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Las claves del triunfo

Nacional superó a Peñarol en todos los aspectos y sentido. Desde el factor emocional, pasando por lo físico, hasta en lo futbolístico.




Diego Polenta, hincado, puños cerrados y mirada al cielo en el festejo del triunfo clásico al que se une el panameño Luis Mejía y sufren de espaldas Pedro Milans y el argentino Leonardo Sequeira.


7 octubre, 2024
Nacional

En lo previo, Nacional estaba obligado a ganar el clásico. Por su posición en la tabla de posiciones -llegaba 5 puntos por debajo de Peñarol en la Anual-. Porque era su inmejorable oportunidad de poder descontarle puntos a su rival directo. Por su condición de local. Y porque si no ganaba, su eventual margen de posibilidades, de cara a futuro, se vería cada vez más estrecho.

 

Pese a una cantidad de condicionantes, Nacional superó a Peñarol en todos los aspectos y sentido. Desde el factor emocional, pasando por lo físico, hasta en lo futbolístico.

 

Pero vayamos a las determinaciones que tomó su entrenador, Martin Lasarte, para este partido trascendental, y a las claves que decidieron el desarrollo del juego y, por supuesto, el resultado final.

 

FACTOR EMOCIONAL

 

En lo previo, las realidades entre uno y otro eran diferentes. Peñarol llegaba holgado, con un margen apacible y más confiado, tanto por su ubicación en la tabla de posiciones y por su animado presente en Copa Libertadores.

 

Nacional, en tanto, llegaba con la soga al cuello. Casi como medido entre la espada y la pared, y con una obligación única: ganar como sea. El desafío no era fácil para el tricolor.

 

Sin embargo, los futbolistas de Nacional salieron a jugar el clásico decididos a ganar, como si fuese una final. Desde el primer minuto, se mostraron convencidos de su objetivo porque eran conscientes que no podían dejar pasar esta oportunidad única.

 

Como frenéticos y sin dudar, asfixiaron a Peñarol en su propio campo y lo acorralaron usando su arma letal: la convicción. No dieron tregua a su rival.

 

Seguros de sí mismo y confiados en sus propias condiciones, expusieron una avasallante intensidad de la mano de sus máximos referentes, Sebastián Coates y Diego Polenta, que empujaron desde el fondo y fueron los principales impulsores para contagiar positivamente a sus compañeros.

 

Es que, este duelo clásico, en particular, era un reto que arrastraba una presión extra para los futbolistas tricolores. Y para superar el desafío, además del factor futbolístico como indispensable, también estaban obligados a recurrir a otros componentes ajenos, como por ejemplo, la parte emocional.

 

Los futbolistas de Nacional, en todas las líneas, asumieron el partido con una personalidad y un carácter superior. Y demostraron estar a la altura de las circunstancias para superar -con éxito- un clásico que, en lo previo, más que un partido de fútbol, era una prueba de fuego.

 

DESDE LO TÁCTICO

 

Nacional se mostró un equipo corto y compacto, con las líneas extremadamente ordenadas y equilibradas. En definitiva, desde su primer zaguero hasta su último delantero, el tricolor cumplió un partido táctico a la perfección.

 

La orden de Lasarte para con sus futbolistas se evidenció desde el pitazo inicial: presionar alto, en bloque y en colectivo. Pero también, ordenó que la presión se ejerza –siempre- en equipo, a modo que el desgaste -sin pelota- sea intenso y escalonado, pero efectivo a la vez. Y así sucedió.

 

El mensaje del entrenador fue claro y se cumplió a rajatabla por parte de sus jugadores.

 

La línea de cuatro defensores se posicionó y jugó todo el primer tiempo en mitad de cancha, y ello obligó a sus mediocampistas y delanteros a mantenerse en campo rival, y a pocos metros uno de otro. Esto último, benefició al equipo para cumplir roles esenciales como grupo y en colectivo.

 

Es decir, la forma en la que Nacional se paró tácticamente fue clave para cumplir el gran partido que hizo. ¿Por qué? Porque cuando el equipo no tuvo la pelota, todos los futbolistas ejercieron la ‘contrapresión’ para poder recuperarla rápidamente.

 

Esto último, significó asfixiar y anticipar al rival en bloque y en colectivo, desde el punto más cercano desde donde se perdía la pelota, sin tener que retroceder en zona.

 

No obstante, Nacional nunca en el partido sufrió un contragolpe de Peñarol, sobre todo, en el primer tiempo. Porque la ‘contrapresión’ fue ejecutada a la perfección, y esto, le permitió no quedar mal parado en ningún momento.

 

Nacional necesitó de una concentración extrema para ejecutar la idea inicial. Pero fue tan innegociable su postura desde el primer minuto, que desplegó a la perfección un orden táctico y un posicionamiento de sus líneas, que terminaron siendo clave para poder defender y atacar de forma íntegra.

 

LOS ABANDERADOS

 

Tanto Sebastián Coates como Diego Polenta, desde la zaga, fueron los primeros abanderados en la defensa tricolor para poder ejecutar la idea general del entrenador.

 

Ambos, fueron los responsables de mantener al equipo en zona alta y de mantener las líneas compactas. Además, se transformaron en los principales impulsores de empujar a sus compañeros hacia adelante y de nunca negociar ni desestimar su postura inicial.

 

Incluso, en los primeros 15 minutos del segundo tiempo, cuando Peñarol empató y tomó las riendas del partido, fueron ellos los encargados de sobreponerse en zona.

 

Ambos, cumplieron una gran producción defensiva y redondearon un partido espectacular, desde el orden hasta en su solidez. Coates, incluso, se dio el lujo de hacer un gol.

 

Christian Oliva y Lucas Sanabria tuvieron un partido memorable y para el recuadro. Ambos fueron el motorcito del equipo y resultaron esenciales para poder cumplir la orden táctica del entrenador en líneas generales.

 

Fueron los responsables de cubrir espacios. De respaldar a los laterales. De meterse entre los zagueros cuando el equipo lo requirió. De equilibrar líneas. De brindar balance y orden -en defensa y ataque-.  Y de respaldar defensivamente a unos y dar libertad ofensiva a otros.

 

Fueron los grandes soldados de un ejército que trabajó a la par. Tuvieron un rendimiento incasable, pero sobre todo, fueron la parte esencial para que el equipo, en líneas generales, no pierda la brújula ni el objetivo principal.

 

El gol de Federico Santander en el final tuvo un valor agregado. Porque fue tan determinante que, no solo valió para dar el triunfo letal a su equipo y para ganar el clásico sentenciando una tarde imperial para todo Nacional, sino que, quizás, sin ese gol, el minucioso trabajo del equipo hubiese pasado totalmente inadvertido y los textos de esta nota no tendrían sentido.