La vida de Tito Gonçalvez (Nota 14)
Por Atilio Garrido
La primera edición de 1968 de la Supercopa de Campeones de la Copa Libertadores, zona sudamericana, comenzó a disputarse en el mes de noviembre de ese año. Culminó el 22 de mayo del año siguiente (1969), cuando Peñarol empató con Racing de Avellaneda. La igualdad otorgó el título al Santos por un punto de diferencia sobre los aurinegros. Justamente, la unidad perdida en esa igualdad ante los albicelestes, quienes no ganaron un partido en esa edición.
GONÇALVEZ SEPARADO DEL PLANTEL DE PEÑAROL
La segunda Supercopa se inició en noviembre de 1969 y finalizó el 30 de diciembre con el triunfo de Peñarol 2:1 ante Estudiantes de La Plata, logrando consagrarse campeón. Fue el último partido de ese año. Los aurinegros formaron con Mazurkiewicz, Figueroa y Matosas; Forlán, Gonálvez y Caetano; Nilo Acuña, Rocha, Spencer, Ermindo Onega (58’ Cortés) y Julio Losada. El brasileño Brandao continuaba al frente del equipo. Los conflictos con Gonçalvez se mantenían, aunque el Tito integraba el plantel sin la titularidad asegurada. Cuando las papas quemaban –como en esa final en la cancha de tablones de la ciudad de las diagonales- el entrenador echaba mano a la experiencia del Tito.
El año 1970 arrancó con la impactante Copa Montevideo que llegaba a su cuarta edición. La multitud llenaba las tribunas del estadio para ver a los grandes uruguayos contra Estrella Roja de Belgrado, Dínamo de Zagreb, San Lorenzo y River Plate de Argentina y Corinthians. El Tito actuó en el primer partido ante los yugoeslavos y después… nuevamente Cortés fue confirmado titular. La misma situación se repitió con Alberto Spencer, suplantado por Waldemar Cáceres después de ese encuentro inicial, un tosco y fuerte jugador que llegó de Rampla Jrs.
Después del empate en el clásico de la IV Copa Montevideo, el 2 de febrero de 1970, el calendario de la Copa Libertadores marcaba para el 15 del mismo mes, el primer partido entre Nacional y Peñarol. Nuevamente, confirmándose la teoría de Washington Cataldi que llevó a incluir los subcampeones a partir de 1966, por tercera vez Nacional y Peñarol arrancaron en el mismo grupo frente a los equipos venezolanos de Valencia y Deportivo Galicia.
Dos días antes del encuentro –el 10 de febrero- explotó una bomba en la pantalla de la televisión. En el programa de canal 4 “Pasaporte a México”, Luis Varela dijo: “el médico Brandao me agarró el tobillo y estuve 32 días enyesado”. Héctor Silva agregó: “Antes pensaba que Brandao no tenía mala fe”. Nada menos que Alberto Spencer sentenció: “Me dijeron que estaba dolorido me levanté sin decir palabra y no fui a Caracas”. Mario Méndez no se quedó atrás: “Le presté el auto y me expulsó igual”. Y “Néstor Gonçalvez remató los ataques expresando un sentimiento personal: “Nunca pasé tanta vergüenza en mi vida”. Las declaraciones recogidas por los diarios levantaron un escándalo. “Las cinco frases de otros tantos jugadores de Peñarol tienen un blanco concreto: Oswaldo Brandao, técnico aurinegro en su hora menos gloriosa, discutido como profesional y desde hoy, agredido como persona. Las declaraciones pautan la crítica situación de la nave aurinegra cuyo naufragio teme la mitad –al menos- de la afición deportiva del Uruguay”, escribió El Diario.
Después de cinco horas de reunión intensa, la directiva de Peñarol comandada por el Cr. Gastón Guelfi, resolvió: “Atento a las declaraciones emitidas por los jugadores Luis Varela, Néstor Gonçalvez y Héctor Silva, el Consejo Directivo del Club Atlético Peñarol analizó exhaustivamente las mismas en sesión del 5 de marzo de 1970, resolviendo separar preventivamente de los planteles a los precitados jugadores, por considerar que las mismas han sido perjudiciales para el orden interno y las normas disciplinarias de la institución. Asimismo, se destaca que no se aplica sanción al jugador Alberto Spencer por entender que lo vertido públicamente, a juicio del Consejo Directivo, no viola normas que provocan la sanción a los anteriores. No se consideran otras situaciones por tratarse de jugadores ajenos a la institución”. La última aclaración alude a Mario Méndez quién quedó en condiciones de libre, a comienzos de año, al terminar su contrato.
El primer clásico ante Nacional de la Copa Libertadores de 1970 terminó empatado sin goles. Ricardo Soria (ex Huracán Buceo) y Waldemar Cáceres (ex Rampla Jrs.), suplantaron a las dos figuras más antiguas de Peñarol. A las glorias del equipo: Gonçalvez y Spencer. Los restantes nueve jugadores eran los mismos de la consagración ante Estudiantes de La Plata, en el último partido de 1969.
ERROR HISTÓRICO DE LOS DIRIGENTES PERJUDICÓ A NACIONAL Y PEÑAROL
Héctor Silva y Luis Varela no volvieron a jugar en Peñarol durante la permanencia de Brando. Gonçalvez y Spencer marginados también del equipo no participaron en los partidos del grupo frente a los venezolanos y tampoco en la revancha del clásico. Pero…
El Tito era el Tito. El capitán desde 1962, el caudillo que sostuvo durante toda la década, con su fortaleza espiritual y su tranco fuerte en la mitad de la cancha, la magia de Cubilla, Hohberg, Rocha, Abbadie, Joya, Cabrera; la fuerza y el carácter de Pepe Sacía; la velocidad de rayo de Alberto Spencer, las filtraciones en puntas de pie de Lito Silva… A fines de ese mismo mes de marzo, la camiseta No. 5 volvió a su único y exclusivo dueño durante todo este tiempo histórico y glorioso que arrancó en 1958.
Peñarol y Nacional clasificaron para la segunda fase de la Copa Libertadores de 1970. El reglamento de esta edición de la Libertadores cambio. Después de la zona de grupos se desarrollaban los cuartos de final, luego las semifinales y después la final. En la etapa de cuartos, Peñarol participó en la zona 2 ante Guaraní de Paraguay y Liga de Quito de Ecuador. Nacional enfrento a Universidad de Chile.
Cuando llegó el momento de la disputa de esos partidos los jugadores de Nacional y Peñarol que integraban la selección uruguaya, no pudieron defender a sus clubes. Quedaron a la orden de Juan Eduardo Hohberg, el Prof. Langlade y Juan López, para prepararse para México 1970.
Resulta inevitable nombrar los jugadores que por vestir la celeste no pudieron defender a sus clubes. A mi juicio, un error enorme de los dirigentes de la AUF del momento, debido a que con ellos en sus planteles, no tengo dudas que el título de la Copa Libertadores de América de 1970 no era para Estudiantes de la Plata. ¡Quedaba, nuevamente, en Uruguay!
Peñarol no pudo contar con Mazurkiewicz, Walter Corbo, Rodolfo Sandoval, Roberto Matosas, Omar Caetano, Pedro Rocha, Julio César Cortés y Julio Losada. Por su parte, Nacional no dispuso de Atilio Ancheta, Luis Ubiña, Julio Montero Castillo, Juan Martín Mujica, Luis Cubilla, Víctor Espárrago, Ildo Maneiro, Julio César Morales y Ruben Bareño. ¡Muy fuerte! Hay errores propios que atacan nuestra rica historia.
Sin esos jugadores, Nacional no pudo llegar a semifinales al perder con la Universidad de Chile en tercer partido de desempate disputado en Porto Alegre. En cambio, Peñarol realizó una notable actuación ganando de visita en Quito y en Asunción, donde aseguró la clasificación. El Tito nuevamente fue el patrón de la cancha. Junto con Spencer retornaron al equipo el 12 de abril en la altura de Quito. Para tener una idea de la disminución operada en el conjunto, así como también los valores de que disponían los planteles, recordemos el equipo de Peñarol esa noche en que triunfó 1:0 gol de… Alberto Spencer. Formó con Sergio Blanco, Figueroa y Jorge Peralta; Ricardo Soria, Gonçalvez y Alberto Martínez; Milton Viera, Waldemar Cáceres (46’ Luis Lamberck), Spencer, Onega y Nilo Acuña.
LA SEXTA FINAL DE GONÇALVEZ EN LA LIBERTADORES
En las semifinales frente a la Universidad de Chile, vencedor de Nacionalo –lo que impidió nuevos clásicos para llegar a la final- los aurinegros perdieron de visita, ganaron en el estadio Centenario y en el tercer partido en campo neutral terminaron empatados. Por diferencia de goles el disminuido equipo de Peñarol enfrentó en las finales a Estudiantes de la Plata con todo su equipo. Entre otras cosas, porque Argentina no clasificó para el mundial azteca. El Tito –que movía la cabeza sin pronunciar palabra cuando quise extraerle más conceptos sobre Brandao-, continúa la narración.
-“Buenoooo… Yo no tengo dudas que con todos los titulares, me retiraba con la cuarta Copa Libertadores de América ganada. En aquel tiempo la prensa daba mucha manija con las preparaciones largas y reclamaba, y reclamaba. Esas cosas para mí son puro cuento. ¡Qué preparaciones largas, ni qué ocho cuartos! El fútbol es impredecible. Se puede hacer todo bien, muy largo, muy preparado y cuando llega la hora de la verdad, adiós mi plata. Y, de pronto, se juntan cuatro o cinco que saben jugar, que ni se hablan, que se tienen bronca entre sí, y vuelan en la cancha y el equipo gana. ¡Por eso el fútbol atrapa! Cuando quedamos sin los muchachos que iban a México, en el arco no había golero, pues se llevaron a Chiquito y a Walter Corbo. El técnico se la jugó con un botija, Sergio Blanco, grandote, que debutó en la altura de Quito. Atajó todo. Y ganamos gracias a él. En Asunción también jugó bárbaro, y ganamos. Volvimos casi clasificados, ¿se imagina?”.
En Las revanchas en el estadio Centenario ante Guaraní y Liga de Quito, Peñarol ganó ambos partidos. En el último, antes los ecuatorianos, el Tito Gonçalvez convirtió el gol de triunfo. Así Peñarol quedó clasificado para definir el título ante Estudiantes de la Plata. La sexta final que disputaba en su trayectoria Néstor Gonçalvez.
“En las finales no pudo jugar Sergio Blanco, no me acuerdo por qué, y actuó Ariel Pintos, golero de experiencia que había jugado en Danubio. Estudiantes de la Plata tenía todo el cuadro, con la base que dos años antes arrancó ganando la Copa a Palmeiras y después a Nacional. Estaban Spadaro, Medina, Bilardo Conigliaro, Echecopar, el Bocha Flores y Verón. Me acuerdo que en esta final jugó contra nosotros el Indio Solari que había jugado en River en la final de Santiago. ¡Yo lo embromaba, le decía cosas! Y nosotros con rejuntado no le ganamos por poquito. Allá en la Plata, en la vieja cancha de tablones era empate sin goles clavado. Faltaban dos minutos para terminar y yo pensaba en la revancha en Montevideo. Me jugaba entero. En eso viene un centro, sacamos la pelota por alto y cae un poco más delante de la media luna, medio sobre la izquierda. Y aparece sólo un zaguero que se había adelantado –se llamaba Togneri- y le pega como venía, de emboquillada como se decía antes. Tenía que irse a las nubes. ¡Era un zaguero! Creo que nunca hizo un gol en su vida… ¡Y la clave en el ángulo! Nos queríamos morir. De la revancha no me hable…”
-¿Por los líos del final del partido cuando perdieron la copa?
-“Eso déjelo así. El jugador uruguayo, por suerte, nunca quiere perder. Lo trae en la sangre porque es la herencia que van dejando los mayores. Entonces hay que responder a esa historia. Ponerse la camiseta de Peñarol, en mi época, era defender el honor de Benincasa, de Piendibene, del Gallego Lorenzo, de Gestido, de Obdulio, de Roque (Máspoli), de Schiaffino… ¿Me entiende? Nos enseñaban que esos hombres habían ganado para hacer grandes a Peñarol. ¿Ahora? No me hable… Entonces, le digo, por esa necesidad de ganar para responder a la historia, cuando Vd. pierde, se enoja, que se le va la mano, le dicen algo los rivales y uno explota. Y para mí… ¡está bien que explote y ojalá que eso no se pierda!”.
Para cerrar este capítulo que nos acerca al final de la historia, quede para el recuerdo aquel equipo de Peñarol que empató sin goles en la final de Montevideo, el 27 de mayo de 1970, dejando la Copa Libertadores de América en manos de quién la conquistó en 1968: Estudiantes de la Plata. Los aurinegros formaron con Ariel Pintos en el arco; Figueroa y Peralta; Ricardo Soria (a los 69’ entró el juvenil Luis Speranza, centrodelantero, para buscar el gol salvador), Gonçalvez y Alberto Martínez; Luis Lamberck, Milton Viera, Alfredo Lamas, Ermindo Onega y Nilo Acuña.
La pérdida del trofeo también marco la caída del brasileño Brandao de la conducción técnica de Peñarol.