Tábarez encontró el equipo
La imagen de la televisión mostró el primer plano de una niña de risos rubios enrulados y ojos celestes. Las lágrimas ruedan por sus blancas mejillas, cada una de ellas pintada con los tres colores de la banderita rusa. Confieso que la ternura de la desolación que exhibía la pequeña –mérito indudable del camarógrafo que logró captarla-, me estremeció. Reaccioné pensando. Allí estaba una síntesis de la vida, cuando me imagino a los miles de botijas uruguayos -de la misma edad que esta encantadora rusita con pinta de Matriosca que lloraba-, locos de contentos saltando de alegría por las calles, en los patios de las escuelas, con la risa ancha de oreja a oreja cantando la eterna canción triunfal de Jaime Roos.
-Vamo’vamo arriba la celeste; la de ayer y la de hoy…
Así es la vida, en definitiva. El llanto y la alegría frente a un mismo episodio.
La rusita y los uruguayitos no saben quién fue Foglino, Nasazzi, Obdulio, el Flaco Rodolfo y Francéscoli, para identificar con ellos, capitanes gloriosos, a cinco generaciones que a lo largo de la rica historia del fútbol uruguayo obtuvieron triunfos iguales o parecidos a este de hoy. Cómo bien ha recordado Oscar Tabárez en varias de las conferencias de prensa en las que ha brindado cátedra, el fútbol forma parte de la cultura de nuestro país, así como también –agrego por mi parte- de aquellos siete más que han conquistado la copa del mundo. Porque… ¡he ahí lo difícil! Escribir la historia, alcanzar la cima, aunque sea por una sola vez -España y Francia-, forman parte de una eterna condecoración que impone respeto para siempre.
Ese respeto que seguramente llevó al técnico ruso Stanislav Cherchesov a reservar tres titulares que actuaron en el partido anterior frente a Egipto y cinco futbolistas si se toma la alineación que debutó venciendo por goleada a Arabia. Entre los que faltaron en la formación local se encuentran las estrellas del equipo. El joven Aleksandr Golovin a quién Oscar Tabárez destacó en la última conferencia de prensa como poseedor de un gran futuro en el profesionalismo; el atacante Alan Dzagoev y el volante Yury Zhirkov.
En consecuencia, mientras el técnico ruso se dedicó a pensar en el futuro, Oscar Tabárez volvió a “meter mano” con el resultado positivo de haber encontrado el equipo. La confirmación de Lucas Torreira en la mitad de la cancha; la reubicación de Diego Laxalt en la posición de lateral izquierdo con el pasaje de Martín Cáceres a la derecha y la confirmación de Naithna Nández en esa zona, se completó con el adelantamiento en el campo de Rodrigo Bentancur en la búsqueda del “enganche” que tanto obsesiona al entrenador.
Así, desde el comienzo se advirtió que el equipo oriental arrancó con buen pie el partido. Porque, además de insistir en adueñarse de la posesión de la pelota mediante la reiteración de toques, quebró esa actitud con los pases profundos para destapar a Suárez y Cavani, contando desde el comienzo con un muy activo Laxalt por la banda izquierda, convertido con el devenir del encuentro en la mejor figura del campo.
La tranquilidad para afirmar el rendimiento llegó a los diez minutos de juego. Una penetración por el centro de Bentancur llegando a las inmediaciones del área grande rusa, generó la dura infracción de Denis Cherytshev. El remate de Suárez, previa charla con Cavani para definir la forma de la ejecución, se metió rastrero contra el palo del golero. Contó el goleador celeste que “pensaba rematar por debajo de la barrera porque iba a saltar, pero me dijeron que el golero le había dicho a los que estaban en la barrera que se pusieran en puntas de pie, lo que indicaba que no iban a saltar”. Cavani y Cáceres se colocaron en la barrera contra los grandotes rusos, forcejearon y salieron justos hacia atrás cuando Suárez le pegó al balón con mucha dirección y poca fuerza. Golazo.
A partir de entonces los celestes se adueñaron del cotejo y más allá de esporádicos y desordenados intentos de los rusos –en el más claro remató el mismo Cheryshev salvando Muslera en gran forma-, los celestes se mostraron como una expresión compacta de juego.
A pesar del intenso calor el equipo mostró experiencia y capacidad para ir dominando el trámite, creciendo en su rendimiento Lucas Torreira y Nández; afirmándose de “enganche” Bentancur, respaldados todos por un firme trabajo de Godín, Cáceres y el siempre cumplidor Sebastián Coates. Adelante la potencia de Suárez generando peligro permanente y la búsqueda constante de Cavani, aunque sin mucha claridad, compusieron un panorama superior a la débil exposición del equipo local.
El ingreso de Cristian Rodríguez por Nández permitió mantener el control del medio juego e, inclusive, insistir en acciones ofensivas como la que culminó con el córner –tras gran remate de Rodríguez que desvió el golero- que a la postre derivó en el tercer gol luego de tomar Cavani el rebote en el portero tras el impecable cabezazo de Godín. En cambio la inclusión de Giorgian De Arrascaeta dejó, nuevamente, poco sabor en boca, mientras que en una incursión por la derecha –a pesar de los pocos minutos que estuvo en la cancha-, parecieron demostrar que a Maximliano Gómez no le pesa la responsabilidad.