El humor de Líber
Cerro es el club uruguayo de Primera División que tiene la hinchada más cercana a las de villeros que dibuja Fontanarrosa en sus caricaturas del fútbol.
Me acuerdo de un clásico de la Villa Cosmópolis, de principios de los noventa (ganó Cerro tres a cero, con un partidazo del porteño Henry Homman, número 10; jugaba Líber Vespa, era el Capitán, volante central, todoterreno, jugador completo; hizo el primer gol).
Para ese partido, construyeron para la hinchada de Cerro, con altas alambradas, una especie de enorme jaula de metal en el costado derecho de la platea del Olímpico -rodeada de policía-, donde entraron los hinchas albicelestes apiñados como sardinas -nunca mejor dicho:- en lata.
A diferencia de las barras de otros clubes, que ya habían adoptado los usos de las argentinas, la hinchada de Cerro prácticamente no saltaba, no agitaba banderas, no cantaba, no tenía instrumentos musicales, ni siquiera gritaba a coro, lo que más hacían era gritar cada uno por su cuenta, bien metidos en el partido, pero con el “¡Cerro-Cerro!” que atronaba según las incidencias del juego, la jaula, cubierta de paraguas en la tarde gris frente a la bahía, empezó a moverse y aquello no terminó en una tragedia, por esas cosas…
Cuando Cerro salió Campeón de La Liguilla 2009, dirigido por Eduardo Acevedo, éste destacó lo que es tener esa hinchada a favor. Claro que, institucionalmente, Cerro es bastante más que su hinchada. Es un club que estuvo cincuenta años ininterrumpidos en Primera División, y las dos veces que bajó a Segunda, subió al año siguiente, es el primer cuadro chico que lideró todo un Campeonato Uruguayo profesional y llegó a la final (en 1960, perdiendo con Peñarol 3 a 1) y es, en lo mejor de sí, lo que define y resume en el nombre de su complejo deportivo para juveniles: Héctor Da Cunha. Lucha y memoria “de la vida más amada, la desarmada”.
Ahora bien: algunos penales son más difíciles de tirar que otros, pensé mientras veía a Diego Rolan tomar carrera para el que podía ser el empate ante Paraguay y valer para Uruguay el Campeonato Sudamericano Sub-20. Las tribunas vacías del Malvinas Argentinas de Mendoza se me llenaron de hinchas y de historia. Rolan había tirado de manera impecable los dos penales anteriores que tuvo la celeste en ese campeonato y es un crack. Todos los grandes crack de todos los tiempos erraron penales importantes: Pelé, Maradona, Fernando Morena, Ruben Sosa, el Loco Abreu… El único que nunca erró un penal, habiendo tirado más de cien, fue Héctor Scarone.
El penal que le tocó tirar a Líber Vespa para Cerro, una tarde de 1994 en que Cerro iba puntero y Peñarol procuraba el segundo de los títulos que le depararon el segundo Quinqueño, era de los más difíciles. Líber ya había hecho un gol en ese partido y en el penal, tras toque de Ferro y rebote en el palo hacia el centro del área chica, le quedó a Vecino, de Cerro, libre para marcar, pero en el momento de tomar carrera para tirarlo, a Líber le cayó encima el chiflido del estadio Centenario entero, de las tres tribunas y media de Peñarol y el “¡Cerro-Cerro!” de media tribuna de villeros y los apremios de los jugadores de Peñarol que le comían la oreja: “¡Lo errás, cagón!”, “¡Lo errás, hijo de puta!”, “¡Lo vas a errar!”.
El encargado de arrimarle más era Danilo Baltierra, que había sido compañero de Líber en Cerro -ambos hinchas cerrenses- pero ahora estaba defendiendo a Peñarol. Del mismo modo que un hipnotizador, le decía al cerebro: “¡Errálo… errálo… errálo…!”
-Está bien, Dani -le dijo Líber-, yo lo erro, pero ¿cuánto hay?. Vos decime cuánto hay.
Le recordó que él era un tipo de un humor imposible de meterle esos nervios.