Sergio González campeón en Cannes
Escribe: Atilio Garrido / Fotografias: Fernando González
Bromista como en sus años juveniles, siempre con buena onda y dispuesto a gastar bromas, se nos apersonó lanzando un desafió terrible:
-“¿Qué haces? No te acordás de mí…”
Lo miré fijo y descubrí que su rostro –como ocurre tantas veces después que el sol de la vida se te pone en la espalda-, me resultaba más que familiar. La misma sonrisa de antaño; los ojos pícaros y vivaces y la broma a flor de labios. Su nombre lo tenía ahí, en la punta de la lengua, como se vulgarmente se afirma cuando en la mente se te dibuja un rostro conocido, pero el conducto que identifica esa imagen está cortado por el inevitable paso de los años.
-“No te acordás, viste… No te digo quién soy”, soltó ante mi actitud dubitativa, mientras revolvía en el cajón de turco que es la memoria buscando ese nombre, de ese rostro cuya voz también me resultaba muy familiar. El apoyo llegó a través de Marciano, dirigente de Bella Vista, conocedor del fútbol del pasado, jugador de aquella tercera división de Peñarol con Julio Lozada, Luis Angrisani y tantos otros que en la historia han sido. Marciano soltó el nombre de mi interlocutor que insistía en su anonimato: Sergio González.
En 1978, en la época que dirigía la página deportiva de “El Diario”, lo bauticé como “El tractor de Cannes”. Fue un homenaje a aquel espectacular volante central nacido en San José de Mayo, que llegó a Wanderers y con apenas 17 años fue citado para la selección juvenil que armó el recordado Raúl Bentancor y el siempre permanente en la memoria, por su enorme capacidad, el Prof. Esteban Miguel Gesto.
Revelada la incógnita, cuando comenzamos a charlar, a Sergio lo inundó la emoción recordando aquel equipo: Jorge Seré en el arco, Linares y el “Tano” Gutiérrez en la zaga; Confaloniere, Sergio González y Vogrincic, y adelante “Pinocho” Vargas, el “Chifle” Barrios, Baptista, Carlos Larrañaga y … los nombres comenzaron a cruzarse en una ida y vuelta sin final.
Uruguay llegó a Cannes en 1978, antes de la Copa del Mundo de Argentina. Disputó la final con la selección de la Costa Azul francesa, integrada por jugadores mayores y profesionales, que se formó para cubrir la ausencia que a último momento se produjo por la deserción de Perú.
-“Jugaba Fernandéz, aquel que en 1982 integró la selección de Francia en el mundial de España y después fue figura largos años”, agregó Sergio. Lo de “El tractor de Cannes”, vino por su desempeño gigantesco en una ida y vuelta permanente, al que le agregaba la pisca de un talento sorpresivo en un jugador de marca.
Al retornar los campeones de Cannes al Uruguay, literalmente “se paró Montevideo”. Fue una tarde de cruda lluvia invernal, que no fue impedimento para que un multitud se lanzara a la calle a vivar a los botijas que retornaban campeones desde Europa. En la Avda. 18 de Julio llovía el papel picado desde las ventanas de las oficinas. Al increíbles, en aquel tiempo si victorias a nivel mayor, rescatados por estos botijas que un año antes en Venezuela se consagraron Campeones Sudamericanos, título que repetirían en Montevideo en 1979, con cuarto y tercer puesto respectivamente en los Campeonatos del Mundo juvenil de Túnez y Japón. En el medio, como una cuña quedó esto sorprendente éxito de los uruguayos en Cannes, un título lamentablemente hoy olvidado por muchos de los que escribimos de historia.
-“Pero nosotros los recordamos –apuntaba Sergio González-. Cuando llega la fecha nos juntamos. Falta Confalonieri que murió en México. Los demás estamos todos. A Vargas lo encontramos en España, conversamos por skipe. Ahora se fue a Ecuador. A todos ese torneo nos marcó mucho. Gutiérrez, Barrios, Vargas y yo, inmediatamente nos subieron a la selección Sub-20 para jugar en Montevideo y Japón. Aunque la historia no nos recuerde, nosotros seguimos juntos”.
Con la humildad de siempre, Sergio González llegó al hotel de Uruguay a comprar tres entradas para esta noche. Estará allí, con sus amigos, en la tribuna, alentando a los compatriotas. Retornó a vivir en San José, “porque mi madre está viejita y la tengo que cuidar”. Cuenta con orgullo que tiene una hija abogada, y “otros dos hijos adoptados”, con los que va sobrellevando con dignidad su tránsito por la vida. Sin olvidarse que en sus días de gloria, al retornar desde Cannes a sus pagos, “paró a la ciudad de San José”. La gente se lanzó a las calles a recibirlo, cual si fuera un gladiador que retornaba vencedor después de la batalla.