Seducidos y Abandonados
Solo quien ha “nacido” jugador de fútbol, quien lleve en sus genes esa mezcla de vikingo y de pirata aventurero, guerrero, luchador contra las tempestades, y al mismo tiempo niño eterno, con la picardía y la chispa aprendidas en la calle, para defender su hombría; solo ése, puede entender en su totalidad la sensación de entrar a un estadio lleno. La adrenalina a mil y el corazón que se quiere escapar del pecho, de las sienes, busca salir por cada poro. Los músculos tensos, lustrosos, se van agrandando, creciendo, y cada jugador deja de ser él mismo, se mimetiza con sus compañeros, con la “hinchada”. Se va convirtiendo en una máquina de energía, y un ansia, una determinación fiera de ganar. El jugador quiere “ganar”; lo quiso siempre, desde aquellos “partidazos” que jugaba en el barrio, en el medio de la calle, desde aquella primeras “clases” de orientación vocacional, que le dio la vida. Sus educadores, bien intencionados, enseñan a nuestros niños: “Lo importante es competir con hidalguía y respeto, no ganar”. Sin embargo, para la gesta del jugador de fútbol, dicha frase es el Unicornio de los Dogmas. Lo que uno quiere, la meta, lo único definitivo es GANAR, GANAR……Y es ganar lo que te exige, así con mayúscula, el entorno. Esto influirá a lo largo de la vida del individuo, esto le dará satisfacciones y frustraciones….pero sobre este tema hablaremos quizás en otro intento.
Durante mi carrera supe de glorias, prensa, admiradores, también de momentos de presiones, miedos, obligaciones y fracasos. Cuando el jugador abandona su carrera, lo hace físicamente, su interior sigue siendo deportista, compitiendo, actuando en la vida como en la cancha. Cuesta asimilar que el héroe, el ídolo invitado y agasajado, envidiado, el galán de moda ya no existe… Cuesta bronca, escuchar a quienes con sorna dicen: ¡mira éste en que terminó, y sí… era lógico… si era un desastre! Cuesta tiempo, reconstruir de las cenizas, al individuo… que no está preparado para ocupar ningún otro lugar, se siente perdido, desubicado, ya no es parte de un todo… Una frase de mi hijo Sebastián (empresario deportivo), resumió en dos palabras mis sentimientos y seguramente de muchos, “Seducidos y Abandonados”. Nada nos describe mejor. Y nuevamente la vida, la familia, los que siempre estuvieron aunque escondidos detrás del escenario, te van empujando y empezás de cero en el camino, comenzás a sentir que lo importante ya no es ganar, ni competir, es simplemente caminar día a día.
En este nuevo camino, trato de que me acompañen los recuerdos de momentos compartidos, con picardía, alegría y risas. Mi hijo Nathaniel (actual Técnico de futbol) vive las concentraciones con esa chispa que desata la risa –me recuerda mi etapa–, que afloja las tensiones y disipa las presiones. ¡El refresca en mí tantos momentos personales!… y otros que recorren los vestuarios, las largas horas de concentración, de viajes… De aquellos días y de estos, surgió la idea de estas notas, que rescatan pedacitos de historia, risas y de vez en cuando algún lagrimón..Un homenaje a tantos ídolos que dieron todo por el espectáculo y comparten hoy sus recuerdos.. Trasmití lo que quería reflejar en cada nota: dentro de cada ídolo hay un hombre que ríe y llora, que tropieza y vuelve a levantarse.
Hebert Revetria