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¡¡¡PIANTAO, PIANTAO, PIANTAO!!!




Daniel "Pistola" Marsicano. Su Dulcinea del Toboso, fue el club Progreso.


13 marzo, 2018
Columnistas

Hebert Revetria. Columnista

“Cuando de repente,
detrás de ese árbol, se aparece él,
Mezcla rara de penúltimo linyera
Y de primer polizonte en el viaje a Venus:
Medio melón en la cabeza,
Las rayas de la camisa pintadas en la piel,
Dos medias sueltas clavadas en los pies
Y una banderita de taxi libre
Levantada en cada mano”

¿Te reis?

¡¡Pero no lo vimos!!

Quizás los maniquíes, los semáforos,

Le tiraron azahares.

Nosotros no.

Daniel “Pistola” Marsicano. Su Dulcinea del Toboso, fue el club Progreso.

Vimos pasar una vida, y pienso que su cordura hizo que viviera a su manera, quizás fue un “Quijote”, el de los molinos de viento.

Pero los molinos fuimos nosotros.

Su  Dulcinea del Toboso, fue el club Progreso. Su pelea, los niños del club deportivo “El Arbolito”.

En la sede del club Progreso lo volví a encontrar otra vez, hacía tiempo que no lo veía, cuando jugaba contra su club, él estaba siempre alentando a su equipo, desde cualquier lugar de la cancha lo identificaba por su voz.

Una cena fue la excusa para juntar fondos para el Club Social y Deportivo Arbolito.

Mientras recuerdo escenas con Daniel Marsicano  “El Pistola”, centellazos de momentos compartidos.

“Noche de Llamadas” en el barrio Sur, el “Pato” Aguilera me había conseguido un lugar en un palco, y como todo uruguayo “garronero”, ahí estaba yo, iba caminando por la calle Gonzalo Ramírez casi calle Carlos Gardel, cuando de pronto veo a un hombre tirado, tomándose los pantalones, lo miro y le digo – “Pistola” ¿qué te paso?

Su pelea, los niños del club deportivo “El Arbolito”.

-Me robaron – responde

– ¿Quiénes? – Le digo, ayudándolo a pararse

– Unos muchachos, no pasa nada, estaban pidiendo para comer y yo les mostré un cambio que tenía ¿Qué más puedo tener? me manotearon y pensaron que tenía más dinero y me rompieron los pantalones, fue sin querer. Dejala por ahí no más. Ya está llegando un familiar y me vuelvo a la Teja.

Yo no lo podía creer, Lo habían robado y los perdonaba, en sus palabras no había ningún rencor – son chicos con necesidades – me decía.

-Tranquilo Hebert – me volvió a repetir.

De ese episodio han pasado muchos años, quizás casi la mitad de los años vividos, hoy lo estoy escribiendo y con mi mentalidad revanchista ¡¡Ojo por ojo!! No lo puedo entender.

Leo libros, he viajado, analizo las frases de Gurúes orientales, también los de Zaratustra el “Profeta”, y el “Pistola” Marsicano los venció a todos.

A los chicos del club Arbolito, les tenían algo en la mesa, sea la hora que fuera.

Siempre ayudando a los demás, a los jóvenes, sacaba aceite de las piedras, pero eso sí, a los chicos del club Arbolito, les tenían algo en la mesa, sea la hora que fuera.

Me crucé muchas veces con almas gemelas, en otras partes del mundo, pero él era URUGUAYO, nunca nos dimos cuenta, nunca lo valoramos.

Cuando empecé con la idea de contar anécdotas, compartí junto con un gran periodista y escritor, como es Joselo Olascuaga, lo comprendí en su dimensión.

¿Por qué? porque me describió su infancia. Simple, sin nada, con la picardía de la época, los sueños e ilusiones que alguna vez tuvimos.

“Tendríamos que tener dos vidas, una para equivocarnos y la segunda para vivirla”.

De esa charla en casa, después del trabajo, salió escrito por Joselo el libro “Vayan Pelando las Chauchas”. En ese momento ni pensaba en narrar en forma escrita todo lo que sentía de los protagonistas, yo preguntaba y Joselo se encargaba de dar forma a lo que iban narrando, era muy lindo mientras contaban reírme de sus historias.

Luis Garisto me decía -Hebert, aparte de nosotros no te olvides del “Pistola”, aunque no haya jugado futbol tiene más partidos que “Pele”, es un personaje del Montevideo antiguo, del niño de barrio, del potrero, estoy seguro que de historias tiene más que “Al Capone” – Jajajaaja

¡LOCO! ¡LOCO! ¡LOCO!

A los 9 años yo vendía los diarios, “La Tribuna”, el “Tiempo” ¡¡¡diario, diario!!! Tenía a medio barrio cansado de oír mi voz, también lo hacía en los ómnibus, los guardas y choferes habíamos creado un lazo te diría familiar. Por la tarde nos juntábamos en el campito, en aquellos tiempos se llamaba así a la cancha, porque era nuestra, del barrio, con la pelota de trapo, ¡¡¡Qué felicidad!! El viento de la Teja, la lluvia, golpeando nuestros rostros, el barro y los pies descalzos, teníamos uñas de acero, porque cuando le errábamos a la pelota y pegábamos contra una piedra, no se quebraban, eso sí, salía el aullido de los lobos, del dolor, pero eran 5 minutos, y seguíamos persiguiendo a la redonda.

¡¡El último gol gana!! Y ese gol nunca llegaba porque si lo hacían nuestros contrarios antes, ya habíamos cobrado un foul, una mano, o me pare porque me llamo mi papá.

-¡Me pegó en la mano!

– ¡¡No vale!!

Pisa la cancha “Doña María” y se para el partido,

-¡¡No vale!!

“Doña María” ya estaba a 2 cuadras.

¡¡Como mentíamos!! Y que bien que nos sentíamos, era normal, estaba dentro del juego, era parte del mismo.

Teníamos todo, no nos dábamos cuenta.

El campito del barrio fue muy importante para la cultura del deporte uruguayo.

Yo tenía 10 años cuando en el año 1951 fundamos el Club, le pusimos el Arbolito, por un Paraíso, un árbol que estaba en la calle Heredia frente a una carnicería, al lado de una bomba de agua que abastecía el barrio, a todos los que no tenían servicio de OSE, de esa manera llenaban los baldes para el uso cotidiano.

A los 9 años yo vendía los diarios, “La Tribuna”, el “Tiempo” ¡¡¡diario, diario!!!

Para comprar las camisetas hicimos una rifa, pusimos como 40 premios, ni vendiendo todas las rifas nos daba para comprarlos. Los premios salían con los números de quiniela.

A la hora del sorteo estábamos desaparecidos, por las dudas, por si alguien sacaba algo no nos encontrara.

Pero mi madre me gritaba, -¡Bebe! ¡Bebe! (así me decía), ¡la “Chola” saco la muñeca, que habla y camina!

-¡¡Decile que esta habla y corre, que se nos escapó!!

Doña “Chola” al final nos entendió.

¡DIARIO! ¡DIARIO! ¡DIARIO! ¡BOLETOS! ¡BOLETOS!

Cuando tuve que dar un examen para COPSA de guarda de ómnibus, ¡que lío se me armo! Me llevaron los guardas y choferes que me conocían de vender los diarios en los ómnibus.

Me pidieron hacer una prueba de cuentas y una redacción, ahí les tuve que confesar a los que me llevaron que no había terminado ni el primer año de escuela.

-No importa – me dijeron – lleva los papeles para tu casa y pedile a algún amigo que te los llene.

Se lo lleve al cura Manzi de Don Bosco, un amigo. Tenía la mejor caligrafía de la orden de los Salesianos.

Cuando el inspector de COPSA lo mira dice – ¿esto lo escribió el “Pistola? –

-Si – le responde el Fürher, (le decían así por el carácter) – después de vender los diarios, se va de noche a Don Bosco a estudiar ¡el muchacho quiere progresar!

Me dieron una línea a Jaureguiberry de pasajeros habituales, así que lo primero que hice fue preguntarles cuanto pagaban por el viaje, todos pagaron lo de siempre nadie me paso. Se me complicó una vez porque un pasajero iba a Santa Ana y no sabía el valor del boleto cuando le pregunte, como lo conocía de haberle vendido un diario, le dije que pasara sin ningún problema, no le cobré, eso sí, le vendí un diario.

-¿Cómo le vendiste un diario? – le pregunto –  ¿Si sos el guarda?

-Lo que pasa es que el primer mes tuve que hacer las dos tareas, porque en COPSA  no cobraba hasta fin de mes, ¿con que aguantaba la olla? entonces cuando estaban los pasajeros habituales, salía el canillita ¡diarios! ¡Diarios! ¡Acción”, “Plata”, “El Diario”! les gritaba desde el asiento del guarda.

El primer inspector que me toco era un amigo, no había problema. Me pregunta. -¿En qué kilómetro vamos?

Y… si no vamo’ en el veinte, vamo’ en el treinta – le respondo.

-No jodas “Pistola”, presta atención.

-¿Cuánto cuesta el boleto a Jaureguiberry?

– Que te voy a cobrar a vos si sos mi amigo, si sube mi viejo ¿qué queres que le cobre? El inspector me dice -¡¡”Pistola”!! Mira que conmigo no pasa nada, pero  vas a tener problemas cuando suba “el mano negra”.

Era el inspector más temido por los guardas, no se le escapaba una. Yo sabía que era cuestión de tiempo para que eso sucediera; hasta que llegó ese día, se sentó al lado mío y me pidió la planilla,  era ilegible, imagínate, era un jeroglífico lo que le entregué, había que traer un perito caligráfico. Se sentó al lado mío y viajo unos 50 kilómetros hasta la Floresta, me enseñó a llenar las planillas y lo que yo pensé que era mi fin fue un comienzo.

“Que te voy a cobrar a vos si sos mi amigo, si sube mi viejo ¿qué queres que le cobre?”

LA GRANJA DE CLETO

La granja de Cleto, estaba frente al control, en  Mercedes y  Agraciada, era enorme; el 31 de diciembre del ’50 salí como siempre de madrugada a vender los diarios, tenía que hacer algún peso para llevar a casa, sino esas fiestas las pasaríamos con el estómago vacío. Me encuentro con Cleto, que era yerno de Germán Barbato, Intendente de Montevideo.

Me dice -¡¡“Pistola”!! Te queres ganar unos pesitos de cadete, hoy hay mucho trabajo y te podes rebuscar.

-Si – le  dije y largue todo para comenzar la tarea asignada.

Como era un día de fiesta, Cleto me dice -podes quedarte y cerras que yo me voy antes – me paga por el jornal trabajado, dos pesos con cincuenta.

Pensé “Pah, ¡eso no me da ni para un pan dulce!”

-¡Cleto!- le digo -¿Podría hacerme un surtido y te lo pago con jornales el año que viene? falta un día.

-Si “Pistola”, lleva lo que quieras.

¡Para que dijo eso! Penal a favor en el último minuto y encima en el alargue jajaja. 11:30 horas, media hora antes de cerrar, llamo a un taxi de la parada de Rio  Negro, lo llene hasta el techo, creo que si respiraba no entraba yo.

-Heredia 4274, LA TEJA – Le digo.

Esa noche sí hubo comida, y nos duró un mes más o menos.

No lo vi más a Cleto, imagínate que si tenía que pagarle lo que me había llevado, trabajaría por lo menos un año sin cobrar un  peso.

Hasta que un día, sube al ómnibus Cleto, me zampe la gorra hasta la nariz y miraba para un costado, me hice el boludo y no le cobre.

De reojo lo miro y veo que desde su asiento me reconoce, entonces me le adelanté, – ¡Mira que me explotabas vos eh! ¡Me hiciste trabajar más de veinte horas por dos guitas eh! – le digo

-¡PERO VOS ALGUNA COSITA TE LLEVASTE, “PISTOLA”!

Esa frase quedó instalada en COPSA, cuando alguno se queja sin razón, le dicen
“¡Pero vos alguna cosita te llevaste, “PISTOLA!”

“Mesclao con Stavisky va Don Bosco

Y “La Mignon”

Don Chicho y Napoleón,

Carnera y San Martin”…

¡¡¡SIGLO VEINTE!!!