Primer tiempo: De contrapié
Confirmando lo que anunció el técnico Tabárez y los jugadores, el equipo uruguayo inició la brega “con todo”. Adoptó una clara posición de protagonista llevando el fútbol a la zona defensiva de Venezuela. De acuerdo a lo señalado en el comentario previo, esta actitud me pareció perjudicial para el equipo oriental. Partiendo de mi pensamiento sobre la seguridad de que lo importante –antes que la victoria-, era mantener “el cero” en el arco de Muslera, esta intensidad con que los celestes inician el compromiso, podría resultar contraproducente a medida que transcurriera el tiempo. En una cancha con pasto alto, que “come piernas”, una salida a este ritmo resultaba negativa.
De este lapso quedó alguna llegada por ambos costados del equipo uruguayo; alguna intentona colectiva e, incluso, una acción profunda de Cavani que se “olvidó” de la pelota al iniciar el rush hacia el corazón del área.
Al arribar a los diez minutos los venezolanos marcaron su primera invasión con remate de Lucena (No. 14) desde fuera del área, tras una ejecución de pelota quieta que llegó al área desde la izquierda, siendo rechazada por un defensa uruguayo.
La incidencia fue el anuncio de una actitud diferente del equipo venezolano. Serenados sus nervios, colocaron la pelota contra el piso iniciando un circuito de toques en corto, en la mitad de la cancha, adueñándose de ese sector que los uruguayos controlaron desde el arranque. Un par de infracciones sancionadas por el juez brasileño Paulo Oliveira mostrando condescendencia con los locales, originó en una de ellas la primera jugada de real peligro. El fuerte remate de Arango, frontal y desde muy lejos, generó rebote en Muslera tras el pique de la pelota muy cerca suyo. Apareció providencialmente Godín para despejar el peligro enviando la pelota al córner.
La respuesta de Uruguay progresando por la banda izquierda con una buena intentona de Cristian Rodríguez fue un espejismo. Inmediatamente –cuando la aguja del reloj recorría el minuto 20-, apareció Rondón en todo su esplendor. Se vino de izquierda a derecha horizontalmente en la puerta del área grande, desparramó a Lugano que quedó fuera de acción en su intento defensivo y sacó un latigazo fuerte y bajo. Muslera envió al córner arrojándose contra el suelo.
La acción era el producto de lo que ocurría en el campo. Luego de los diez minutos iniciales de protagonismo, el equipo oriental adoptó una clara tesitura defensiva. Se dedicó a proteger su área rodeando a Lugano. Gargano continuó su excelente despliegue en tanto Ramírez destinó también sus esfuerzos a la contención. Esa actitud redundó en beneficio de Diego Pérez –perdido al principio porque tenía un “campo” que controlar y era tomada a contrapié-, sumando sus esfuerzos defensivos con acierto Cristian Rodríguez.
El partido quedó encuadrado en lo que expusimos en el comentario previo era lo más atinado. Cuidar el cero en el arco propio; apostar al empate y aguardar el acierto de un contragolpe para aspirar a la perfección. A lo óptimo. La victoria.
Las camisetas empapadas de los celestes eran la prueba del esfuerzo que realizaban derrochando energías para correr detrás de la pelota, cerrando caminos hacia el arco de Muslera. En la zona central, desde el comienzo sobresalía el ritmo y el accionar de Walter Gargano. Tanto en la recuperación de la pelota como en la prolijidad con que la entregaba buscando al compañero mejor ubicado. Así, de este modo y de sus pies, salió un perfecto pase hacia la derecha donde Edinson Cavani accionaba sin marca. La incidencia era una de esas típicas de contragolpe. Venezuela se lanzó a la ofensiva, se desprotegieron atrás y allí apareció la virtud de Gargano en la habilitación. Cavani controló sólo el esférico y mostró toda la calidad que tantas veces se le ha exigido que demuestre con la selección. Apareció el Cavani del Nápoles convirtiendo un “golón”.
Movieron. Venezuela quedó como esos boxeadores que quedan parados en el ring pero acusando el guantazo que le metió el oponente. ¡Y en la jugada siguiente estaba la definición del partido! Cristian Rodríguez robó otra pelota en la mitad de la cancha. Se mandó una patriada dejando gente por el camino, avanzando por la mitad del campo directo hacia el área enemiga. Cuando salió a marcarlo el último defensa venezolano, tocó perfectamente para Cavani que ingresaba solo por la izquierda. Estaba el segundo gol. Alcanzaba con pegarle al arco. El potente remate salió desviado cuando Forlán ingresaba sólo por la derecha reclamando a los gritos la pelota…
Uruguay se replegó. Era lo lógico. Venezuela se recuperó mentalmente del impacto recibido y recuperó una clara posición atacante y de protagonismo. Uruguay se abroqueló bien atrás, en la defensa. Diego Godín cerró espacios. Maximiliano Pereira dedicado únicamente a la contención clausuró su lateral y Cáceres aparecía con toda su exuberancia. En la mitad del campo se recuperaba Diego Pérez al tener mayor compañía y se mantenía en gran nivel la labor de Gargano.
Así llegó la gran jugada de Gastón Ramírez. Como Rodríguez antes, robó una pelota en el círculo central. La dominó y dejó a tres venezolanos sin asunto. Se proyectó recto al área y cuando el último defensa llegó a cerrarlo, tocó a su izquierda y dejó sólo a Forlán. Absolutamente sólo a Forlán. En otros tiempos, un par de años atrás, era jugar y cobrar. Diego le pegó a la pelota como venía, de zurda. Le “prendió” con todo. El remate se fue alto, demasiado alto.
Quedó tiempo, aún, para otra posibilidad para Uruguay. Forlán metió un pelotazo largo, desde el centro del campo para la penetración de Cavani a toda velocidad. El esférico le picó antes que el atacante del Nápoles pudiera dominarla, desviándose hacia la punta derecha.
Así llegó el final de la etapa cuando una lluvia torrencial comenzó a caer sobre el campo de juego. Con alguna escaramuza en la que intervino inútilmente Lugano, después de una acción fuerte de Lucena contra Diego Pérez, que originó la tarjeta amarilla del juez brasileño, culminó la etapa inicial.