Sud América, el centenario club de Ghiggia, Míguez y…
Nació el 15 de febrero de 1914 en la mesa del boliche de la esquina de Paraguay y 18 de Julio. Las camisetas iban a ser rojas, pero cuando fueron a comprar la tela no había. Sólo quedaba la naranja que los fundadores adquirieron con descuento.
Nació el 15 de febrero de 1914, en la mesa de un café de la esquina de Paraguay y 18 de Julio. Diego Lucero, el venerado troesma, solía afirmar que todos los clubes del fútbol uruguayo nacieron en ese ámbito donde hervía la pasión por “el fóbal y las carreras” que era el grito de los canillitas para vender “El Diario”.
Con el nombre, los muchachos que fundaron Sud América, quisieron homenajear a nuestro entonces pujante continente al cual llegaban los inmigrantes para “hacerse la América”. El color de la camiseta surgió, como ocurrió con muchas instituciones –Defensor entre ellas–, de casualidad. Habían resuelto que las camisetas tendrían el color rojo. Después de realizada la colecta entre los parroquianos, para comprar la pelota y el atuendo, cuando fueron a la tienda y pidieron tela roja… se había acabado. La única disponible era la naranja.
Inscripto en III Extra de la AUF, el club prontamente fue adquiriendo prestigio. Se trasladaron a Villa Muñóz; en la década del veinte realizaron una gira por Brasil; el inefable “Ñato” Pedreira y “Nino” Corazo, fueron de los primeros que se hicieron famosos en el fútbol grande durante la época amateur. Éste último -abuelo materno de Diego Forlán- pasó desde los naranjas a Independiente al comienzo del profesionalismo en Argentina, en 1931, junto con los también uruguayos y sudamericanos, Ferrou y Almiñana, para formar una “línea media” que aún se recuerda en Avellaneda.
En 1935 el club, además de sede, pasó a tener cancha propia. En ese año se inauguró “El Fortín”, que así lo conocíamos de gurises, y que después pasó a ser el Parque Carlos Angel Fossa, en homenaje a uno de aquellos dirigentes fundadores. A partir de la década del 40 el club se convirtió en “ascensor”, por sus constantes subidas y bajadas a la Primera División. En esos años, tres botijas de las inferiores –como se llamaba entonces a lo que hoy son “divisiones formativas”–, nacieron en Sud América para hacer época: Oscar Omar Míguez, Alcides Edgardo Ghiggia y Antonio Sacco. A los dos primeros los cubrió la eternidad con la gloriosa página del 16 de julio de 1950.
La década del cincuenta está marcada por la cátedra que dictaban dos entrealas de novela: Julio Pérez –si, el mismo de Maracaná– y Zelmar “El Canario” Aguilera, con Schubert Gambetta en la dirección técnica. Sud América fue cuarto en el Campeonato Uruguayo de 1958 con un récord para la época: de los ocho puntos jugados en el Estadio Centenario ante los grandes, los buzones –nombre que también se le dio al club porque estaban pintados con los colores de su camiseta–se llevaron siete… Es el tiempo del surgimiento de tres Campeones Sudamericanos con la celeste en diciembre de 1959: Alcides Silveira, Mario Méndez y el mercedario Walter Salvador. Un poquito después apareció Julio César Cortés y luego –siempre a golpe de memoria– Vito Fierro y Enrique Alfano, Campeones Sudamericanos Juveniles en 1964 en Colombia. La lista es larga y se agranda con “El loco” Acuña, el golero Carrasco, el recordado trío final con el argentino Tarnaskai –una estrella en San Lorenzo–, el otro porteño, Monti y “Piteta” Miguelez; Debia, el colorado Collazo y Roa, Luis Mantegazza, Heimen y su presencia como Campeón Panamericano en 1983 dirigido por Tabárez, Edgardo Martirena, Julio Ribas y la exitosa participación de Sud América en la Copa Conmebol, con aquel 4:0 para eliminar a Gimnasia y Esgrima de la Plata en Paysandú y caer en cuartos de final ante Colegiales de Paraguay en 1995.
¡Y las sedes! Imposible olvidar la de Gral. Flores, lindera con el café “El Faro”, acera de la derecha yendo para el Palacio Legislativo. A ella íbamos de botijas. El jardincito al frente; una única palmera muy alta que buscaba el cielo; el frente de la casona toda vidriada y adentro — la vida de aquel tiempo–, con la cantina como corazón de la actividad. Las comidas, las canterolas y la mesa de truco, conga y gofo donde mirábamos con asombro cómo los mayores se jugaban la guita. “El Faro” era el comité que ponía y sacaba Presidentes. A propósito, como olvidar a Roque Santucci, que me hizo socio del club y después, cuando ya era periodista, inició una acción penal en mi contra porque denuncié un sonado acomodo en un partido ante Rampla. Pero Santucci, dueño de la cantina inolvidable, fue un gran Presidente que soñaba con un Sud América muy grande y por eso adquirió el “Palacio Sud América” –la vieja cervecería– donde con la recaudación de los bailes se solventaba el presupuesto del club y alcanzó para que Juan Joya y Emilio “Cococho” Álvarez jugaran en la IASA.
En fin, hoy Sud América es centenario y quiso el destino que lo celebrara como bien lo merecían sus fundadores, triunfando en el círculo mayor del fútbol uruguayo. Salute.