Sea cual sea el resultado entre Peñarol y Plaza
Nadie pensó antes de que rodara la pelota que con menos de treinta puntos ganados o con más de quince puntos perdidos se podría ser Campeón del Clausura. Nadie imaginó siquiera que fuese necesario superar en cinco los setenta puntos para salvarse del descenso. Se daba por hecho que si llegabas a los setenta puntos quedabas más que a salvo de bajar a Segunda, que si sacabas veintinueve podías aspirar a clasificar a una Copa si andabas bien en la anual, pero no a ganar el Campeonato y sin embargo, aquí estamos, a una fecha de un final de campeonato que nadie había pensado.
Sea cual sea el resultado de esta tarde entre Peñarol y Plaza la cuestión es ¿paridad o irregularidad? ¿Qué fue?
¿Por qué se llegó a esta situación? ¿Porque todos los equipos uruguayos son muy irregulares?
¿Porque el fútbol se ha emparejado en todo el mundo y se ha emparejado para abajo?
El fútbol siempre fue a contrapelo de las injusticias y por eso es el paradigma en donde nos aferramos a que algo no esté robado, porque sabemos que, por mucho que pueda errar un juez de fútbol, todas las otras canchas de la vida están más flechadas que las de verde césped. Entonces es lógico que en un mundo cada vez más desigual, donde un uno por ciento posee más que todo lo que posee el sesenta por ciento de la humanidad, el fútbol sea cada vez más igual.
¿Eso significa que el fútbol se ha emparejado para abajo como ha pensado y dicho, entre otros, Maradona? No lo creo.
De Independiente del Valle al Real Madrid existe una dialéctica de espiral ascendente que Repetto y Almada han señalado al comentar la infraestructura de formativas del sorprendente club ecuatoriano.
¿Si Nacional le gana a Palmeiras, a Corintians y a Rosario Central y pierde con Rentistas, Danubio y Cerro, ¿quiere decir que ya no hay equipos verdaderamente grandes porque ya no hay conjuntos de cracks que desnivelen con regularidad? ¿o quiere decir, simple y no sencillamente, que la irregularidad de unos se complementa con la de los otros? Porque después Rentistas no puede con un descendido Villa Teresa, Danubio tampoco y a Cerro, River (que le ganó a la U y perdió con Liverpool) lo goleó.
Yo no sé cómo se entiende todo esto pero me parece que podemos hallar un indicio en las declaraciones de tantos técnicos a los que les oímos reiterar, muchas veces cuando ganan: “vamos partido a partido” -como para que las fieras no alimenten demasiadas expectativas que en seguida se convierten en exigencias- y a veces cuando pierden: “para nosotros todos los partidos que se nos vienen son finales”.
Porque las dos cosas son ciertas, aunque contradictorias y ambas por el mismo motivo. Son finales en el sentido de que todos los rivales exigen una concentración suprema, una atención superlativa a cada detalle, una motivación fenomenal y ese aspecto pírrico que tienen por definición todas las batallas finales cuando realmente lo son: en la batalla final a Pirro no le importa quedarse sin ejército; lo único que le importa es ganar, porque es estrictamente la final y la final no es una batalla más. Es la última.
“…y ahora, el partido que viene, tenemos otra final”, dice alguno transmitiendo un mensaje responsable y apasionado como corresponde a todo buen político cuando el horno no está para bollos, pero, con todo respeto, si ésta fue realmente una final, uno no puede tener otra más y otra más y otra más a cada partido siguiente, porque entonces al final, alguno va a dejar de ser “una final” para ser el final de las finales. También a los políticos les pasa.
Muchas atenciones extremas finalmente distraen. La vastedad no es lo mejor para concentrarse y lo que va del tedio a la motivación es un hilo que de tanto tirar se rompe. Si cada partido es una final, cada partido es un campeonato y cuarenta o cincuenta campeonatos por año, un exceso.
El fútbol se ha igualado y para arriba -por múltiples factores: desde los conocimientos tácticos y estratégicos globalizados hasta las automatizaciones casi industriales de técnicas en velocidad, pero también con la presión que en definitiva tiene raíz en el mercado- y te vas a encontrar a la vuelta de cada partido con otro Pirro dispuesto a dejarse el ejército en la cancha, con tal de ganar. Si uno ya lo dejó en la “final” anterior, es probable que otro también lo consiga. Al menos hasta su partido siguiente.
Intuyo que algunos técnicos -de los cuadros con presión, que son casi todos- declaran eso pensando también en los hinchas, en que no explote, diríamos, la parte Marconi violento que la sociedad está llevando dentro de distintos modos y cuando ganan, cuando todo es cinco estrellas y grupo humano y una o media semana de trabajo relativamente tranquila, dicen la auténtica verdad: “vamos partido a partido”, porque no es que seamos irregulares, es que hoy en día, cualquiera te puede ganar si no le encontrás una respuesta concreta al partido concreto que se te plantea con él.
En cambio esta tarde sí. Ésta puede ser una verdadera final anticipada, con lo que literalmente significa: el partido culminante de un torneo no terminado.