Período de pases
Para el hincha, el período de pases tiene la magia de volver a sentir en parte, aquella deliciosa sensación infantil, de cambiar figuritas jugando al álbum de los planteles.
Para el club, en este período se empieza a ganar o a perder el siguiente campeonato, a definir el ascenso o el descenso, en la tabla o de divisional.
Para el entrenador suele ser un momento de toma de decisiones, a veces ingratas y de recibir respuestas, a veces negativas.
Para el jugador puede ser la montaña rusa.
Para el representante del futbolista es el período de la zafra; alguno es consciente de que si defiende a quien representa, su trabajo consiste, nada menos, que en disminuir plus valor; algún otro sólo trata de defenderse a sí mismo.
Al periodista quieren hacerle creer que lo suyo es simplemente arriesgar sus pretendidas adivinanzas sobre si gana más Nacional con Abreu, Peñarol con Amado, Defensor con el “Nico” o Danubio con Canobbio y así…
El periodista tiene archivo para comprender las novedades y explicarlas en sus mayores consecuencias, arriba y abajo.
Uno de los motivos fundamentales del desarrollo del fútbol como actividad económica y comercial, fue que los futbolistas destrabaron el desarrollo de sus fuerzas productivas incidiendo, precisamente, en el reglamento de los períodos de pases.
Hoy, en los nuevos estatutos de FIFA, la aplicación de la libertad de los jugadores sin contrato obtenida por los gremios internacionales de futbolistas, apoyando casos judiciales de jugadores rebeldes, vino a sumarse a la obligatoriedad de hacer contratos acordes a la cotización que se da al jugador. Mejoraron así, tras décadas de lucha, los ingresos de los futbolistas promisorios, y lograron, también, contratos más largos y mayor estabilidad laboral de todos los puestos de trabajo en el fútbol.
En Uruguay el más reciente paso en ese sentido se dio en octubre de 2005, con la libertad de Cristian Rodríguez y Carlos Bueno, pero hace más de setenta años, este conflicto de intereses hizo eclosión en el mundo, inaugurando el desarrollo del fútbol profesional tal como hoy lo conocemos.
Primero fue Italia en la inmediata posguerra de los años cuarenta del siglo pasado, luego fue Argentina el escenario de batalla. El debate llegó hasta el teatro cuando Agustín Cuzzani estrenó en Buenos Aires El centreforward murió al amanecer. Por indicación del autor, el protagonista aparecía en escena encadenado, para patentizar su condición de esclavo del club.
En Montevideo, los dirigentes ponían el grito en el cielo ante las reivindicaciones de libertad contractual de los futbolistas, que en 1948 declararon la huelga -siguiendo el movimiento de italianos y argentinos-. “Se va a terminar el fútbol”, “esto es lo más grave que ha ocurrido en el más popular de los deportes; el gobierno debe intervenir”, “un disparate del que los clubes tienen que defenderse por todos los medios”. Todo el periodismo, unánimemente según Obdulio Jacinto Varela, respondiendo a los medios que respondían a los políticos que respondían a otros intereses (o en todo caso todas las respuestas coincidían), estuvo en contra de aquella huelga. “Los periodistas se metieron en mi vida privada, me atacaron mucho durante la huelga de jugadores porque ellos le hacían el juego a los clubes. Yo decidí vivir mi vida y rompí con ellos” declaró Varela.
La prensa (que en aquellos años sin televisión, era más poderosa que hoy) estaba dividida según sus posiciones políticas, igual que siempre. La que respondía al gobierno (principalmente el diario El Día) apoyaba a los dirigentes, que estaban presididos por el hijo de José Batlle y Ordóñez, César Batlle Pacheco. Los opositores al gobierno, El Diario de la noche y El País, fueron más fieles a los hechos y hubo brillantes periodistas a favor de la huelga. Destaca por sobre todos Julio Suárez, “Peloduro”, con sus punzantes y muy connotadoras caricaturas contra César Batlle. A tres días de declarada la huelga, Peloduro dibuja al Presidente de la AUF con una banda cruzada sobre su traje con la inscripción “democracia”, disputando la pelota con un futbolista cruzado con la banda “libertad”; rodeados por huelguistas y represión policial. Al pie del dibujo: “Si el fútbol, cual dice El Día, es libertad y democracia, que ellas están en la vía dice la huelga ¡Oh, desgracia! (Con César, ¿Quién lo diría?)” y antes, un futbolista acostado y el Presidente desairado, “dice el player en reposo que haga juego el Presidente; si en política tuviera igual poder que en deporte, a otro partido fundiera…” (alude aquí al enfrentamiento de César con su primo Luis Batlle Berres, quien ya le había sacado ventaja, por la hegemonía en el Partido Colorado; implacable y certero el “Mono” Suárez, con su fino bisturí). Entre los pocos cronistas que apoyaron la huelga descollaba Diego Lucero (Luis A. Sciutto) desde Buenos Aires y en Montevideo DAVY (Dionisio Alejandro Vera).
Fue un duelo a muerte. Los jugadores pararon el fútbol desde octubre de 1948 a mayo del 49 y al final salieron con un estatuto del jugador que logró impedir abusos atroces. A saber: antes, el futbolista que se enrolaba en un club era retenido de por vida. Si lo transferían no recibía un peso. En caso de un pase al extranjero, cuando retornaba –así pasasen los años que pasasen–, automáticamente seguía perteneciendo al club de origen, pudiendo éste repetir cuantas veces quisiera el procedimiento. La rescisión de contrato unilateral por el club era de uso corriente. El club era la única parte en “apreciar y decidir” sobre una hipotética falta de rendimiento del jugador, cobrándosele sus emolumentos por el resto de la temporada. El fichaje era indiscriminado e ilimitado. Tomemos ejemplos contundentes: Nacional, en su Memoria de 1948, publica una extensa lista de jugadores retenidos, ascendiendo estos a un total de ciento cuatro. Por su parte, Peñarol, en sus Memorias de los años 1946, ’47 y ’48, discrimina de la siguiente manera: “Pases concedidos en préstamo por el club: setenta y siete en el ’46; ciento treinta y cuatro en el ’47 y ciento dieciséis en el ’48. Dentro de las docenas y docenas de fichajes, la mayoría de ellos no habían podido actuar ni integrar activamente los planteles de los clubes. En caso de que el jugador, consciente de su frustración y relegamiento, quisiera buscar destino y futuro en otra institución, al club de origen, para negarse a “largarlo”, como recurso le bastaba citarlo solamente cinco veces al año, por intermedio de la prensa, reteniéndolo indefinidamente por los tiempos de los tiempos. De esta forma “acreditaba su interés en utilizarlo” y si el jugador se negaba a aceptar cualquiera de estas condiciones, era declarado “en rebeldía”: por cinco no podía jugar en ningún club profesional.
Obdulio Jacinto Varela da cuenta en entrevista que le realizó Osvaldo Soriano para La Opinión de Buenos Aires, de aquella realidad: “un día (los dirigentes del Deportivo Juventud) me avisaron que me habían vendido a Wanderers por 200 pesos. Sin preguntarme nada, me vendieron como si fuera una bolsa de papas”. Ahora, gracias a Obdulio Varela y a sus líderes y compañeros huelguista (entre quienes se destacaron Enrique Castro, Alberto “Cacho” Vázquez y Dalton Rosas Riolfo -y también gracias a Cristian Cebolla Rodríguez y Carlitos Bueno, que litigaron judicialmente-), la realidad ha cambiado bastante.
Ahora a los futbolistas, los dirigentes tienen que preguntarles. Los futbolistas pueden decir que no, que no firman contrato si el mismo no es acorde con las cifras que el club pide por ellos y también pueden no aceptar ser transferidos al exterior por sueldos menores a los que tienen por testigos. Y al jugador le corresponde el veinte por ciento del monto del pase. Los clubes ya no pueden declararlos en rebeldía (entre 1949 y 2005 pudieron dejarlos dos años sin jugar si se negaban a firmar) y optan generalmente por lograr acuerdos para contratos largos.
Claro que no todo ocurre bajo palio, tampoco en la actualidad. En este período de pases que recién promedia, así como pudimos dar cifras importantes de futbolistas y clubes, con transferencias decisivas para ellos y para los próximos campeonatos, también tuvimos que informar de jugadores que, aún en plena capacidad de actuar, tendrán que buscar nuevos contratos en situaciones menos ventajosas.
Hasta los más crack alguna vez bajan los brazos. Recuerdo al mellizo Barros Schelotto en un partido de Boca en que no le salía nada e hizo un gesto de desaliento, que la cámara siguió en panorámica hacia su Director Técnico, Carlos Bianchi, quien había salido del banco y, acercándose a la raya, por toda indicación le hizo una pregunta:
-Guillermo, ¿y el orgullo?
Para este flamante 2013, ¡A la gloriosa Mutual Uruguaya de Futbolistas Profesionales, salud!, pero no olvidemos que aún está pendiente de logro, la primera reivindicación de los futbolistas que, en rigor, fue levantada por el “Ñato” José Pedreira, jugador de la Institución Atlética Sud América, en 1930, cuando el gremio se reunió en la calle Yacaré por cuestiones administrativas (entradas para los partidos del mundial) y Pedreira reivindicó el “asueto dominical para los futbolistas”.