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¡Rey de América!

Fluminense se consagró campeón de América al vencer a Boca Juniors en tiempo extra. Cano y Kennedy marcaron para el campeón. Advíncula había empatado para Boca.




Los eufóricos jugadores de Fluminense festejan con la tan deseada Copa Libertadores, en el podio de los campeones en el estadio Maracaná. EFE/ Antonio Lacerda.


4 noviembre, 2023
Libertadores

El anhelo de la séptima, y el de la primera. Sueños tan lejanos, pero a la vez tan el mismo sueño. Llegaron con trayectos absolutamente distintos. Jugaron la final con planteos opuestos. La copa más importante del continente fue para uno. Para el otro, los lamentos.

 

El primer tiempo recibió a los dos equipos con propuestas absolutamente distintas. Por un lado Boca, con el coraje, la camiseta y la historia como únicos argumentos. Un 4-4-2 inamovible, de futbolito, y el intento de desbordes, mas algún que otro pelotazo largo a los delanteros, absolutamente aislados del resto del equipo. Como rival y contraposición, Fluminense: dinámico, alegre -brasileño-, con la pelota al ras del verde y los 11 participativos.

 

El xeneize no encontró forma de llegar al área rival, como cualquiera hubiese esperado con ese planteo. Lo que se podía de esperar del Flu también sucedió: Keno intentó una pared, le salió, ganó en velocidad y, ante el desmarque hacia atrás de Cano, cedió. Y Cano puso el uno a cero. Boca estaba sereno, ante un Fluminense que no se conformaba con el 0-0. Solo uno intentaba la victoria. Ese fue el que logró la ventaja. Fútbol: sencillo.

 

El segundo tiempo llegó sin cambios en los nombres, aunque sí en las actitudes. Boca reaccionó al resultado del marcador, mientras que Fluminense pareció conformarse; intercambiaron roles en cuanto al protagonismo. Los argentinos no mejoraron en atractivo, pero sí se animaron a intentar más. Y así llegó el gol: ante todo el equipo brasileño defendiendo de forma pasiva dentro de su área, Advíncula vio la posibilidad de enganchar hacia el medio y, con la menos hábil, sacar un latigazo al segundo palo. Y no fue gol, fue un golazo. Un 1-1 que ponía paridad y daba algo al partido que había perdido: atractivo.

 

Luego del empate, el partido se ensució más de lo que se podría esperar. Pero por una buena causa: por primera vez desde el inicio, ambos buscaron el protagonismo. Las lesiones trajeron cambios para ambos, lo que mantuvo la intensidad, aunque disminuyó el orden. Y con eso, aumentaron las precauciones. Ninguno de los dos volvió a tener una jugada clara de gol hasta la última del partido, donde no hubo cabeza en calma ni corazón latiendo. Luego de un gran pase filtrado para Diogo Barboza, el lateral izquierdo definió demasiado abierto hacia el segundo palo, lo que dio fin al tiempo regular.

 

En el tiempo extra, Boca estaba entusiasta, mientras que el Flu se mostraba bastante quedado. Pero si algo nos enseñó el gol de Advíncula es que el fútbol son momentos. A veces, en el fútbol, la diferencia se marca con destellos fugaces de belleza. A veces basta con un globo al “9”, con pivotear bajándosela un poco adelantada a la estrella y joven talento del equipo y con que, este, siendo un distinto, haga lo que hacen los distintos: inventarse un golazo con un latigazo desde afuera del área.

 

A partir de esto, al Flu le bastó con proponer el partido que había propuesto Boca en el primer tiempo: juego estático. Los locales se estacionaron en su cancha defendiendo el arco de Fábio y, Boca -que en los 100’ previos no supo recurrir a nada distinto al centro-, no encontró formas nuevas.

 

Fluminense se consagró como campeón de América por primera vez en su historia, luego del segundo puesto obtenido en 2008. Como representante de festejo para nuestro país en la consagración brasileña, en el banco de suplentes estuvo Leo Fernández, mediocampista ofensivo nacido en Fénix.