Mucho más que un premio consuelo
El autor analiza con imparcialidad todas las capas del complejo presente del equipo dirigido por Saralegui, que a partir de hoy intentará levantar vuelo en un nuevo frente: la Copa Sudamericana.
Escribe: Juan Carlos Scelza
El último cabezazo de la noche de Santiago se lleva la ilusión. El caño zurdo se interpone a la chance de permanencia carbonera en la Libertadores. El arquero boliviano mira impávido en primera fila cómo la pelota golpea y vuelve en el último suspiro del juego. En Montevideo, las miradas fueron al suelo, abandonando la pantalla que en aquella jugada condenaba a Peñarol a abandonar la Copa. La remontada, el gol del final y el triunfo conseguido no tenían la recompensa deseada. La clasificación se escapaba y, a poco del pitazo final, el consuelo de participar en la Sudamericana sonaba a muy poco.
La bronca momentánea con las fuertes pulsaciones a cuestas dio paso a la reflexión, y luego de horas de análisis que van mucho más allá del buen partido jugado y de la victoria conseguida ante Paranaense, se fue convirtiendo en un nuevo desafío en medio de un fútbol cada vez más constante y sin pausa que, sin embargo, ofrece revancha a la vuelta de cada esquina.
Nadie omitirá que una vez más Peñarol se quedó con las manos vacías y que no le alcanzó siquiera con ganar todos los puntos de local, como ya le sucedió en otras oportunidades. Queda muy claro que la estadística en el exterior es deplorable y que, ganando 3 puntos de los últimos 30 que ha disputado fuera de Montevideo, es muy difícil seguir en carrera, mucho menos contar con alguna ambición de pelear por el campeonato. Desde aquella final que perdió ante el Santos de Neymar en 2011, el carbonero no ha podido superar la primera ronda, y eso arrastra a diferentes presidentes, directivas, técnicos y planteles. No por repetido deja de lastimar. Y corre el gran riesgo de tornarse en costumbre, lo cual arrastraría al club a la resignación.
Es que ha habido malas determinaciones, bajos rendimientos individuales, inadecuados planteamientos tácticos, ciclos que no se respetan y una necesidad de triunfos que, ante la reiterada ausencia de éxitos, presionan y condicionan mucho más. Con elecciones inminentes y un agitado panorama político que se agudiza en las crisis deportivas, quienes se irán en diciembre, y sobre todo quienes proponen proyectos para gobernar la institución, deberán trabajar intensamente pisando fuerte y ganando tiempo.
Entre tanta discusión intestina, notas periodísticas que levantan polvareda, apariciones públicas de candidatos a la presidencia que provocan diferencias y una mezcla de descrédito, bronca, desazón y desilusión del hincha, ya el viernes al mediodía, cuando el bolillero ganaba los primeros planos de las transmisiones internacionales, el corazón generaba un interés que se potenciaba al saber que el rival sería Vélez Sarsfield. Transcurrió solo un segundo y algún mensaje de texto compartido para que el consuelo de jugar la Copa Sudamericana se transformara en objetivo.
Y allá va Peñarol al ruedo nuevamente, cargado de linaje e historia, y con muy malos antecedentes en el pasado reciente. Con una actualidad que lo condena y un pasado que lo empuja. Y es que para los grandes no hay pausa ni partido ni copa que no se deba ganar. Con todo ello a cuestas, el equipo de Saralegui aborda esta nueva etapa que de antemano suena a poco, pero que le ofrece una soga salvadora que le podría permitir reacomodarse.
En un fútbol de inigualable historia pero demasiado lejana, en la que desde 1988 no se gana la Libertadores, esta Sudamericana, donde la mejor colocación fue la semifinal alcanzada por River Plate en 2009, perdida ante el campeón Liga de Quito, no deja de ser un buen negocio económico y deportivo acceder a ella. El fútbol uruguayo no está en condiciones de desechar o condicionar un torneo internacional por falta de abolengo. Aquella arrogancia de los años noventa, cuando era inimaginable que pasaran tres décadas sin una vuelta olímpica, hizo que se mirara casi con desprecio la aparición de la ya inexistente Copa Conmebol (primer intento de la CONMEBOL de masificar el calendario internacional y, así, generar posibilidades internacionales para más equipos). Tan es así, que muy pocos recuerdan las dos finales consecutivas perdidas por Peñarol en 1993 y 1994, a manos de los brasileños San Pablo y Botafogo. Tampoco se toma en cuenta la final de la Supercopa perdida por Nacional en 1991 a manos del Olimpia (aquel era un hermoso torneo que generaba un calendario al que solo accedían los campeones de la historia de la Libertadores).
“Cualquier chapita sirve”, como dice un pintoresco personaje de cada jornada en el semáforo de Avenida Italia, el mismo que con paciencia espera la autorización para limpiar el vidrio delantero de cualquier auto hasta que la luz se ponga verde. Para el fútbol uruguayo, los tiempos han cambiado y ya no hay vuelta olímpica posible que suene a limosna. Lo saben Peñarol, sus jugadores, sus dirigentes y el técnico. Sus hinchas, que todavía mastican el malestar de la eliminación de la Libertadores, se irán entusiasmando si la postura del equipo y los resultados lo hacen avanzar de serie.
Enfrente estará un Vélez que, como los demás participantes, está en el torneo porque no pudo clasificar a la Copa en sus competencias locales del año pasado. Aunque en el caso de Peñarol, la fase de grupos de la Libertadores lo mandó a esta suerte de repesca. Todos abordan la Sudamericana de igual forma y, si alcanzan el cometido, si alzan el trofeo, ninguno renegará de haberlo conseguido. No lo hizo San Lorenzo, que fue el primer campeón en 2002 y lo cuenta en su palmarés como uno de los pocos títulos internacionales ganados. Tampoco lo hace Independiente del Valle, campeón vigente. Qué decir de Cienciano, Chapecoense, Liga de Quito, Arsenal, Universidad de Chile, Pachuca, Santa Fe o Lanús. Pero en el difícil mundo de la nutrida competencia internacional, clubes acostumbrados a los lauros más importantes también festejaron su conquista dándole un valor preponderante, tal como sucedió con Boca, Internacional, River Plate y San Pablo.
No existe equipo uruguayo que figure entre sus ganadores. Hay rivales con pretensiones, y el miércoles Peñarol se enfrenta a uno de ellos. Más allá de la incertidumbre que genera la prolongada inactividad por la pandemia, para Vélez, que hace rato no accede a las grandes luminarias de principios de los 90, cuando Chilavert era el emblema y Bianchi el líder conductor, esta edición 2020 puede ser una muy buena oportunidad de volver a figurar.
No será fácil para Peñarol ni esta llave ni mucho menos la competencia en sí, a pesar de lo cual el intento vale la pena. Dar vuelta la página y cambiar el objetivo debe ser la premisa. Porque Peñarol ha sido muy irregular, no ha mostrado solidez y lleva encima el lastre de sucesivas frustraciones de los últimos años, que incluyen jugar en estas condiciones esta misma copa sin poder trascender. Si repite la convincente actuación del partido ante Paranaense, el aurinegro puede contar con alguna chance. Más concretamente: si se parece al del primer tiempo en Santiago o al de los primeros minutos en Cochabamba, puede tener aspiraciones. Si, en cambio, se desploma ante el más mínimo traspié, como en la segunda parte del partido en Chile ante Colo Colo, o después del primer gol local frente a Wilstermann, se le hará muy dificultoso sortear la serie.
Con un plantel limitado para la actividad internacional. Con jugadores de trayectoria que no están para noventa minutos, con la irregularidad propia de los juveniles cargados de ambición y buenas condiciones, aunque sin la experiencia para afrontar desenlaces complicados. Y con un técnico que apela mucho a lo emocional y trata de inculcar una idea que por ahora prende en sus futbolistas con la lógica intermitencia de poner en escena lo que recién se está asimilando, el Club Atlético Peñarol va a Liniers procurando un resultado que le permita liquidar la llave en Montevideo. Seguirá pesando la eliminación de la Copa, será muy complejo el trayecto hacia las elecciones y no podrá descuidar la actividad local, en la que después del experimento ante River Plate, quedó demasiado lejos en la Anual y arrancó en desventaja en el Intermedio, otra mancha que llena de incertidumbre un futuro que, de todos modos, los aficionados sueñan venturoso.