“Una maravillosa experiencia llamada NBA”
Son las 12 del mediodía en la ciudad de Nueva York. La temperatura ronda los 10 grados, pero con la brisa y el viento parece bastante menos. Las puertas del Madison Square Garden se abren...
Escribe: Matías Kantor.
Son las 12 del mediodía en la ciudad de Nueva York. La temperatura ronda los 10 grados, pero con la brisa y el viento parece bastante menos. Las puertas del Madison Square Garden se abren para los fanáticos de los Knicks, quienes con sus remeras, gorros, y camperas, pintan el entorno en distintos tonos de azul y naranja. Un rato antes, la prensa ya podía ingresar. Con acreditación en mano, y con un previo “disfruten del juego” del encargado de prensa, nos dirigimos rumbo a las escaleras que desembocarían en las gradas del mítico estadio.
“El acceso a la cancha es por ese sector”, nos dijo una simpática mujer del staff del MSG. Y allí fuimos. Puerta por aquí, pasillo por allá, y ahi estaba, “el estadio más famoso del mundo”, tal como lo autodenominan los neoyorquinos. Vacío y oscuro en las gradas, pero poblado de jugadores entrenando, acompañados de una iluminación digna de una película de Hollywood. El pique de las pelotas retumbaba sin cesar y el sonido de las redes en cada tiro convertido, era música para nuestros oídos. Pocos escalones más nos llevaron al mismísimo parquet, casi daba pena pisarlo de lo mucho que brillaba. Allí estaban, las superestrellas que día a día vemos por la televisión, pero ahora, a centímetros de distancia.
El reloj de los tableros marca cuantos minutos restan por empezar el partido, y cada segundo se respeta con un cronograma pautado por la NBA, que tanto los equipos y jugadores, cumplen a la perfección. No hay detalle que no esté cuidado, no hay detalle que no esté logrado. De a poco los jugadores comienzan a ir a los vestuarios para la última charla técnica, mientras que la prensa empieza a colocarse en los lugares designados. Una excelente ubicación nos esperaba junto a diferentes colegas locales e internacionales en la sección 215.
Presentación olímpica, himno nacional de los Estados Unidos, y pelota al aire, comienza el juego. Los acordes del piano en vivo tocado por el gran Ray Castoldi, más conocido como el “fantasma del Garden”, erizan la piel a quienes seguimos la NBA desde muy pequeños. Show de bailarinas, regalos de camisetas, y hasta juegos para los fanáticos en la cancha por 30.000 dolares, hacen del evento algo más que un partido de basketball. Tampoco faltó el romántico que propuso casamiento a su novia a la vista de los casi 20.000 personas en la pantalla extra gigante. La repuesta fue “si, quiero” y el estadio se vino abajo de aplausos como si el partido recién hubiese terminado con un doble en la hora para los locales. Cantantes, actores, comediantes, las primeras filas del estadio parecen de una ceremonia de premios de la Academia. Todos quieren ser parte del espectáculo.
El partido en sí y el resultado fue anecdótico, ninguno de los dos dependían del score final para su futuro en la liga. Había culminado la temporada regular. Los Knicks ya eran quintos en el Este, mientras que los Pacers, ya eliminados de postemporada, comenzaban sus vacaciones. Era tiempo de las declaraciones en zona de prensa y vestuarios. Los entrenadores, obligados a participar de una mini conferencia, intentan analizar lo ocurrido hace minutos en la cancha. Mientras tanto, las puertas del vestuario, también abren a los periodistas.
Los jugadores, recién salidos de las duchas, reciben a la prensa en sus respectivos casilleros y responden gentilmente a cada consulta. Ya son casi las 16:35 hs, y comienza nuestra retirada de una de las experiencias más enriquecedoras que nos haya tocado vivir. El agradecimiento infinito a la NBA por habernos permitido vivirlo con nuestros propios ojos, y por qué no, con nuestros propios corazones. ¡Hasta la próxima!