Obdulio levantó a Ghiggia en andas al terminar la final de 1950 y le dijo al oído: “Negro, por vos ganamos la Copa; fuiste el mejor jugador del mundial”
Presentamos a continuación la biografía más completa y detallada que pueda escribirse de Alcides Edgardo Ghiggia. La pluma de Atilio Garrido, quién lo conoció profundamente y que también estudio a fondo toda su trayectoria de manera minuciosa, contribuye a la historia del fútbol mundial con este aporte que sigue a continuación. Garrido, junto con Joselo González, escribieron el libro “El Gol del Siglo”, que apareció en el año 2000. Los cibernautas encontrarán aquí la historia corregida y fidedigna, de quién silenció Maracaná el 16 de julio de 1950.
Escribe: Atilio Garrido
Alcides Edgardo Ghiggia nació el 22 de diciembre de 1926, en un hogar de clase media baja de Montevideo, en la calle Cornelio Cantera y Jaime Cibils, a dos cuadras del famoso Parque Central, en el corazón del barrio La Blanqueada. Su padre –Alfonso-, era argentino, nacido en Tucumán, ciudad de la declaratoria de la independencia argentina. La madre provenía de Nico Pérez, pueblo del departamento de Florida, donde nació Wilson Ferreira Aldunate, el caudillo del Partido Nacional de la décadas del setenta y ochenta.
-“Yo me revolvía en todos los todos los deportes –me contó Ghiggia a los 78 años, en su modesta casita de la ciudad de Las Piedras, departamento de Canelones, a 20 quilómetros de Montevideo-. Era muy ligero pero principalmente saltaba muy bien y muy alto. Como a la vuelta de mi casa estaba el Parque Central empecé a jugar al básquetbol en Nacional y me quisieron fichar en las divisiones inferiores de fútbol después que me probé en un llamado a aspirantes realizado por los diarios. Mi hermano mayor, Rubens, no me dejó porque decía que para triunfar en el fútbol tenía que empezar en un cuadro chico, donde se podía jugar, porque en los grandes eran todos fenómenos y resultaba imposible ganarse el puesto. En 1944 el mismo Rubens me llevó a Sud América, que era el club que quedaba más cerca de casa, después de Nacional. Me probé y me ficharon enseguida para jugar en 4ª. división. Tenía 17 años”.
El destino quiso que en ese momento también llegaran a Sud América de la misma forma, varios muchachos que harán historia. Oscar Omar Míguez, hijo del gallego propietario de un tambo en la calle Isabela a metros del entonces llamado Camino de los Propios (actual Bulevar José Batlle y Ordóñez). Míguez fue a probarse en un llamado a aspirantes a la cancha de Sud América que le quedaba a pocas cuadras de su casa. También llegó en ese momento Antonio Sacco y el negro Juan Burgueño, que provenía del Sportivo Chivero, club de la División Extra de la AUF.
Burgueño (04/02/1923) era mayor. Les llevaba tres y cuatro años a los otros tres botijas, que fueron incorporados a las “divisiones inferiores”, como se decía entonces a las hoy pomposamente denominadas “formativas”, mientras el negro se sumó al plantel de 3ª. división, escalón previo al grupo de jugadores con el que se formaba el equipo de Primera División y el de la Reserva.
-“En la Cuarta practicábamos una vez por semana. Los jueves –recordaba Ghiggia-. Sólo nos pagaban por partido ganado. Era poca plata. Yo jugaba de centrofóbal y de puntero derecho el Omar Míguez, con Sacco de entreala. A pesar de que yo tenía un físico chico, me destacaba por el salto. Venían los centros y no perdía una. En los córners no me ganaban. Saltaba y cabeceaba muy bien. Por eso me ponían de centrefóbal. Hasta que un día, el ‘Tito’ Lacoste que fue un dirigente de Suda América de toda la vida, que iba a las prácticas y a los partidos, agarró al entrenador y le dijo: ‘los botijas están cambiados. Ghiggia tiene que ir a la punta y Míguez al medio’. Y así fue. El entrenador le hizo caso y se armó la línea delantera. En la cuarta nos rompíamos todos, pero nos goleaban. Era imposible ganarle a Nacional o Peñarol. Al año siguiente nos pasaron a todos para la Tercera Especial. Estaba el ‘Cumba’ Burgueño, Altez, Laferrara, los hermanos Argibay, Ricardo y Luis. Yo debuté en la Tercera Especial en 1945. Formamos una delantera donde nos entendíamos de memoria. Yo, Sacco, Dalmao, Burgueño y Míguez. En ese órden, con Míguez de puntero izquierdo. Anduvimos bien, aunque ese 1945 fue un año negro para Sud América porque descendió. En 1946 jugamos en la B. Subieron al plantel principal a Dalmao y Burgueño. El negro anduvo muy bien, hizo un gran torneo. Nosotros, con Sacco y Míguez pasamos a la 3ª. división donde realizamos una muy buena actuación. Seguíamos cobrando por partido ganado. En 1947, cuando empezaron a formar el plantel para la temporada en la B, nos llamaron a nosotros –a Omar, a Antonio y a mí—, y empezamos a practicar en el primer equipo. Tenía 20 años recién cumplidos. Estábamos entrenando cuando vino un viaje a Buenos Aires para jugar ante Atlanta, un partido originado por la transferencia de Burgueño a ese club”.
“GIGLIA” JUEGA EN EL DEBUT DE ADOLFO PEDERNERA EN ATLANTA
La verdad histórica agrega datos de importancia perdidos en la memoria de Ghiggia y casi desconocidos cuando se traza la biografía de quién, poco tiempo después, ingresaría en la historia del fútbol mundial como “El héroe de Maracaná”.
“La Comisión Directiva de Sud América consideró un planteo de Atlanta de Villa Crespo, para la compra de Juan Burgueño, Antonio Sacco y Giglia. Resolvió solicitar 20.000 pesos por Burgueño, una cifra parecida por Sacco y 12.000 pesos por Giglia” (El Diario 07/03/1947). Desarrolladas las negociaciones, el club argentino adquirió solamente a Burgueño. El pase del uruguayo se inscribió dentro de una revolución, que en el comienzo de esa temporada, produjo esa institución al lograr la transferencia de Adolfo Pedernera de River Plate. Fue uno de los grandes jugadores de toda la historia del fútbol argentino, por quién se pagó la suma récord hasta entonces, de $ 140.000. Empujado por la billetera del Presidente Alberto Chissotti, millonario propietario de la empresa que elaboraba la entonces famosa grapa que llevaba su nombre, dispuesto a armar un equipo sensación y de estrellas, además de esas dos adquisiciones, logró otras transferencias de los jugadores más destacados de la temporada anterior en la Argentina. Así fue como pasaron a Atlanta el arquero peruano Soriano, el half Corvalán y el wing Deambrosi, que actuaban en River Plate junto con Pedernera; el back Higino García y el centro delantero uruguayo Florencio Artigas ambos de Tigre; el eje medio de Ferrocarril Oeste, Santamaría; el delantero de Estudiantes, Desagastizábal; el puntero derecho de San Lorezno, Antuña; los delanteros Donnola de Temperley y Bassino de Quilmes y el eje medio de Racing, Strembel. En total, Atlanta invirtió 550.000 pesos. ¡Una fortuna! Como lo señaló Ghiggia, el club de Villa Crespo organizó un partido ante Sud América en el cuál debutaría nada menos que Adolfo Pedernera. El 3 de abril, con 10.000 personas en las tribunas, Atlanta le ganó a Sud América 3:2. El estreno de Pedernera no se produjo. El ídolo manifestó que primero quería familiarizarse con el juego de sus nuevos sus compañeros. La delantera de Sud América formó con Giglia, Sacco, Dalmao, Barreto y Hernández. Los goles naranjitas los marcaron Hernández y Sacco. El cargo de director técnico de Atlanta lo desempeñaba Bartolomé Macías. Famoso ex árbitro argentino en las décadas del veinte y el treinta, en ese partido le vio condiciones al wing derecho de Sud América y pidió a los dirigentes si el pibe podía realizar una prueba en el equipo de Villa Crespo. Ese wing tenía 20 años recién cumplidos. Era un “ilustre desconocido” en el propio Uruguay.
El domingo 6 de abril de 1947, una multitud llenó las tribunas de la cancha de Ferrocarril Oeste, en aquel entonces una de las más amplias de Buenos Aires para presenciar el enfrentamiento amistoso entre Atlanta e Independiente. “La expectativa por ese partido podía expresarse en un solo nombre: Adolfo Pedernera. Nunca, en la historia del fútbol argentino, se había registrado una transferencia de tal magnitud, tanto por la persona del transferido, cuando por la extraordinaria suma abonada por el instituto bohemio. Fuera de esa atracción existían también otras: la presentación de Independiente que siempre arrastra tras si a una considerable masa de aficionado, y la presentación de Atlanta, aparte del ex eje riverplatense, de otros cuatro nuevos valores, entre los cuales se contaba el uruguayo Burgueño. Atlanta formó con Carletti; Higino García y Kauffman; Corvalán, Espinosa y Bertarelli; Giglia, Desagastizábal, Pedernera, Burgueño y Deambrosis. Independiente lo hizo con Simonetti, Barraza y Novo; Sastre, Castro y Battagliero; Camacho, De la Matta, Deleva, Mario Fernández y Murín (…) Hasta los 65’ el partido fue parejo. Abrió la cuenta a los 26’ Mario Fernández para los rojos; igualó Demabrosis cinco minutos después; en la primera jugada del complemento volvió a desequilibrar Mario Fernández y el uruguayo Burgueño empató. Desde ese momento Independiente se floreó y redondeó el contundente 5:2 con goles de Camacho, Deleva y otra vez Mario Fernández” (El Diario 07/04/1947).
“Me querían probar a mí y a Antonio –contó Ghiggia-. Sacco no agarró viaje y retornó con el resto del plantel a Montevideo. Yo me quedé y jugué en ese partido donde debutó Pedernera. Era un monstruo, una estrella del fútbol de América y del mundo con una gran experiencia. Yo no convencí y me mandaron de vuelta a Montevideo”.
Al menos, de éste hecho histórico quedó un documento que nunca se publicó en los diarios uruguayos y que hoy ve la luz. ¡La fotografía de la delantera de Atlanta de aquella tarde!
Estos dos encuentros internacionales marcaron el extraño debut de Ghiggia en Primera División. Lo hizo a ese alto nivel y en Buenos Aires, antes de estrenar en Montevideo en el equipo principal del club de Villa Muñóz.
“Retorné a Sud América y aunque jugué algunos partidos en el campeonato de la B de 1947, no fui titular en el equipo principal. Lo mismo le pasó a Míguez y a Sacco. En este año Antonio casi no jugó”.
GHIGGIA NO PASÓ A PEÑAROL JUNTO CON MIGUEZ Y SACCO COMO NORMALMENTE SE DICE
La deformación de los hechos a través de algo inexacto repetido hasta el cansancio, suele ser común cuando se hace referencia al pasado sin el rigor de la investigación. Se construyen, de esta forma, mentiras verdaderas. El estudio detenido de la documentación existente, permite llegar a la verdad histórica. Se ha dicho y afirmado hasta el cansancio que Míguez, Ghiggia y Sacco pidieron pase juntos, el mismo día, de Sud América para Peñarol.
El 15 de marzo de 1948, último día para transferencias en la AUF de los jugadores que quedaban habilitados para actuar en Primera División en esa temporada, solicitaron pase para Peñarol un lote de jugadores. El consagrado insider Juan Pedro Riephoff de Rampla Jr; Noel Del Horno, joven centre-half que apareció como revelación en Racing –Peñarol buscaba un reemplazo posible para el ya veterano Obdulio Varela de 30 años-; y los juveniles Oscar Omar Miguez, Antonio Sacco, Julio S. Rolfi y Osvaldo Belhomo, todos integrantes de la 3era. división de Sud América en la Divisional B.
El sábado 3 de abril de 1948, en un partido amistoso y típico de preparación para la temporada, contando con las figuras que no integraban la selección, Peñarol le ganó 5:0 a Racing también en el Estadio Centenario. En ese encuentro, sin ningún tipo de publicidad ni anuncio previo, debutó en primera división un jovencito desconocido: Oscar Omar Míguez. Ese muchachito ni siquiera soñaba con lo que le deparaba el futuro; ni con la incidencia que su aparición impondrá en el sistema de ataque de Peñarol e inmediatamente del combinado. Apenas dos años y un puñado de meses después, será junto con Ghiggia, las grandes revelaciones de la Copa del Mundo de 1950 y concretarán un récord hasta hoy inigualado por ningun otro futbolísta.
El director técnico de los aurinegros, el escocés Randolph Galloway, integró el equipo con Dimitrio, Bonelli y Del Horno; Juan Carlos González, César Rodríguez y Etchegoyen; Delle Ducca, Juan Alberto Schiaffino, Míguez, Agnesse y Ernesto Vidal.”El centro delantero Miguez, que este año ha ingresado a Peñarol y que procede de Sud América, mostró interesantes condiciones; veloz y entusiasta en sus desplazamientos, no perdió ocasión de probar fortuna desde cualquier posición, conquistando tres de los cinco goles que logró el decano” (El País 04/04/1948).
LOS PRIMEROS PASOS DE OTRO DESCONOCIDO: “GIGLIA”
El hombre de nuestra historia continuaba perteneciendo a Sud América. Prueba de ello es que el sábado 10 de abril de 1948, quien continuaba siendo Giglia para el periodismo, integraba el equipo principal de Sud América en un partido amistoso ante Wanderers en el Parque Viera. Se vendieron 280 entradas y se recaudaron 120 pesos. Ganaron los bohemios 4:3 con los detalles siguientes: Wanderers: Carvidón (45’ Blanco), Larrea y Arrascaeta; L. Perez (66’ C. Rodríguez), García y Sagastume; Viciedo, Sigliani (45’ Giovanola), Cluzet, Galeano Acebedo y Escobar (45’ Calvero). Sud América: Traverso; Testa y Molto; Oroño, Oscar Díaz y Fleitas; Maidana, Giglia, Bordoli, M. Fernández y Villarreal. Goles: 27’ y 28’ Cluzet (W), 29’ Viciedo (W), 67’ y 72’ Fernánnez (SA) el segundo de penal, 76’ Galeano Acevedo (W), 78’ Portillo (SA). Fue el primero y también el último partido de Ghiggia con la camiseta de Sud América en primera división, integrando el equipo principal…
El domingo 18 de abril de 1948 se inició el desempate del segundo lugar de la tabla de posiciones de la Copa Uruguaya de 1947, igualado entre Peñarol, Defensor y Rampla Jr. Esa tarde, en el Estadio Centenario, los violetas le ganaron a los aurinegros 3:1. Apenas pasado el mediodía de ese domingo, “Tito” Lacoste -en aquel momento dirigente de Sud América-, fue hasta la casa ubicada en la calle Cornelio Cantera casi Jaime Cibils, donde vivía el botija de 21 años que aparecía en la prensa como Giglia.
-¿Almorzaste?, le preguntó Lacoste.
-Sí, respondió lacónicamente Alcides.
-Bueno, vamos ahora para el Estadio que vas a jugar en el preliminar con Peñarol, le dijo el dirigente.
El muchacho entró a la casa a buscar los zapatos de fútbol y le dijo al padre:
-¿Sabés a donde voy? Vayan para el Estadio porque voy a probarme en Peñarol.
Alcides Edgardo Ghiggia colocó los botines en un bolsito de tela, como se usaba en aquellos tiempos sin utilero, donde los jugadores portaban su propia herramienta de trabajo y se fue caminando con Lacoste rumbo al Estadio Centenario. Pocos minutos después, el padre y la madre emprendieron el mismo camino…
En el partido preliminar Peñarol le ganó 10:1 a Colombes, un equipo amateur. En el primer tiempo, que finalizó 6:1, los aurinegros formaron con Pereyra Natero; Bonelli y N. Rivero; Fernández, César Rodríguez y Prais; Pinasco, Manuel Vidal, Raúl Schiaffino, Riephoff y Bello. Para la segunda etapa realizó varios cambios integrándose el equipo con Dimitrio; Tejera y Possamai; Fernández, Muiños (el hermano de Obdulio Varela) y Esteban Da Silva; Giglia (nuevamente así lo escribió “El Diario” de esa noche), Agnesse, Miguez, Riephoff y Villamide. En este período complementario no anotaron goles ni Míguez, ni Giglia…
En esos 45 minutos en que actuó Ghiggia, su labor fue convincente. Galloway, quien observó desde la platea el cotejo, aprobó su actuación. Lo citaron para rendir otra prueba en una práctica con el plantel principal aurinegro, que se llevó a cabo el miércoles 21 de abril.
EN 1948 GALLOGAY PENSABA EN GHIGGIA, PERO…
En las últimas horas de la tarde del jueves 22 de abril de 1948, en las oficinas de la Asociación Uruguaya de Fútbol, pidió pase Alcides Edgardo Ghigga de Sud América para Peñarol. La transferencia se hizo en trueque. Junto con Ghiggia solicitó transferencia para Sud América, el atacante Washington Díaz que pertenecía a los aurinegros. Al día siguiente, en un minúsculo espacio perdido dentro de aquellas inmensas hojas tipo “sábanas” de entonces, aparece en el “El Diario”, dentro del texto donde difunde la nómina de todas las transferencias, la simple información: “Giglia a Peñarol”. Veinticuatro horas después integró el plantel principal de Peñarol que finalizó su preparación para debutar en el Torneo Competencia ante Danubio. Existen versiones que afirman que después de observar el juego de Ghiggia, el técnico Galloway quería dispensarle el mismo tratamiento que tuvo con Míguez. Es decir confirmarlo como titular en el equipo principal de Peñarol por encima de José Ma. Ortíz y Julio César Britos. Pero… ¿qué ocurrió? Reglamentariamente Ghiggia no quedó en condiciones de defender a Peñarol en primera división debido a que solicitó transferencia después del 15 de marzo, fecha del cierre del libro de pases.
A raíz de este impedimento Ghiggia fue bajado del plantel superior. Se integró al núcleo de la entonces famosa 3a. división especial. En ese ámbito, oficialmente debutó con la camiseta aurinegra, el sábado 15 de mayo de 1948, al iniciarse el Campeonato Uruguayo del sector, con la victoria de Peñarol 9:0 sobre Miramar. Esa tarde, en “Las Acacias”, los aurinegros formaron con Dimitrio; Varela y Figueroa; Martínez, Gamarra y Fernández; Ghiggia, Víctor González, Ayala, Agnesse y Barrios. El apellido de quién en poco tiempo se convertirá en “El héroe de Maracaná”, se escribió de manera correcta en la prensa, aunque al año siguiente, aú sin haber adquirido notoriedad, volverá a ser Giglia…
El primer gol convertido en Peñarol llegaría a los 45’ del partido jugado por la tercera fecha del Campeonato Uruguayo de la 3ª. División Especial. Lo marcó el sábado 29 de mayo, en Sayago, ante Racing. El partido lo ganaron los aurinegros 6:1.
Hasta la huelga de jugadores que se decretó en octubre de este año 1948, Ghiggia alternó entre la 3ª. Especial y algunos partidos en la Reserva. El 11 de julio, en el último encuentro del Torneo Competencia, ante Rampla Jrs. integró el equipo de esa divisional con Dimitrio, Tejera y Rivero; Coulturi, Fernández y Del Horno; Ghiggia, Sacco, Nicolás Falero, Lorenzo Pino y Villamide. Reglamentariamente podía militar en el primer equipo a partir de la segunda rueda de la Copa Uruguaya. La huelga impedirá que ello ocurra.
DEBUTÓ EN PEÑAROL ANTE SUD AMÉRICA
Ghiggia debutó en el equipo principal de Peñarol el 15 de mayo de 1949, pocos días después que se levantó el conflicto con los jugadores, tras una larga paralización. Justamente el estreno lo hará ante sus antiguos compañeros de Sud América. El triunfo 5:1 contundente de los aurinegros, con tres goles de Míguez y los dos restantes de Ghiggia y Vidal, no sólo motivaron la publicación en “El Diario” de la primera fotografía de la historia de la línea delantera, sino también los más elogiosos comentarios que se repetirán a partir de ese momento:
“Sus ataques, bien planteados e incisivos, fueron lo mejor del espectáculo; sus forwards exactos en sus maniobras individuales, precisos en los pases los insiders, con un centro delantero siempre buscando el gol y muy hábil en el remate de las jugadas y dos punteros ‘especialmente Vidal’ veloces y prestos para colaborar en cuanta ocasión sus servicios fueron requeridos, consiguieron conformar un todo armónico y peligrosos que creó continuos problemas a la defensa de los de Villa Muñoz” (El Diario 16/05/1949).
Aquella lotería de Peñarol significó un mojón histórico que marcó un codo, un ángulo de 45 grados en la trayectoria negativa que Peñarol experimentaba frente a Nacional desde 1946. Dirigido por el húngaro Emmérico Hirschl, nacía “La Máquina de Peñarol de 1949”. Ganó invicto los tres campeonatos de la época (Copa Competencia, de Honor y Copa Uruguaya), con aquella delantera que aún hoy se recuerda de memoria: Ghiggia, Hohberg, Míguez, Schiaffino y Vidal.
EL “CASO GHIGGIA” SUPERA A PELÉ Y MARADONA
El pequeño wing derecho. y el habilidoso y goleador centro delantero, que nacieron juntos en el fútbol de la AUF, enfundados en las anaranjadas camisetas de Sud América, compartirán un registro mundial único, inigualado y muy difícil de superar en el futuro,, en la historia de la Copa del Mundo.
En la selección de Uruguay, vistiendo la celeste, debutará Ghiggia jugando 24 minutos, en San Pablo ante Brasil por la VII Copa Barón de Río Branco, el 6 de mayo de 1950. Es decir, apenas 72 días antes de consagrarse Campeones del Mundo. No existe, en la historia de la Copa un acontecimiento similar. Ni Pelé, ni mucho menos Maradona, –por citar a los dos jugadores de mayor promoción y publicidad contemporáneos- se comparan con el “caso Ghiggia” . Ningún jugador, de cualquier época -pasada, presente y seguramente futura-, en tan poco tiempo escaló tan rápido la montaña de la fama para llegar al pináculo de la gloria. No me refiero a la edad, sino al lapso que va desde el momento que ambos abandonaron el anonimato al producirse el debut oficial en la selección, hasta el instante en que alcanzaron la cumbre conquistando el título de Campeón del Mundo.
Al retornar a Montevideo comenzó el Campeonato Uruguayo de 1950. Todos los Campeones del Mundo actuaban en nuestra tierra, en sus clubes a los que pertenecían. Titular indiscutido de Peñarol, se consagró Campeón Uruguayo de 1951, hasta que en el partido final del Campeonato Uruguayo de 1952, entre Nacional y Peñarol que terminaron igualados en el primer puesto, cambió la historia. Se disputó el 25 de febrero de 1953, en el Estadio Centenario. En ese partido Ghiggia agredió al árbitro. El Tribunal de Penas lo sancionó con un año y cuatro partidos de ausencia. Así llegó a la Roma de Italia, convirtiéndose en el primer Campeón del Mundo de 1950 que emigró a Italia. ¡Transcurrieron más de tres años cuando oficialmente debutó en el Campeonato Italiano de la temporada 53/54, el 13 de setiembre de 1953, ante el Génova.
En el “calcio” la actuación de Ghiggia fue deslumbrante manteniéndose en el primer plano en forma permanente. A tanto llegó su actuación que en 5 ocasiones defendió a la Selección de Italia, inclusive actuando junto a Juan Alberto Schiaffino, en los partidos de las eliminatorias para la Copa del Mundo de Suecia 1958. En la temporada 61/62 pasó al Milan, donde apenas jugó cuatro partidos. Al finalizar ese “año futbolístico”, con 35 años y a pocos meses de cumplir los 36 en diciembre, resolvió retornar a Montevideo. Atrás quedaban casi nueve años de éxitos permanentes y una situación muy difícil por la que tuvo que atravesar, que generaron los eternos “amigos del campeón” y que le llevó buena parte del dinero acumulado en esos años en que Alcides estuvo en la cima de la fama futbolística en Italia.
RETORNÓ A DANUBIO EN 1964
Afincando nuevamente en Montevideo, Ghiggia participó durante 1963 en una cruzada solidaria organizada por el Dr. Caritat destinada a recaudar fondos para una enfermedad que en aquel entonces afectaba grandemente a los niños de todo el país. Existía miedo en la población. Los chicos no salían de sus casas. El fútbol dio una gran mano y lo hizo a través de los Campeones del Mundo de 1950 que por primera vez después del “Maracanazo”, volvieron a reunirse para jugar partidos amistosos en todo el interior del país, cuyas recaudaciones engrosaban los fondos de “La Cruzada”. El broche de todo este movimiento se registró el 19 de diciembre de 1963 –tres días después Ghiggia cumpliría 37 años-, enfrentándose en el Estadio Centenario los planteles de Uruguay y Brasil de la final del 16 de julio de 1950. Se llenaron las tribunas. Se recaudaron 180.000 dólares al valor de entonces. Por los altoparlantes hizo uso de la palabra el Dr. Ricardo Caritat, el titular de “La Cruzada”, afirmando con justa razón que “se encontraban esta noche dos verdaderos Campeones del Mundo. Uno de 1950 y el otro, el Campeón de la solidaridad”.
Esos partidos sirvieron para ver que Ghiggia aún “estaba entero” a pesar de sus 37 años. El Presidente de Danubio, Julio César Oyenart arregló mano a mano un contrato por el cual Alcides Edgardo Ghiggia se incorporó al equipo albinegro de la Curva de Maroñas. Allí estuvo hasta 1966 inclusive integrando los planteles. Aquel “veterano” glorioso se mezcló con botijas como Angel Brunell, Walter Granada, Nelson Silva y algunos mayores de trayectoria. Tales los casos de Wilmer Etchechury, Héctor Pederzoli, el “Chino” Salvá, Vladas Doouksas y el brasileño Araquem de Mello, el golero Ariel Pintos, el zaguero argentino Rico, Omar Fernández y tantos otros.
EN 1965 VOLVIÓ A LA SELECCIÓN… ARTIGAS ENFRENTANDO A ALEMANIA ORIENTAL
En esa etapa, el 9 de enero de 1965, dentro de una actividad preparatoria de las eliminatorias para la Copa del Mundo de 1966, se armó la Selección Artigas. Un combinado integrado por jugadores que no militaban en Nacional o Peñarol, dirigida por el Mayor Rafael Milans. Esa noche enfrentaron a la Selección de Alemania Oriental empatando 1:1 con una integración que vale la pena recordar: Mazurkiewicz (Racing), William Martínez (Rampla Jr.) y Eduardo Migueles (Sud América) –lo apodaban “Piteta”-; Héctor Cincunegui (Danubio), Roberto Gil (Rampla Jr.) y Francisco Cámera (Wanderers); Alcides Edgardo Ghiggia (Danubio), Héctor Salvá (Danubio), Julio Toja (Wanderers), Enrique Alfano (Sud América) y Raúl Núñez (Rampla Jr.).
En diciembre de 1966 finalizó el contrato de Ghiggia con Danubio. No fue renovado por lo que, con 40 años, resolvió “colgar los botines”….
GHIGGIA JUEGA EN 1968 EN SUD AMERICA CON OSCAR TABÁREZ
“Pasó más de un año cuando un día viene a verme el ‘Gallego’ Taibo y me dice: ‘Te necesito. Estoy en Sud América y las cosas no andan bien. Dame una mano. Creo que podés…’ No había engordado, seguía pesando lo mismo que cuando jugaba y, bueno, en la segunda mitad del sesenta y ocho vuelo a Sud América. El club no había cambiado nada. Recuerdo que estaba Leites, el porteño Gauna. Todo el año peleando el descenso, pero al final nos salvamos y cumplí con el amigo”, recordó Ghiggia en su biografía que escribí junto con Joselo González, “El gol del siglo”.
Ghiggia jugó su primer partido en esta segunda etapa en Sud América, el 11 de agosto de 1968, a poco de comenzar el Campeonato Uruguayo que entonces se disputada entre agosto y diciembre. Esa tarde los buzones le ganaron a Liverpool 3:0 integrando el equipo con Alberto Carrasco, Luis de Carlos y el “Sapito” Martínez, el “Negro” Olivera, Saravia y Manuel Origoni; Ghiggia, Héctor Gauna, Goncalvez, Rafael Leites y Raúl Núñez.
Su actividad en esta etapa final de su carrera fue dispar, manteniéndose siempre a la orden y actuando con alternancia. El último partido de Ghiggia en Sud América lo jugó el 15 de diciembre de 1968, en el final de ese Campeonato Uruguayo. Los naranjas vencieron a River Plate 3:1 con la siguiente integración: Román, Luis de Carlos y Oscar Washington Tabárez; Olivera, Homero Lorda y Origoni; Ghiggia, Gauna, Leites, Martínez y Raúl Núñez. Con estos dos puntos conquistados, Sud América logró igualar en el último lugar de la tabla de posiciones del Campeonato Uruguayo a Fénix, salvándose del descenso por el puntaje acumulado de las dos temporadas.
EL FINAL, NUEVAMENTE EN DANUBIO EN 1969
Al año siguiente, con 42 años, pensaba que la única chance para seguir jugando era meterse en los entonces tradicionales partidos de los veteranos de Peñarol. Era otro tiempo. Se armaban los equipos con las eternas glorias y salían por el interior del país, cada fin de semana, a divertir y mostrar a los hombres y mujeres de tierra adentro que nunca habían podido ver jugar a los “crack” que conocían a través de las fotografías y las narraciones de los partidos por las radio. Sin embargo, en 1969 al asumir la presidencia el Arqto. Arquímedes Manta Santoro, funcionario de Paseos Públicos de la IMM y, además, arquitecto honorario de CAFO, donde luego ocuparía la Dirección General, sumó nuevamente a Ghiggia, armando un equipo que “pintaba” para grandes cosas. Ese año, además del “Ñato” Ghiggia, se incorporaron el mercedario Ángel Ruben Cabrera, Beethoven Javier, Vito Fierro, el “Chorizo” Barreiro, el riverense Ica (Darcy Pereira), Orlando Virgili, Carlos Bogni y el “Queque” Rivero, mezclándose con varios muchachos jóvenes, entre ellos, el más destacado Rafael Perrone que ese año no llegó a debutar. Danubio hizo un gran Torneo de Copa -el primero de la temporada- clasificándose segundo. En el torneo uruguayo no repitió y quedó último en la “fatídica tabla del descenso”…
GHIGGIA DESPUES DE LA FAMA Y LA GLORIA
A partir de entonces, comenzó a mezclarse con los veteranos de Peñarol, mientras cursó los estudios para recibir el diploma de director técnico. Pero… hombre de pocas palabras, de hablar entrecortado, se le hizo posible transmitir o enseñar todo lo trascendente que había derrochado en las canchas del mundo. Se convirtió en uno más de la cantidad infinita de estrellas del fútbol, sin capacidad para explicar lo que inventaba en la cancha. Estuvo en Peñarol en 1980 en la función de ayudante y ocasionalmente dirigió el primer equipo donde los mirasoles ante alguna vacancia en el cargo por cesantía de quién lo ocupaba.
La plata buena y abundante que ganó en Italia se le escapó como agua entre los dedos. En su pasaje por el “calcio” peninsular Alcides se subió al jet-set de la época. Estrella indiscutida se dio los gustos. Amante a los “fierros” y los autos de carrera, lo convocaban a la pista de Monza para probar los Ferrari de la escudería de Maranello. Fueron años de beberse la vida a borbotones. “Los amigos que el oro me produjo” -vieja, triste y real sentencia tanguera- le tendieron una celada complicada en la cuál se vio envuelto con un final tan aciago, como no deseado… Alcides nunca se quejó. Lo archivó en su memoria como una mueca del destino.
Poco a poco, con el paso de los años la gloria del “Maracanazo” lo fue eternizando. Uno a uno, los 43 jugadores que integraron los planteles de Uruguay y Brasil en la Copa del Mundo de 1950 se fueron a jugar el partido de la muerte en la cancha del cielo. Quedaba él. Sólo él. Él, el autor del “gol del siglo”. Él que se regodeaba siempre que llegábamos a Maracaná en su compañía, con la misma broma: “este estadio lo silenciamos tres personas. Frank Sinatra, el Papa y yo…”
Vivía modestamente en un pequeño apartamentito, al fondo de un corredor, en el corazón de la ciudad de Las Piedras. Desde hace más de tres lustros lo acompañaba Beatríz, su joven esposa, que fue el apoyo y el sustento espiritual para prolongar una digna vejez. Percibía mensualmente el equivalente a cuatro salarios mínimos por concepto de pensión graciable, otorgada por el Estado a los Campeones del Mundo. Su sueño era terminar una casita en un terreno que adquirió la pareja en las afueras de la ciudad. Muy pocos lo saben y es momento de revelarlo. Desde que Tenfield S.A. en 1999 se puso en marcha, por disposición de “Paco” Casal y Nelson Gutiérrez, a quién Ghiggia dirigió en las divisiones juveniles de Peñarol a fines de la década del setenta, Ghiggia recibía un importante salario en dólares que le permitió desarrollar un nivel de vida acorde con la leyenda futbolística uruguaya de 1950, de la cual fue el principal protagonista. Allí, en Las Piedras, comenzó a apagarse su vida en la mañana de este 16 de julio. Sintió un dolor en el pecho, Beatríz llamó a la emergencia que dispuso el inmediato traslado a la Médica Uruguaya donde ingreso en buen estado y plena conciencia. Llegando al mediodía se comunicó telefónicamente con Virginia Gutiérrez, secretaria de Tenfield SA, para informar de su estado. Le dijo que “tengo un dolor fuerte en un brazo, avisale al Tano”. Horas después el infartó le partió el corazón, cosa que no pudieron antes, tantas emociones y alegrías. Así se murió el “Ñato”. Así se murió Él…
UN FINAL QUE ETERNIZARÁ JUNTOS EL “MARACANAZO” Y SU PRINCIPAL PROTAGONISTA
Él, se culminó su existencia terrenal de la mejor manera que puede ocurrir; si es que existe algo bueno en la partida hacia el más allá. Sin agonía. El fulminante ataque al corazón se lo llevó justamente hoy, cuando se cumplen 65 años del “Maracanazo”. ¡Cómo para pensar que Dios existe, cosa que los católicos no dudamos!
Se corrió el telón de la vida de Alcides Edgardo Ghiggia de la forma que sólo podía pensarlo y diseñarlo el mejor guionista que se decidiera a escribir la ruta final del tránsito terrenal del héroe. Han quedado soldados eterna e indisolublemente el “Maracanazo” y Ghiggia. El más grande episodio hazañoso de una final del Campeonato del Mundo de fútbol y él. Él, el “Ñato” Ghiggia, el autor del “Gol del siglo”, el que convirtió el tanto más impactante e inigualable de la historia del torneo. Él, que -además- fue el mejor jugador de todo ese certamen. Marcó goles en los cuatro partidos. Fue la figura de Uruguay en esos encuentros ante Bolivia, España, Suecia y Brasil. Resultó imparable por su velocidad de rayo, agregándole la potencia de sus goles. El que le anotó a los del altiplano es anécdota dentro del 8:0 del tanteador final. El gol ante España fue exactamente igual al del eterno 16 de julio que se comió Barboza. Alguna vez, mientras trabajábamos con Sebastián Bednarik y Andrés Varela en la película “Maracaná”, bromeábamos con ese descubrimiento. Si en aquel tiempo hubiera existido la televisión y los famosos “hight ligth”, es probable que el “Maracanazo” no hubiera existido. ¿Por qué? Porque Barboza hubiera visto ese tanto que Ghiggia le anotó al portero español Ramallets -idéntico al que luego él recibió- y es probable que el arquero brasileño no se hubiera abierto esperando el centro que nunca llegó, dejando ese huequito por donde el “Ñato” metió la pelota.
Al terminar el partido, un hombre como Obdulio Varela, entonces con 34 años y poco afecto a los despliegues de euforia, fue a buscar a Ghiggia y lo alzó en andas. Sólos los dos. Se observa claramente en la filmación que queda y en la oportuna fotografía de Alfredo Testoni. En ese instante de emoción -me contaba Alcides- la ronca voz de “Vinacho” (como le decían a Obdulio en la intimidad) atronó un reconocimiento en su oído:
-“Negro, ganamos la Copa por vos. Fuiste el mejor jugador campeonato en todos los partidos…”
En medio del más grande silencio de la historia del fútbol, aquel “Negro” como lo llamaba Ghiggia, no atinó a decir una sola palabra. No tengo dudas, que unos instantes después de la muerte de Alcides, los dos repitieron la escena fraterna en el cielo, abrazándose en el reencuentro. Y ésta vez el “Negro” le devolvió la respuesta que esperó 65 años: “Gracias”…