Seriedad, Tabárez y Chirolita Sampaoli
Escribe Atilio Garrido
La figura de Jorge Sampaoli me produce rechazo. Similar efecto experimento cuando escucho o leo juicios de valor favorables a Marcelo Bielsa -o sus interminables conferencias de prensa-, mentor de su discípulo que llevó a la selección Argentina a la derrota frente a Croacia, escribiendo una página tan negra en la historia de los mundiales, que solo es comparable con la goleada de 6:1 que los albicelestes recibieron de Checoeslovaquia en 1958 en Suecia.
Ambos sostienen y defienden apasionadamente una gran mentira basada en la teoría imposible de probar, según la cual los directores técnicos son los que ganan los partidos y los jugadores componen la masa crítica de quienes los pierden por no seguir sus indicaciones. Apuntalan su verdad con la observación de cientos de videos de cada equipo que van a enfrentar, sometiendo a sus futbolistas a largas y tediosas sesiones de análisis de los rivales. Suman decenas de exigencias absurdas que deben satisfacer los dirigentes de los clubes o selecciones que los contratan, que incluye decenas de asistentes y especialistas en filmaciones y videos, para evitar que por no cumplir con esas demandas, luego sean ellos los responsables del fracaso.
El perfil y la conducta de estos mercaderes vendedores de humo es el mismo. Están cortados por la misma tijera. Se muestran en público con el gesto adusto y la mirada severa, transmitiendo una seriedad que complementan con decisiones autoritarias que los jugadores están obligados a cumplir. Una vez en el campo de juego se transforman en personajes de una comedia que venden muy bien a los directores de la transmisión televisiva. Caminan de un lado hacia otro en forma rápida juntando la mano detrás de la espalda; gesticulan aparatosamente y también se agachan llevando la mano a la pera apoyada en la rodilla en una especie de modernos émulos de El Pensador, la famosa escultura de Rodin. Todo este libreto estudiado y desarrollado por Sampaoli vestido con traje y camisa –obligación impuesta por la FIFA- en el partido ante Islandia y con un bucito negro que apretaba su torso marcándolo, en el juego contra Croacia, trajo a mi mente la imagen de Chirolita, el muñeco a quién daba vida Mister Chasman, el más famoso ventrílocuo argentino, adoptando artísticamente el simple nombre de Mister Chasman y Chirolita.
Todos los directores técnicos del mundo saben que el fútbol es un juego donde todo depende de los jugadores y de lo que se puede construir por intermedio del imprevisto. Saben muy bien que ellos, desde su función no pueden decir cómo ganar un partido porque conocen muy bien que el desarrollo del juego que es imprevisible, decide el resultado final. El director técnico tiene la difícil misión de escoger los jugadores que entiende adecuados y en mejor momento físico y mental para rendir a pleno. Debe ser un orientador de los futbolistas construyendo un grupo donde conviven tantas formas diferentes de pensar, vivir y entender la vida, como jugadores lo compongan.
Un loco como Bielsa y su discípulo –Mister Chasman y Chirolita- caminando y corriendo ida y vuelta pegado a la línea del largo del campo, gritando con ampulosa gesticulación decenas de órdenes a sus dirigidos, contribuirá a lo que, una vez más, se observó ayer en el rendimiento de Argentina ante Croacia. Un equipo transformado en una bolsa de nervios; desordenado; desequilibrado y desconectado. O sea, la misma sensación que transmite al televidente el proceder de Chirolita.
Lo ocurrido con Argentina, Mister Chasman y Chirolita también sirve para valorar la conducción de la selección uruguaya, la forma y el estilo de proceder de Oscar Tabárez. Su retórica siempre mesurada, conceptual, amplia en contenido, se encuadra dentro de los parámetros de conducta referidos como atributos para ejercer el cargo. Jamás adelanta lo que va a ocurrir en un partido. “La historia del partido de mañana (se refería al debut ante Egipto) no está escrita, no la conoce nadie”. Cuando debe impartir alguna orden si entiende que las cosas no funcionan (situación que se planteó al terminar el primer tiempo en el juego con Arabia Saudita) apeló al diálogo con Diego Godín, el referente y líder del grupo.
Quienes leen nuestras notas saben de la especial consideración que tengo por el fútbol argentino a quién denomino como los “maestros” del fútbol sudamericano. La historia que han escrito sus jugadores merece un conductor fuera de la cancha alejada de las payasadas, de los varios Mister Chasman y Chirolita que pululan en el ambiente.