Home   »   Columnistas

Sin Doble Filo




Carlitos Soto en el Palermo Boxing Club en un homenaje al maestro Carlos Páez Vilaró.


27 noviembre, 2012
Columnistas

Va a hacer difícil…Porque cuando pase por algún boliche, esos de mesitas con mármol y sillitas de madera, buscaré tu figura. Es que se me hace imposible pensarlo. ¡Que no esté Carlos Soto! ¡Que el Carnaval no tenga a Doble Filo! Que no haya más una despedida tuya colgada en el corazón de un tablado.

Carlitos Soto en el Palermo Boxing Club en un homenaje al maestro Carlos Páez Vilaró.

Gorrión que abriendo sus alas – deja su nido de sombras

Porque la tímida alondra ya – en el azul lo reclama

Viviste como gorrión. Porque fuiste atrevido en el decir, rápido en la observación,  con vuelo intrépido con la pluma. Pero tímido como la alondra. Siempre te escondiste del bullicio, aunque vivieras acunado en su vientre.

Tengo mil recuerdos tuyos, como otros miles los tendrán. Los que aprendimos a quererte, tenemos desarraigo por la moneda, vivimos pendientes de la amistad, sentimos el olor húmedo de la bohemia. Allí está la riqueza, la que no necesita número de cuenta corriente. La que paga interés a plazo fijo, con valores de una charla, una sonrisa, una anécdota.

Cientos de noches juntos, en el lánguido vaivén del disfrute, entre el viejo Forte y el Hacha, el antiguo Bar el Hacha, el que era escondite de bandidos y no paseo cultural. Con el Veco brindando y hablando de boxeo, otra pasión, mientras baldeaban el boliche y nosotros poníamos los pies sobre una silla, viendo como la noche se iba entre jabón y servilletas empapadas.

Los mediodías en el Mercado, entrando casi en puntas de pies, para pasar desapercibido y escondernos en el recodo de un mostrador. Y vos tirando letra. Transpirando vida. Anotando inspiraciones en un papel cualquiera y transformándolas en poemas.

Sé que hay muchos que no te entendieron, porque ven la vida con otro prisma. No está mal. Vos, Carlitos, te jugaste a una forma de ser. Apostaste todo a pleno. Te fuiste como quisiste irte. Rico en amistad. Millonario en el sentimiento. Por eso el Carnaval te llora. Por eso las bibliotecas dejan que bailen las hojas sepia con tu literatura futbolera. Con esa forma de escribir tan urbana como exquisita, porque en cada frase dejaste impregnado el perenne perfume de tu barrio, que flotó siempre entre malvones. Nunca traicionaste tu forma de sentir y eso lo aprendí a respetar.

No te encontraré en una mesa de boliche. Pero surgirá tu imagen cuando una de las hinchadas cante un himno tuyo. Cuando algún jilguero le ponga entonación a una de tus miles de letras carnavaleras. Cuando alguien brinde en un rincón, escapándole al bullicio del jolgorio.

Estarás en el vuelo fugaz de un gorrión. Y si miro al Cielo, seguro que las nubes dibujarán las tímidas alas de una alondra.

Nos vemos, Carlitos…