Ubiña del Cerro al Olimpo
Luis “Peta” Ubiña vivía en una casa espaciosa, confortable, cálida, cargada de recuerdos de viajes por el mundo. Había un plato, un llavero y una copa por cada lugar del mundo que visitó con Nacional y con la Selección. Apenas si le alcanzaban las paredes, los estantes, las vitrinas de siete u ocho habitaciones de doscientos metros cuadrados de edificación, para sostener o guardar las fotos, los instantes, los amigos, los países… Pero Peta sabía que su lugar en este mundo era uno solo: el Cerro.
El mundo se lo había dejado a la mala de Dios, pero él no quiso nunca mudarse de barrio, perder el lugar donde encontrarse con Juan Mujica, con el Cabeza Puente, con Ramón Cantou, con Willian Martínez, con Sabatell, Durán y Cajías, con el muelle del SOYP donde empezó a jugar al fútbol y con la fundición…
–Cuando fui al Mundial de Inglaterra yo trabajaba ocho horas en una fundición; hacíamos los contrapesos para los ascensores de OTIS. De ahí me iba a la cancha de Rampla a entrenar con el Hugo Bagnulo. ¿Sabe lo que es trabajar ocho horas y que encima después lo agarre el Hugo? Quedaba muerto. Y en Rampla llegamos a estar seis meses sin cobrar. Después del Mundial pasé a Nacional. Dejé la fundición donde ganaba cien pesos y en Nacional pasé a ganar trescientos. El Gallego Añón, que era dueño de CUTSA y dirigente de Nacional tuvo una reunión con Carrere Sapriza que era el Presidente de Rampla y le dijo que él arreglaba el sueldo conmigo y la dejaron por esa. Pero yo fui a pedirle el porcentaje a Sapriza, porque yo estaba en la Mutual y no me quería decir cuánto agarró. Una tarde me llama el tesorero, un tal Vieytes, el Ñato Vieytes que jugaba conmigo en el cuadro del SOYP y me dice: “si pedís el porcentaje no sale el pase”. “Y que no salga –le digo–, me quedo en Rampla”. “Pero a nosotros nos sirve –dice y me lleva de nuevo a la sede y le dice a Sapriza–: Ubiña no renuncia al porcentaje”. “¿Ah, no? –dice Sapriza– el pase no se hace”. “Y bueno –digo y me voy–”… Pero a la salida me dice Vieytez: “Vos estás construyendo… ¿si te damos materiales por el porcentaje?”. “Está bien. Haceme el frente de la casa y arreglado”. Y entonces, fijate con qué me sale: “Pero mirá, Luis, que no se usa más la pared. Plantá grateos, se recortan bien y se pone una cadenita pintada de blanco. Están de moda las enredaderas. Plantá una en cada punta y te cubre bien el frente. Pero hacelas pasar sobre las ventanitas…”. “Andá… –le digo–”. Total que me dieron veintiseis bolsas de portland por un lado y unos pesos locos por el otro. Tardé nueve años en terminar de construir esta casa. Pero empecé a vivir del fútbol que en Rampla era imposible. Una noche Sapriza nos había reunido en la sede para prometernos que a la semana siguiente iba a pagar los sueldos, porque amenazamos con no jugar ese fin de semana y estaba el masajista, ‘Ajito’ Messone, recostado a la pared, al lado de la puerta. “Yo les juro por esta luz que nos alumbra que la semana que viene cobran”, nos dijo Sapriza y en eso el ‘Ajito’ tocó el interruptor y quedamos a oscuras.
EL VICECAMPEONATO DEL 64
El Hugo Bagnulo le hacía afilar con escofina las cabezas de clavo de los tapones de los zapatos por si había que bajar la plancha. Ubiña era un jugador recio y más allá de alguna indicación técnica, bien intencionado, en un equipo de grandes jugadores. Ubiña jugó con William Martínez, con Leonidas Brazionis, con Pedro Rodríguez… Incluso cuando fue a practicar a la cuarta de Rampla –llevado por el Coco Sánchez–, Ubiña era centrodelantero y debutó en ese puesto en Primera, dirigido por Bagnulo, en 1962. La línea de “forwars” era Domingo Pérez, el argentino Ángel Labruna, Ubiña, Oscar Omar Míguez y Félix Pérez (“el hermano de Domingo Pérez, que era mejor que Domingo”, dice el Peta).
–Al tiempo vino un partido con Cerro y el Hugo me dijo que me iba a poner de 4 para marcar al Loco Pintos, un puntero izquierdo que no podía descuidar porque gordito y todo le metía un gol a cualquier cuadro. No anduve mal. Incluso ganamos y ahí seguí, de 4.
Pero en ese equipo, el Peta llegó a jugar de golero y en un partido decisivo. En 1964 Rampla salió Vicecampeón. La última fecha le tocó con Defensor en el Franzini. Iban dos a dos (“y encima William Martínez erró un penal y expulsaron al “Loco” –Ruben Navarro, el golero de Rampla–). Entonces Hugo Bagnulo le dijo a Ubiña. “Pedile el buzo al trastornado ese” (le había dado un piñazo a Ronald Langón ante la mirada del juez Julio Paterlini). El Peta fue, le pidió el buzo a Navarro y se lo llevó a Bagnulo. “Poneteló y andá al arco” le dijo Bagnulo a Peta. Ubiña pasó de golero a los dos minutos del segundo tiempo.
–Esos cuarenta y cinco minutos no terminaban nunca. Pero tuvimos una reacción increíble y terminamos ganando cuatro a dos (convirtieron Olvaldo Vega a los 70’ y Horacio Franco a los 82’) ante el Defensor de Climaco Rodríguez, de Esteban Álvarez… un gran cuadro que en su cancha era muy difícil. Esa misma tarde Cerro jugó con Fénix en el Capurro y perdió. La caravana de Rampla era de unas veinte cuadras, ómnibus, camiones, autos, camionetas, bicicletas, motos. Cuando va la mitad de la caravana doblando la curva de Tabárez, se apagaron todas las luces y no quedó un vidrio sano de los autos, los camiones… rompieron todo a pedradas. Era la gran rivalidad que había. Los muchachos de Cerro estaban doloridos porque nosotros salimos vicecampeones.
Al año siguiente salimos de gira por América y en Panamá a Horacio Franco le obsequiaron tres botellas de Caballito Blanco. Pero no tomaba, las iba a traer de regalo se ve. Andaba con las botellas encima. Hasta que en Quito, Ciengramos Rodríguez y el Rata Núñez le entraron a la habitación, aprovechando que había salido, pidiéndole la llave al conserje con cualquier excusa y le vaciaron las botellas y las llenaron de agua. Franco anduvo media gira cargando las botellas de agua y el Rata y Ciengramos, que se habían tomado todo el whisky, encima le cantaban aquel tema de Gardel “cuando desate el paquete y manye que se ensartó…”
Los clásicos del Cerro eran un capítulo aparte. Ubiña, que había empezado en la quinta de Cerro, reconoce: “Cerro tenía grandes equipos, jugaba Soria, el Polaco Carranza, Pintos, Víctor Núñez. Y aquellos clásicos eran difíciles, pero se terminaba el clásico y a convivir porque todos vivíamos acá. No pasaba nada, no había robos ni heridos de bala. Era todo a mano limpia. Y eran todos conocidos. Miguel Refresquini, Quito Núñez, Morán, el Negro Cocoa. Ahora no podés ir con tu nieto. Sacan cuchillo, revólver. A este botija D’Acuña que lo mataron el año pasado. Antes vos ibas al estadio y veías a la gente de sombrero, de corbata, de gabardina. Ahora los ves de espalda a la cancha, alrededor de la bandera, con los vaqueros todos rotos gritando “la c… de su madre”. Ha cambiado todo. Muchas cosas para bien, porque en la vida hay un adelanto bárbaro, las computadoras, la televisión, los celulares que chiquilines de siete u ocho años los manejan… pero algunas para mal.”
–¿Y de Rampla, Luis? –le pregunté–. Usted conoció a Cantou…
–A Cantou, a Loza…
–¿Sabatel, Durán y Cajigas?
–Uh, qué nenes… –dijo y agregó en susurro–: Yo no sé si de esos hay ahora.
Y la dejó ahí, en el más bajo y hondo tono de voz de los que usó en la entrevista.
NACIONAL
El Peta Ubiña con Nacional fue cuatro veces Campeón Uruguayo (1969 a 1972); obtuvo las copas Libertadores, Intercontinental e Interamericana. Estuvo 21 clásicos invicto (“contra el Peñarol de los sesenta –acota él–, el de Abaddie, Rocha, Silva, Spencer, Joya, Goncalvez, Cortez, Mazurkiewicz, después que le ganaron al Real Madrid las finales del 66. Ahí les quebramos la racha”). Y es el único futbolista que estuvo en Nacional en los tres campeonatos mundiales del club; en el 71 como jugador; en el 80 y en el 87 como Intendente.
–Con ese Nacional salimos campeón a todo, pero es como yo le decía el otro día a mi hijo: “vos decías: Manga, cuatro mundiales; Cubilla, dos mundiales; Morales, un mundial; Artime, dos mundiales; Maneiro, un mundial; Ubiña, dos mundiales”; todos con veintisiete o veintiocho años y con experiencias mundialistas. Hoy con diecisiete o dieciocho años los venden. Entonces es una diferencia enorme. “Dame de los planteles de Nacional de ahora, o de Peñarol, un jugador que tenga títulos de América, del Mundo, una Eliminatoria, un Mundial…” A mi botija lo dejé media hora pensándolo el otro día. Y no tenés. ¿Qué podés exigir?
Lo primero que surge en la charla sobre sus años de futbolista tricolor son los clásicos.
–En un clásico que íbamos ganando uno a cero, el Cacho Caetano le dio un pelotazo al juez Alejandro Otero en la cabeza y Otero se cayó desmayado arriba de la pelota. Estaba grogy, no se podía parar. Entonces el Pardo Abaddie agarra la pelota y le dice: “Penal a favor de Peñarol” y ya se iba a tirarlo y Otero mareado, sin conocimiento, no sabía dónde estaba parado, no le decía nada, lo dejaba que fuera. Tuve que sacarle la pelota de prepo. “Traé para acá”. ¡Flor de ave!
En otro clásico nos iban ganando uno a cero ellos y el paraguayo Lezcano se sentó en la pelota sobre el lado del Clínicas. Le dije de todo y terminamos uno a uno. Hizo el gol Mujica de penal, en los descuentos. De las Casas cobró el penal y fuimos todos atrás de Mujica, que antes de paterlo se daba vuelta y nos decía, “¿están asustados?” y él con una frialdad bárbara la puso en el palo izquierdo de Mazurkiewicz.
En otro clásico, posterior, después del Mundial, me tocó marcar a Losada, que era dificilísimo de marcar de tan chiquito que era. No había cómo agarrarlo y fue compañero de pieza mío en la selección. Entonces antes del partido, el Pulpa Etchamendi le pidió a Franklin Morales que le hiciera un reportaje a Losada, preguntándole si creía que Ubiña lo iba a golpear. Losada dijo que no, que éramos compañeros de pieza en el Mundial, que yo conocía a sus padres, que eso no podía pasar. Franklin Morales le llevó la grabación al Pulpa y éste me llamó para hacérmela escuchar. “Usted contra Peñarol no juega”, me dijo. Fui a embolsar mis cosas, los zapatos, todo, porque si no iba a jugar el clásico para qué me iba a quedar. “A menos que no sea cierto lo que dice Losada –me dijo el Pulpa cuando vio que me iba–, en ese caso usted juega”.
El pulpa se sentaba en un pozo que había para los técnicos frente a la torre de la Olímpica y a los quince minutos del partido se encontró con que tenía a Losada en los brazos. Lo agarré con pelota y todo al chiquito y lo tiré sobre el Pulpa. Y entonces el Petiso Losada se para y le dice al Pulpa: “¡De esto sos vos el culpable, Cara de Goma!”.
Al Petiso le pedí perdón. Pero ha cambiado todo. Antes, en los clásicos, cuando terminaba el primer tiempo la hinchada de Nacional se iba para la otra punta de la tribuna a ver jugar a su ataque y se cruzaba con la de Peñarol que también se cambiaba de punta. Hacelo ahora eso. Se cruzaban y no pasaba nada. Y adentro de la cancha yo defendía la mía y el negro Joya la suya y era bravísimo de marcar el Negro, fueron unos duelos tremendos, pero en el clásico que me resentí de una fractura de metatarzo, Joya me llevó hasta el túnel y no lo hacía para la tribuna, porque siempre fue así afuera de la cancha. Ahora mismo cuando lo trajo Scaglia para hacer propaganda en las elecciones, el Negro me llamó para reunirnos un rato y recordar las cosas que nos dejó el fútbol. A mí el fútbol no me dejó dólares para contar, pero tengo para contar títulos, enseñanzas, anécdotas, amigos…
LA SELECCIÓN
–Para las eliminatorias del Mundial 66 les disputé el puesto a Cincunegui, a Forlán, al “Petiso” Benítez y al “Cala” Méndez. En esas eliminatorias anduvimos bien y en el Mundial también, pero ese campeonato lo robaron. Se veía venir y nos robaron. Así que en Inglaterra nos arrancaron la cabeza y después en México tuvimos nuestra culpa pero hubo también muchas cosas extrafútbol. Teníamos que jugar la semifinal en el Azteca donde nos habíamos aclimatado a la altura y nos hicieron bajar a Guadalajara, donde Brasil nos estaba esperando tranquilo en el llano con un calor bárbaro y no nos dejaron ni practicar. Se armó un lío… Desde el avión hasta después del partido. ¡Y había que ir con Montero Castillo y el Loco Mazurkiewicz y toda esa gente! ¡Iban al frente!… El otro día me llamó el Chiquito Mazurkiewicz para reunirnos a recordar aquel Mundial. “¿Vamos a festejar cuartos puestos ahora?”, le dije. Me mandó a c… Está bien. La idea era reunirnos y pasar un rato juntos. Después de todo, a esa selección tuvieron que trampearle para no darle la Copa del Mundo. Y hoy se le reconoce como una hazaña haber salido cuarta. Yo recuerdo que aquel momento, Homero Bagnulo, dirigente de Nacional que tenía fábrica de zapatos, nos donó un par de mocasines negros a cada uno. La Asociación nos había dado una camisa celeste. Como dos meses después que vinimos de México, nos llamaron para cobrar un premio por el cuarto puesto. Eran cuatrocientos dólares. De esos cuatrocientos dólares nos descontaron exceso de equipaje (que no era nuestro, iban hasta las cámaras de televisión; yo no traje más que un par de sombreros), los zapatos y la camisa celeste. Cobramos en total doscientos dólares. ¡Salí cuarto hoy en un Mundial, ¿cuánto agarrás ahora?! Era bravo también entonces salir cuarto y debimos ser campeones; pero debo reconocer que en aquella época teníamos más chance. Había mucha cosa extrafútbol, pero ahora hay más todavía, es todavía más difícil. Se manejan muchos millones dólares. Ya en aquella época, me acuerdo que estábamos en un hotel en Bogotá, en la gira previa de aclimatación a la altura y para conseguir un termo con agua caliente tenías un lío impresionante. Y en el quinto piso estaba el Santos y cualquiera que tocara timbre en el quinto piso tenía enseguida en la habitación lo que quisiera. Se peleaban para servirlos. Pero ¿qué pasaba? El negro Pelé llevaba veinte relojes de oro marca Pelé y los regalaba ni bien entraba al hotel. Nosotros no les dábamos nada. Es un detalle, pero llevalo a todos los aspectos. ¿Cuánta plata entra en Brasil por venta de ropa deportiva? Entonces allá hay equipos que cobran treinta millones de dólares por usar la ropa y acá nos quedamos contentos con que nos den la ropa para usar. Yo era un gurí cuando nuestros dirigentes ya se vinieron del mundial del 50 antes de la final porque descontaban que Brasil salía campeón. Así que eso tampoco es de ahora. Pero ahora es peor.
La ventaja de ahora son los adelantos. La televisión, el calzado, la ropa… Pero hay mucha gente que está en las instituciones para salir en la pantalla de televisión, para agarrar un micrófono un día sí y otro no. Para hacerse conocer para los trabajos particulares de ellos. No hacen por Peñarol y por Nacional. ¿Vos pensás que en el fútbol de antes ibas a escuchar lo que dijo este dirigente de Nacional de que había que darle los puntos a Defensor? Pero escuchame, hermano: Decile al Hugo Bagnulo “tenemos que perder este partido”. Te rompía la cabeza y te echaba. ¿Cómo un dirigente puede decir esa pavada? Está ofendiendo a la gente. Está tratando a los jugadores y al técnico de vendidos.
Pero hay muchos adelantos. La parte física está mucho más adelantada. Hoy da gusto ver los gimnasios, las instalaciones de los equipos, las de Nacional, las de Danubio… Da gusto ver como se preocupan. Tienen una pelota por jugador en cada divisional. Nosotros teníamos dos para todo el plantel. Si en el primer tiempo llueve, en el entretiempo se cambian la camisa. Nosotros salíamos al segundo con la misma. Profesores siempre hubo. Nosotros teníamos a Langlade y a Carlitos Moreira que había que sacarles el sombrero. Pero ahora está Gesto que va veinte años adelantado. Ya en el año 80 –yo era intendente de Nacional–, Gesto me decía: “Ubiña, no me traiga más de estas manzanas”. “Pero mire qué manzanas, Gesto…” le protestaba yo, porque eran grandes. Entonces él las apretaba y si cedían a la presión de los dedos me las devolvía. “No quiero arenosas –me decía–; quiero de las otras”. Y yo tenía que poner en cada habitación de los jugadores, las mejores manzanas, bananas, mandarinas, naranjas, para que comieran después de la práctica. El problema de la alimentación ahora viene de atrás. Nosotros le pasamos por arriba en lo físico a Rusia y a Alemania en el Mundial de México. Pero mi vieja hacía unos guisos y unos pucheros que les ponía una gallina entera. No como ahora que les ponen un cuadradito para darle gusto. Les ponía dos quilos de papa y hoy un quilo de papa sale dieciséis pesos y la gente gana ciento cincuenta por día. No podés.
Como Director Técnico Ubiña tuvo un pasaje por Canelones del Este, donde salió Campeón invicto, luego en Bella Vista no pudo subir por un punto (ese año subió Sud América) y unos meses en Rampla…
–Pero hubo un problema en mi vida: yo no hice colegio y a la escuela fui hasta tercero. Hace dos meses le decía al Hugo De León: “Para jugar dos mundiales, tres eliminatorias, Copa Teresa Herrera, Costa del Sol, para ser Campeón de todo con Nacional, Vicecampeón con Rampla, campeón de América con la celeste, para ser Presidente de la Mutual a mí no me pidieron título”. Pero cuando exigieron título para ser Director Técnico me quedé en mi casa. No iba a salir con un cartel a decir “el Peta no fue al liceo, no fue a la escuela”. Es una injusticia. Yo prefiero que estén en los clubes los que supieron del fútbol. Pero acá dejaste el fútbol y se olvidan de vos. Cuando estás en el fútbol te llaman para todo. Cuando sos alguien te llama todo el mundo. Dejás el fútbol y no te llama más nadie.
Hoy se fue del Cerro para otro monte, el Olimpo. Lo llamaron los dioses que allí moran para que les haga compañía. Desde hoy el estadio de Rampla se llama Olímpico también por Ubiña.