Tabárez y la búsqueda del “enganche”
El avión en el que viajaba la delegación de Arabia Saudita que enfrentará a Uruguay en la ciudad de Rostov del Don, aterrizó en la noche de ayer en el aeropuerto con un motor prendido fuego arrojando llamas hacia atrás. Es fácil imaginarse el momento que vivieron los jugadores. Representantes de un país en el cuál hace pocos meses se abrió el primer cine y donde dentro de cinco días las mujeres podrán conducir autos, el susto vivido ha sido mayor que los cinco goles rusos recogidos en la red de su arco el día del debut mundialista. Señalo esas dos autorizaciones resueltas por el príncipe heredero del reino, como los dos primeros mojones de delgado camino de libertad que parece iniciarse, sabiendo que a muchos uruguayos la información despertará una sonrisa en el rostro.
Mientras los próximos rivales de la celeste viven en medio de esta situación agravada por la necesidad de ganar para poder mantener un hilo de vida en la copa del mundo, la “farmacia” uruguaya continúa funcionando de acuerdo a lo previsto. Con el piloto automático, podría decirse, ya que referimos al comenzar la nota, una situación vinculada con la aviación.
Se confirmó que el equipo oriental será el mismo que se armó ante Egipto después de los ingresos de Cristian Rodríguez y Carlos Sánchez para ocupar las posiciones de Giorgian De Arrascaeta y Nahitan Nández. Quiero detenerme en la primera de las dos variantes.
Quienes hace muchas décadas estamos inmersos en la vida del fútbol uruguayo conocemos -porque está documentado a través de varias pruebas-, que el pensamiento primigenio del técnico ha sido la disposición de los jugadores en la cancha apegado al 4-3-3, siendo uno de los volantes, preferentemente el de la izquierda, el encargado de realizar el “enganche” del juego entre la zona media y el ataque.
Ricardo Viera cumplió a la perfección ese papel en el triunfal Peñarol de 1987. El Zurdo tenía todas las condiciones. Un dominio excelente de la pelota con su pierna hábil a lo que sumaba potencia para el ataque y la defensa.
Enzo Francescoli resultó el símbolo de una gloriosa generación de jugadores de primer nivel en el mundo (Ruben Sosa, Jorge Da Silva, Antonio Alzamendi, Ruben Paz, Venancio Ramos, Carlos Aguilera, Victor Diogo, Nelson Gutiérrez, Rodolfo Rodríguez, por citar a algunos) que le entregaron a Uruguay tres títulos de campeón de América (1983, 1987 y 1995) además del subcampeonato en 1989 con Tabárez al comando de la selección. Y dos clasificaciones consecutivas a la Copa del Mundo de la FIFA.
En su actual extensa actuación después del retorno en 2006 al comando técnico del combinado, Tabárez luego de anunciar su firme decisión de planificar el comienzo del juego sobre la base del 4-3-3, encontró dificultades para encontrar el hombre para el puesto. Después de la Copa América 2007 disputada en Venezuela, el técnico cortó a Álvaro Recoba y otros jugadores. Obtenida la clasificación para Sudáfrica 2010 apostó todas las fichas a Ignacio González, cuyo rendimiento en el fútbol de Europa trascendió en cuentagotas. Cedido a un equipo griego donde no logró continuidad, Tabárez comenzó a trabajar con el jugador en la soledad del Complejo Celeste con la finalidad de prepararlo para el papel protagónico de “enganche” en el mundial africano. La prueba duró 63 minutos en el debut frente a Francia en Ciudad del Cabo. El ingreso de Nicolás Lodeiro –quién luego se haría expulsar tontamente-, clausuró las ilusiones de varias semanas de específica preparación sin resultado.
El próximo partido ante el dueño de casa era decisivo. Después de varias conversaciones que incluyeron, por supuesto, el cambio de ideas con los jugadores referentes del plantel y los involucrados, Tabárez clausuró su decisión de jugar con “enganche”. Ingresó al equipo Edinson Cavani –quién no fue tenido en cuenta para el debut-, se retrasó unos metros en la cancha Diego Forlán, generándose de esta forma un “enganche” mixto o doble (Forlán-Cavani) con Suárez fijo en el ataque basculando entre la derecha y el centro.
El buen rendimiento del experimento surgido por el fracaso de Nacho González se mantuvo en Brasil 2014. “Si con caldo vas sanando síguele dando”, recordaba el Cr. José Pedro Damiani cuando recurría al viejo refrán para evitar modificaciones a algo que venía funcionando.
El adiós de Forlán a la selección luego del torneo en tierra brasileña que permitió la permanencia de Cavani en función neta de acción ofensiva, replanteó en Tabárez la vuelta a su primigenia idea, al sistema inicial de plantar el equipo que más le agrada, al “enganche”. Giorgian De Arrascaeta apareció en sus planes como la gran apuesta. Hábil derecho con buen manejo de la pierna izquierda; poco afecto a convertirse en el primer defensor cuando el equipo pierde la posesión de la pelota en el ataque, su notable habilidad para gambetear surgía indispensable para componer un ofensivo triángulo mortal de avance.
La prueba ante Egipto no brindó los resultados positivos. Ante un rival que armó un cerrojo defensivo típico del catenaccio de los tiempos italianos de Helenio Herrera, la magia de Giogian no apareció. Los tres puntos logrados por Uruguay que dejan a la celeste en la puerta de la clasificación para octavos de final, empuja a Tabárez al retorno del planteo utilizado en las eliminatorias. El lateral ofensivo-defensivo derecho para la habilidad de Carlos Sánchez y sus escaladas por la banda de su pierna hábil. Y la banda izquierda para el empuje todo corazón de Cristian Rodríguez, mientras el entrenador procura descubrir quién puede aportar la pincelada del genio y el toque sublime del artista. ¿Lo encontrará antes de cruzarse con España o Portugal al iniciarse los partidos del “mata-mata” donde un rapto de inspiración puede determinar seguir adelante o volver a casa?