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25 octubre, 2012
Columnistas

El caso sucedió hace semanas atrás, luego que Edgardo Ottati renunciara al cargo de entrenador en Trouville por motivos laborales. Dejando de lado los resultados deportivos (al momento de escribir esta columna, el “rojo” iba por su cuarto triunfo en seis partidos bajo la égida de su nuevo técnico), la crítica pasa por la contratación de otro profesional extranjero por parte de un club de Liga Uruguaya. Trouville tomó la decisión de incorporar a Mateo Rubio Díaz, un español de 35 años, con vastísima trayectoria académica, director técnico de la selección mundialista de su país que disputó el Mundial Sub 19 en 2007 y con pasajes por las ligas Leb Oro y Plata (segunda y tercera división de la Madre Patria).

La referencia no es para el argentino Néstor García cuya designación como seleccionador nacional levantó “polvareda” allá por 2003, dándole un poco más de “cuerda” a una generación que nos dio mucho pero impresionaba acabada y abriendo un gran espacio a jugadores jóvenes que hoy son referentes en el combinado oriental. El “Che”, a pesar de su corto pasaje marcó un antes y un después, revalidando su palmarés en la actividad local con el Biguá campeón sudamericano en 2008 y de Liga Uruguaya 2008/09. Esta situación de Rubio Díaz, que justamente no es el “Che” García pero que al fin y al cabo aceptó el desafío profesional que significa dirigir en nuestra principal competencia luego que las autoridades de Flores le permitieran abandonar sus tareas al frente de un plan de desarrollo en todo el departamento, llamó la atención. Más que nada por la pasividad de ANEBU (la asociación nacional de entrenadores) en aceptar los hechos tal como se fueron desarrollando. Algo similar a lo que aconteció temporadas anteriores con Eduardo Cadillac y Gonzalo García, técnicos argentinos, en Paysandú BBC.

La exigencia de la gremial

Salvando las distancias, así como el “caso Bosman” cambió la forma de concebir el derecho comunitario europeo forzando a la UEFA a modificar varias de sus normas, el asunto “Rubio Díaz” obliga a ANEBU a plantearse qué condiciones debe reunir un técnico extranjero para dirigir en nuestro medio y qué número puede hacerlo simultáneamente, planteo que necesariamente debe dar vista a las máximas autoridades de la federación de básquetbol.

A partir de la asunción del profesional español en Trouville, ANEBU exigirá haber conquistado un podio internacional, lo mínimo (Rubio Díaz no estaría amparado en la reglamentación porque en el Mundial Sub 19 de 2007 se ubicó octavo con su selección). Los entrenadores uruguayos habilitados para dirigir en el máximo nivel de España e Italia son contados con los dedos de una mano. Algunos debieron subir una larga “escalera”, peldaño por peldaño, estando al frente de equipos semiprofesionales, en ligas regionales y aceptando proyectos que no seducían ni en lo deportivo ni en lo económico pero que eran útiles para “hacer carrera”. Otros, desembolsando de su propio bolsillo, viajaron a Europa para estudiar, obtener el diploma y quedar habilitados.

Falta de previsión

La culpa no la tiene Rubio Díaz. Con una reglamentación seria, sin doble interpretación y respetada a rajatabla por todos los protagonistas del deporte, no podría estar dirigiendo en Uruguay así traiga la varita mágica y consagre campeón a Trouville por tercera vez en su historia. Esto, que es mínimo en comparación con los problemas que a diario tiene nuestro país y hasta el mundo entero, ostenta un origen idéntico: la falta de previsión o, en la realidad de los hechos, un vacío legal. ANEBU, con otras cuestiones más importantes a resolver en la actualidad como que en las ligas de Salto y Soriano se desempeñan personas que siquiera iniciaron el curso obligatorio, decidió dar el puntapié inicial a este tema para legislar “hacia adelante”.

 

 

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