Un centenario complejo
Nunca creí que el alma de los hechos tuviera demasiado que ver con las fechas, más que como pretextos para conmemoraciones que mejor valdría fuesen cotidianas y a veces no pueden serlo, pero 1913 como año de inscripción de Peñarol con el nombre Peñarol -con Presidente inglés y todo- (si no de su fundación, como sostienen, entre otros, dirigentes e hinchas del Club Nacional de Football), acaso merecería el reconocimiento -y el homenaje- de los sucesores del Central Uruguay Railway Cricket Club y de algunos que no nos sentimos identificados con él.
2013 es el centenario de una asamblea gremial proletaria industrial que decidió inscribir o fundar o cambiar de nombre o reflotar a un club de fútbol. Hubo otros casos similares (el Fernández Vial de Chile, por ejemplo, poco después, Canillitas, no industrial, entre otros), pero ninguno de esos otros clubes alcanzaron la notoriedad de Peñarol.
El pasado depende de la dosis de presente que le demos. Podemos darle mucha, podemos darle poca y hasta podemos no darle ninguna. No es que Peñarol elija darle todo el presente a la crucífera bandera británica de la empresa fundadora del CURCC en 1891 y nada al 13. Es que en los años 90 del siglo pasado, hubo una exitosísima operación política iniciada por el doctor Enrique Tarigo (dirigente de Nacional) que marcó y fijó en el tema del decanato, la agenda de la competencia retórica entre los intelectuales de los dos más populares clubes de Uruguay.
¿Cuál es el mérito de ser más viejo? En sí mismo, ninguno. Más viejo que Peñarol y que Nacional es el real oficio de la santa inquisición y ¿qué mérito tiene?… pero si hoy Peñarol homenajeara institucionalmente a aquellos rebeldes por aquella asamblea, aunque más no fuese con el pretexto del centenario, estaría “cediendo” en la agenda que los dirigentes del más reciente relato marcaron (digo “del más reciente relato” porque basta leer los libros antiguos al respecto, para entender que no son iguales el relato del primer batllismo al del segundo ni, bastante menos, al de los 90, tampoco en este tópico).
Sin embargo, de no haber ocurrido aquella rebelión de 1913 (aún dejando de lado el carácter gremial y de clase) contra el cierre del CURCC declarado por la empresa británica, hoy de éste no recordaríamos popularmente mucho más que del Dublín o del Bristol. Es decir: no mucho más que casi nada.
Lo mismo que del Albion si no lo hubieran reflotado tras un período de inactividad, o de River Plate si Olimpia y Capurro no se hubiesen fusionado para homenajearlo. Albion, CURCC y River Plate serían meramente tres glorias de la historia más remota de nuestro fútbol, recordados por especialistas y diletantes.
Para Peñarol -e incluso para la memoria del CURCC- 1913 señaló otro destino en el corazón de gran parte del pueblo.
La Operación Decanato le dio a Nacional un éxito de agenda, a la vez que no le acomplejó ninguna de sus prendas; entre las más valiosas, su indiscutible aporte más que fermental a la irrupción ecuménica gloriosa de la Selección Uruguaya, sus vindicaciones artiguistas y celestes… A Peñarol le simplificó el pasado en los homenajes del presente.
La perspectiva histórica es todo lo contrario del pasado. No depende de la dosis de presente que le demos, porque la historia es bastante más compleja que un simple tema de agenda.