“Que todo sea para bien”, (Wimpi)
Los futurólogos y agoreros de por acá y acullá, dirán que ya sabían, que era obvio y predecían este inesperado final.
También señalarán, como es costumbre, conocer todo al detalle, como si estuviesen en Zurich y en la piel misma de Blatter.
Es un hábito, una propensión al “yoísmo banal”, muy de estos lares.
Si se está bien, con trabajo y buen pasar, “en algo anda …”.
Si está mal, “pobre, es un incapaz …”.
Así se juzga, groseramente, sin fundamento, muchas veces, a los personajes que están, como se decía antiguamente, en la palestra pública.
El éxito está sancionado por el odio y el rencor.
Y no es sólo por estos lares que ronda esa sombra de desprecio.
Está en la naturaleza humana.
Pero, en éste singular episodio, ocurrió exactamente lo inverso.
Cuando nada, ni nadie pensaba, intervino la justicia norteamericana y actuó con celeridad y severidad.
Y Blatter sintió el castigo. No pudo escaparse de la acusación mundial. Esa pesada carga de la investigación, del fraude, del lavado de activos, de gravísimas denuncias, de dirigentes presos, de toda una condena mundial por lo descubierto y comprobado.
Se va prudentemente, acaso, inesperadamente.
Por todo lo que había pasado, si continuaba en el cargo, a nadie iba a sorprender.
Pero, lo que no estaba en el orden del día, era su dimisión.
Algo sucedió “en la recua de carros que llevan la moneda a la Corte … ”
El renunciar era el verbo a conjugar. Lo solicitamos en un editorial anterior y vimos que muy equivocados no estábamos al conocer la opinión de Michel Platini, quien le sugirió este final, antes de la elección.
Era la conducta apropiada. Insostenible y acuciada situación, demasiadas dudas para actuar con tranquilidad en el gobierno de esta multinacional.
Dio el paso que debió dar antes, pero, vamos, ahora ya está. Se está yendo …
En el suelo, es la regla, no se toca a nadie.
Compleja decisión, pero correcta.
Tampoco se va herido, enfermo o en “situación de calle”, por favor, que quede claro.
Seguirán las investigaciones, continuará el proceso y veremos hasta donde llega la ley.
El organismo no es corrupto, los hombres sí.
Es momento de una profunda revisión.
“Que todo sea para bien”, decía nuestro genial humorista y escritor, Wimpi, el querido salteño, Arthur García Núñez.