Suárez, la bandera de esperanza
Escribe Atilio Garrido / Fotografía de Fernando González
Es un hábito tradicional en el periodismo deportivo, cuando llega el turno de volcar la opinión sobre el rendimiento de cada jugador, que se exprese la opinión sobre el trabajo de cada uno de los futbolistas que participaron el enfrentamiento.
En esta oportunidad, variaré sustancial y totalmente ese criterio. A través del comentario por separado del primer y segundo tiempo, los lectores tienen una noción de la forma en que se desempeñó cada jugador. Hoy, en consecuencia, sólo me referiré al jugador que es la bandera de esperanza, el gigante del equipo, el mariscal del plantel, el jugador fenomenal que –no tengo dudas- llevará a Uruguay a la clasificación a la Copa del Mundo de Rusia 2018. Me refiero a Luis Suárez.
En medio de un equipo desordenado como el uruguayo en la zona de retaguardia y de volantes, dominado durante gran parte del encuentro por el juego en corto y veloz, de tuya y mía de los peruanos, Suárez fue el hombre que lo hizo todo por cambiar la realidad.
En el primer tiempo, observando que la pelota no salía limpia de la zona de defensa o de volantes y que llegaba sucia al ataque, resistiéndose las posibilidades de generar acciones de riesgo, Suárez se puso el traje de enganche y, al estilo de los viejos No. 10 en la espalda, se encargó de jugar para sus compañeros. Realizó dos grandes maniobras, ganando la posición a fuerza de su notable potencia, tocando para habilitar a Carlos Sánchez dejándolo sólo, de cara frente al golero.
En el segundo tiempo, el despliegue y la lucha de Suárez emocionó. César Menotti solía decir que el talento sensibiliza y el esfuerzo conmueve. Así ocurrió. En la segunda etapa Suárez hizo para sacar a Uruguay del pozo. Y lo importante es que lo hizo sin egoísmos, sin buscar su propio gol, sino que persiguió llegar a la igualdad ofreciendo su entrega al compañero mejor ubicado.
Esa entrega de Suárez contagió a todo el equipo celeste, generando una onda expansiva en los demás integrantes del conjunto, cuyo resultado fue evidente. Perú con un hombre menos sintió el impacto, afloraron sus flaquezas individuales y, pese a que por momentos dispuso de la posibilidad de aumentar la ventaja, finalizó arrinconado en su arco, pidiendo la hora.
Con este espíritu que contagió Suárez, estas tres derrotas consecutivas pronto serán cosas del pasado. Mientras Luis pueda estar en la cancha, el equipo uruguayo reencontrará el camino cierto para llegar a Rusia 2018.