infame doble rasero con que hoy juzga de oficio a Luis Suárez cuando a decenas de infractores más graves que él, en este mismo Mundial, en otras incidencias no cobradas por los jueces, ni siquiera les abrió expediente.
Pero el show de este Mundial como de aquel, lo que le hizo y le hace ganar la televisión (negocio supremo del mismo), fue precisamente la sustancia hallada en la orina de Diego entonces y la manija desmelenada de las corporaciones mediáticas ahora, especialmente las inglesas, en venganza por la actuación de Luis eliminándolos de la Copa.
Si le hubieran impedido a Hemingway seguir escribiendo después del desarrollo de París era una fiesta, todos hubiésemos sabido, con leer los primeros capítulos, que nos habían robado el final de su mejor novela. Hoy Suárez estaba en su mejor Mundial, pero ¡son tantas las afrentas de la FIFA que debemos derrotar junto a ésta!
DE OFICIO TODOS O NINGUNO
“Si yo fuera de la familia de la FIFA, preferiría ser huérfano”, escribió Maradona en el Twitter “DeOficioTodosoNinguno”. Lo vivió en carne propia, pero Uruguay también lo vivió, siempre, incluso en el más reciente Mundial pasado en que descolló
Uruguay había asumido su condición de inferioridad manifiesta como mercado y aprendido a diferenciar los ámbitos donde protestar le era, además de lícito, útil al fútbol. Ya sabía en cuáles partidos de un Mundial tendría que remar el doble. El de Sudáfrica no fue la excepción.
En Sudáfrica no nos “cocinaron” sólo a nosotros. A Paraguay lo perjudicaron a favor de España, que luego fue tan superior a Holanda y a Alemania en final y semifinal, que ni pegando todo lo que les dejaron pegar a holandeses y alemanes –en todos los partidos– le pudieron quitar el título a España.
El gol que se “comió” Larrionda en Alemania-Inglaterra y el orsai de Argentina no cobrado contra México, fueron errores puntuales, no fueron partidos flechados. Pero a Uruguay y a Paraguay los “cocinaron mismo”. Y al otro que quisieron perjudicar, en parte, fue a Estados Unidos. Querían evitar el cruce prematuro entre Inglaterra y Alemania. No es ninguna teoría de la conspiración. Al contrario. El fútbol es una alegoría de un mundo justo y la FIFA de su contrario. Antes era todavía peor: que un golero de Chile simulara una lesión en un partido ante Brasil alcanzó para suspender a Chile durante años de toda competencia internacional de fútbol, incluido el Mundial del 94, y al arquero Rojas por toda su vida. Pero que los hooligans ingleses hayan asesinado a cientos de personas en los estadios fue un buen argumento para ponerlos de cabeza de serie en el Mundial de Italia 90.
Desde que el fútbol es negocio, La FIFA tiene flechada la cancha en el mismo sentido de la economía internacional, y en el sentido político de la cantidad de votos por continente que definen la Presidencia de la multinacional. ¿Cuánto incide para defender sus intereses en los Mundiales? Lo que puede. Porque si dieran un batacazo, por ejemplo, Uruguay y Paraguay juntos o Uruguay y Costa Rica juntos, tipos que pusieron fortunas se tendrían que pegar un tiro o aceptar su ruina con resignación.
Ya perdieron el interés mayor de cien millones de potenciales telespectadores buenos consumidores porque Uruguay mandó a casa a Inglaterra primero y enseguida a Italia.
Todos en el medio del fútbol saben que países que no aportan turistas ni dinero, que no venden (por lo tanto no anuncian) y que prácticamente no compran, no deben jugar la final de la Copa del Mundo en tiempos en que los Mundiales de fútbol son la mayor superproducción de la cultura universal. Inglaterra, Holanda, Alemania, son otra cosa. España todavía. Argentina todavía, pero tampoco. La mataron varias veces y si este campeonato se lo dieron en bandeja desde el sorteo de las manos mágicas, es porque tienen que cuidar al vicepresidente Grondona, en una serie de correlaciones de fuerza muy delicadas.
“Yo no pude hacer nada” dijo Grondona en el 94 y en el 78, cuando Lacoste, el otro brazo derecho del dictador Emilio Massera en el fútbol (también Vicepresidente de FIFA) encubría la desaparición de treinta mil argentinos y las torturas en la ESMA a pocos metros del Monumental de Núñez.
PARA UN PRONTUARIO DE LA FIFA
La serie clasificatoria de Uruguay en Sudáfrica era para Francia y para el local (y hasta entró México, porque Uruguay frenó a Francia, que llegaba candidata, multiplicándole la presión que ya traía). Contra Sudáfrica, durante los veinte primeros minutos del segundo tiempo, el juez trató a Uruguay como a lo que realmente es, un país que no le conviene al mercado global y a Sudáfrica como a lo que en ese momento era: el locatario, pero cuando vio que no tenía arreglo la dejó ir. Ya había cumplido. El alemán que le arbitró a Corea cumplió del mimo modo. Uruguay jugó cinco goles por encima de Sudáfrica, por eso le ganó por tres, y jugó tres por encima de Corea, por eso le ganó por uno. No estuvo dos goles arriba de Ghana y éste era el locatario y era la carta de Blatter y son 25 millones de habitantes en el país más futbolero de África (que no quiere decir mucho, porque sobran los dedos de las manos para contar los países con gran cultura futbolística, entre ellos está Uruguay y tampoco está Inglaterra, como lo demostraron sus protestas ignorantes por la mano de Suárez, cuando lo único antirreglamentario y antideportivo que hubo en ese final fue lo que originó la jugada, un tiro libre a favor de Ghana por una infracción que no existió).
Pero con Holanda la consigna del mercado fue “vivo o muerto”. Nos “mataban” de cualquier manera. Nos “cocinó” un uzbeko y nunca vamos a arbitrarle a Uzbekistán la semifinal de un Mundial. Era el “sicario” perfecto.
Por la mitad de lo que, mientras fueron cero a cero, pegó el holandés que golpeó también en la jugada del primer gol en la semifinal de Sudáfrica 2010, echaron al uruguayo Batista en el primer minuto en México 86. En el primer tiempo de la semifinal, a Uruguay le cobraron tres orsai que no fueron tales y eran medio gol, Holanda pasó a ganar en el segundo tiempo con un gol en orsai y sobre el final hubo un claro penal no cobrado, por mano intencional de un holandés en su área.
Nada, no fue nada comparado con México 70, donde nos hicieron bajar a Guadalajara, donde estaba Brasil, cuando por calendario prefijado tenía que subir Brasil al Azteca donde nos habíamos adaptado. Menos aún comparado con Inglaterra 66.
Antes del partido Uruguay-Inglaterra que inauguró el mundial de Wembley en 1966, Isabel de Inglaterra saludó a los futbolistas y Ladislao Mazurkiewickz, que no era monárquico, le dijo alguna cosa un poco fuerte que no reveló en detalle a la prensa. Pero el único mensaje que por carecer totalmente de ideología escapa a la defensa del reyentismo, fue el del capitán de la selección argentina, Osvaldo Rattín, cuando en ese mismo campeonato un juez alemán le “robó” a su equipo el partido eliminatorio a favor de Inglaterra (mientras uno inglés le “robaba” a Uruguay a favor de Alemania). Rattín fue expulsado y al salir de la cancha le enseñó con gestos ostensibles al palco de Isabel, tomándoselo entre las manos, el “paquete genital”. Aquel mensaje gestual de Rattín (que además era el 5 de Boca Juniors) no fue más sexista que la vida de Carlos de Gales pero acaso resultará más célebre, cuando pasen los años.
“VÁMONOS…”
Figueredo, que de mordidas puede saber bastante más que Suárez, debe haber dicho que lo de Luis no fue ni un mordisco, debería haberlo dicho. Que no causó más que una marca por unos minutos mientras que a él, de un codazo, Chiellini le dejó a Suárez el ojo sin que pudiese abrirlo al día siguiente. Debe haber dicho (debería) que una expulsión era un riesgo de una jugada de infracción que no quebró a nadie (leal), como fue infracción la mano de Suárez ante Ghana, leyendo perfectamente aquel partido para darle a la celeste la única oportunidad de ganar que le quedaba, como la provocación de Materazi a Zizzou. Las infracciones son parte del juego y la celeste las ha sufrido acaso como nadie y las ha revertido. Debería haber advertido especialmente esto, que en este país tenemos coraje y fútbol para revertir cualquier sanción, por injusta que sea.
No sé lo que resolverá la Asociación Uruguaya de fútbol, si seguirla peleando allá o retirarse de este Copa fraudulenta, pero en cualquier caso, salga Uruguay a la cancha ante Colombia para seguir de largo sobre las infamias de la FIFA o salga antes de Fortaleza con la frente en alto.
“Vámonos, derrotando afrentas”.
¿Quién lo dijo?
Nadie.
Quien lo dijo era nadie en esa reunión, pero cuando de quienes resolvieron la sanción a Luis Suárez la historia no se acuerde siquiera de sus nombres, de quien lo dijo vamos a seguir llevando su cara en todas las remeras.