Made In Acapulco
Hace tiempo, mucho tiempo, leí un libro en que el Rey le pedía a sus súbditos que escribieran un libro que sea comprendido por todos los lectores, niños, adolescentes, ancianos y que quede para siempre en sus memorias, que las puedan contar de generación en generación sus juglares… Reunidos en forma urgente y llegando de todos los rincones del país, se juntaron, pasaron muchos días, y nadie se ponía de acuerdo. Hasta que uno de los invitados de afuera del reino, alzó la voz y les dijo, “escribamos sobre los animales”. Lo miraron como si fuera un loco.
– ¡Mirá si el Rey apoyaría semejante barbaridad!
– Escribamos de ellos como si fueran humanos, les daríamos los personajes de la corte del Rey, tal cual los vemos nosotros, así lo podrán leer y entender, desde los niños a los ancianos, y podrán recordar sus nombres y cargos que tengan en la historia que asemejan a la vida del reino humano… total no hay muchas diferencias, solo que nos comunicamos hablando, ellos con sonidos, algunos guturales y otros con señas…
-¿Qué animal seria el Rey?- preguntó con sorna uno de los sabios asistentes.
-¡El León! ¡El Rey de la selva!- Le respondió el creador de la idea. Hubo un gran silencio y el mayor de los ancianos habló, “¡Me gusta la idea! Empecemos a escribirla…”
……
Estaban dos zorros, (pero estos eran del siglo XX, y su relator un Búho avezado en años), en una discoteca, Baby’O, muy famosa en Acapulco, parecida a Studio 54 de New York. Habían llegado a ese lugar después de cruzar las montañas que los separaban de su cueva en el D.F.
Llegaron de casualidad porque su manada había ido a su tierra de origen, ni lerdos ni perezosos el zorro Juan y su amigo José viajaron a conocer nuevas tierras. José ya era habitué porque hacía tiempo que vivía en la zona. Para describir a este zorro, se movía muy bien por el lado izquierdo, diría en buen castellano, era zurdo, muy hábil, ladino cuando atacaba, tenía siempre sus colmillos bien afilados, nunca lo podían agarrar mal parado y en un segundo se te escapaba por más arrinconado que lo tuvieran. Venía de la Pampa, tierra de zorros nómades, astutos y solitarios.
Del otro zorro, él se pensaba que era un León, siempre acompañado por los demás para robar lo que se le presentase. Ambos “compinches” estaban siempre atentos a cualquier descuido de sus depredadores habituales, Juan saltaba muy bien los tejidos y casi siempre ganaba en las alturas. Pero eso también le traía problemas, tenía que cuidarse de las Águilas aves rapaces de gran fuerza, ya que cuando te apuntaban era muy difícil escaparse, un picotazo y te desgarraban cualquier músculo, o te mataba para después comerte.
Recién entrada la noche, estaban tomando un refresco (Juan porque a José le gustaba el alcohol), cuando llegó un Lobo amigo de José acompañado por su joven “loba”. En seguida se notaba la voz de mando que les imponía el Lobo a su manada de acompañantes. Se sentó junto a los Zorros, y también iban llegando otros zorros que al verlos los fueron a saludar congratulándose de reencontrarse en un ambiente tan “Chingón”.
Se fue agrandando la mesa, habían llegado otras “manadas” amigas, siempre saludando y reverenciando a la pareja de Lobos. El zorro Juan era un simple espectador, no conocía a nadie, y el zorro José era el anfitrión de la incipiente velada, famoso por ser el “Chaplin” de la manada…
La pareja de lobos salió a la pista y los zorros siguieron con sus aullidos, ajenos a todo lo que pasaba a su alrededor. De repente se armó una batahola de gruñidos, empujones, y ladridos. En el medio del problema, el joven lobo se acerca a la mesa y saca de un bolso un revólver 38 que tenía escondido. El mango era de nácar blanco. Con el arma amenazaba a su contrincante colocando el caño en la cabeza, ladrando y gruñendo muy fuerte. Pero ese animal no era de los que se achica ante tal amenaza. Era un Gorila, acostumbrado a marcar su territorio a la fuerza. Los Cuervos y los Coyotes, enseguida se amontonaron, son animales acostumbrados a sacar ventaja de cualquier situación. Juan y José, zorros acostumbrados a los grandes escapes en momentos hasta más difíciles, sin hablarse y con sus miradas rápidas ya estaban en la puerta sin que los Rinocerontes de seguridad los echaran con modales bruscos como es su costumbre en todo el mundo.
Estando en la puerta, vieron que el problema seguía en la calle Costanera, abajo de sus narices, y con buen olfato se quedaron arriba como simples espectadores de algo irreal que estaba sucediendo, estilo película de narcos. El lobo amigo de José seguía amenazando a los gorilas dentro de sus carros. Bajó a la calle y se dirigió al que manejaba, cuando el gorila que estaba al lado, salió del “carro” y se dirigió al maletero del coche, sacó un arma, volvió sobre sus pasos y a quemarropa le vació el cargador.
Los zorros salieron aullando sin mirar atrás. José decía, “¡Es el hijo del Chacal, Gobernador del Estado de Guerrero! Dentro de un rato está lleno de panteras policías buscando testigos, vámonos Juan. Imagínate que mañana salgamos en las noticias dos zorros de testigos de un crimen, nos conoce medio país, tenemos que irnos de México, somos boletas. Como dice la canción, la vida no vale nada en estos lugares. Hacen abrigos con la piel del zorro, y más plateada como la tenemos.
Desaparecieron en un segundo. La imagen del lobo tirado en la calle al lado del auto, con las patas hacia el cielo, la hembra aullando y tratando de levantar a su lobo que yacía sin vida, fue lo último que vieron. Después los escondió la noche y viajamos de retorno, para amanecer en la Toca da Raposa” (Cueva de la zorra).
Tenía razón mi amigo el zorro José. Los diarios al otro día, buscando testigos y el Chacal, jefe de los Lobos, ofreciendo recompensas por información para localizar a los asesinos. La recompensa era tentadora, pero la vida era más valiosa. Sino te mataban los Gorilas te mataba el Chacal” siempre era el mismo final, “Doña” Muerte…
……
Al llegar el zorro Juan, su cueva en el D.F. estaba sucia, tenía amontonados todos los platos en la pileta de lavar, la “cucha” hacía como un mes que no la arreglaba, pero todo lo demás parecía controlado…, ¡¡Qué error!! Por algo las hembras son las que mandan en el reino animal. Detalles que delatan y son observados por mentes más astutas que un simple zorro. El color de su piel estaba negro. Eso podía pasar porque estaba de pretemporada, pero ese color bronceado no lo agarraba en la pradera, era del Caribe con “C” no con “K”, ¡pero una compra le arruinó la excursión y tan largo viaje! Habían comprado una camisas. José una azul y Juan una blanca. Si salían, tenía que ser por separado sino se quemaban solos. Pero un detalle fue fatal;
¡¡LA PUTA GRIFA!!.
“MADE IN ACAPULCO”
Intentó comunicarse con señas, aullando, se notaba que esa hembra no entendía nada, los aullidos que le despotricaba eran inentendibles, muy fuertes, y la compra quedó hecha trizas en el suelo, La camisa era linda y lo particular que tenía que era sin botones, se cruzaba ambos lados y la ataba en la cintura, de un lado. Lo único que sobrevivió fue la grifa y las tiras…
¡Lo salvaron los dos cachorros, machos en ese momento!
¡¡CHINGA LA MADRE!!, ¡¡LPMQLP!!