La vida de Tito Gonçalvez (Nota 13)
Por Atilio Garrido
La Copa Libertadores de América de 1969 planteó varias situaciones. Algunas repetidas, otras novedosas y a su vez, un tanto sorprendentes. Tal como ocurrió en 1966, Nacional y Peñarol se enfrentaron entre sí en la zona de grupos, además de los partidos con los ecuatorianos, Deportivo Quito y Barcelona. Esto abría la posibilidad de sumar otros dos o tres partidos por las semifinales, en caso de que ambos –como ocurrió- superaron la etapa inicial de los compromisos en las llaves clasificatorias.
Por su parte, Brasil mantuvo su posición adoptada en 1966 de no inscribir a sus clubes, en protesta por la decisión que permitió la participación de un segundo club por país. Propio del manejo pragmático con el que siempre han actuado los brasileños en todos los ámbitos –político, deportivos, sociales, etc.-, esta norma la quebró Cruzeiro en 1967. Resultó la excepción. En esa Copa Libertadores se inscribió el club de Belo Horizonte, sin que lo acompañara una segunda institución. Los brasileños se mantendrán fuera del torneo continental hasta 1971, momento en que se anotaron Fluminense y Palmeiras. Desde ese instante, la Copa Libertadores pasó a ser un torneo de gran importancia para el Brasil. ¡Lo descubrieron tardíamente!
La otra novedad de la edición de 1969 resultó la ausencia de los clubes argentinos que se clasificaron. Velez Sarsfield y River Plate, campeón y vice del Torneo Nacional, no se anotaron. Consulté para escribir esta nota al mejor historiador e investigador de la historia del fútbol argentino que aún vive –Pablo Ramírez, quien supera los 90 años- y me explicó que “esa ausencia se debió a que, al igual que los brasileños, los argentinos estuvieron desconformes con la decisión de que actuaran los vicecampeones. Se alargaba mucho el torneo, se jugaban partidos sin mucho interés y, además, perjudicaba la actividad local que había sufrido una modificación con la introducción del Torneo Metropolitano y el Campeonato Nacional. La había resulto que los dos clasificados salían de este último torneo. Participaron en 1966, 1967 y 1968. Al año siguiente decidieron no asistir. Sólo lo hizo Estudiantes de la Plata, que por ser el campeón anterior de la copa, ingresaba directamente en las semifinales. Era una ventaja muy grande que se le otorgaba al poseedor del título”.
CINCO CLÁSICOS ANTES NACIONAL COMO EN 1966
Si Nacional jugó fuerte en el período de pases de 1969, Peñarol no se quedó atrás. Llegaron los argentinos Ermindo Onega y El Tanque Rojas. También Milton Viera que había jugado en Nacional y Boca Jrs., retornando a la institución un crack y un señor: Roberto Matosas.
-“Ese año jugamos con Nacional cinco veces por la Copa Libertadores. Como entrenador nuestro continuaba el mayor Milans. En el grupo empatamos los dos partidos. Y después en las semifinales nos sacamos chispas. Perdemos el primer partido y ganamos el segundo. Ahí el reglamento marcaba que teníamos que jugar un partido desempate. Ese encuentro termina 0 a 0 después de disputar un alargue y nos quedamos afuera de la final ante Estudiantes por diferencia de goles. ¡Qué bronca, yo quería jugar con Estudiantes porque sabía las cosas que hacían, lo había visto el año anterior cuando aparecieron! Pero mire que nosotros teníamos un cuadrazo…”
-Se lo digo. Mazurkiewicz, Figueroa y Luis Varela; Forlán, Vd., claro, si no quien iba a jugar…
-“Dele, no me dé filo. Siga…”
-… y Caetano. Rocha, Milton Viera, Onega, Spencer y Joya. También jugó Matosas de lateral izquierdo e ingresó Cortés de puntero por la derecha, para actuar en la mitad del campo. Ese es el equipo del empate que los eliminó. En el que ganaron la pareja de back la integraron Carlos Péres y Matosas, y entró Abbadie durante el partido. Y en el que perdieron no jugó Milton Viera. Actuó Cortés a quién después suplantó El Tanque Rojas.
-“¿Tiene a Nacional, ahí en los papeles? Porque también era flor de cuadro, también…
-Sí, claro. El equipo del empate clasificatorio. Manga, Ancheta y Emilio Álvarez; Ubiñas, Montero Castillo y Mujica; Cubilla, Prieto, Celio, Maneiro y Morales…
-“No le digo. Un equipazo. El entrenador era Zezé Moreira, el mismo de 1963. Pero fíjese otra cosa. Ese Zezé no era un cualquiera. ¡Había dirigido a Brasil en el mundial de 1954! ¿Qué me dice? ¿Hoy puede venir a Uruguay un entrenador con esos pergaminos? ¡Hágame el favor!”
El año se cierra con la amargura por la pérdida de la Copa Uruguayo, pero la gran alegría, el 30 de diciembre de 1969, del triunfo en La Plata ante Estudiantes y la clasificación de campeón de la Supercopa de Campeones del Mundo zona sudamericana. El mismo día que el viernes pasado, recibieron sepultura sus restos. ¿Dios? ¿El destino? ¿Dios y el destino?
LA LLEGADA DEL BRASILEÑO OSWALDO BRANDAO
El lunes 28 de julio de 1969, en medio del más absoluto silencio, sin que ningún medio de prensa de Uruguay lo informara -¡qué distinto sería hoy!-, llegó a Montevideo el entrenador brasileño Oswaldo Brandao. Esa noche en la sede de la calle Maldonado firmaba contrato con Peñarol para encargarse de todas las funciones del plantel. Quedaba atrás la etapa del Mayor Milans y los meses en que Ernesto Ledesma dirigió a los aurinegros hasta la llegada de Brandao. No era un desconocido el nuevo entrenador de Peñarol. Todo lo contrario. Llegaba para dirigir en Uruguay otro director técnico de primer cartel en Brasil y en el mundo, concretándose en el fútbol uruguayo un hecho irrepetible: a los dos clubes grandes los conducían dos brasileños de gran nivel y trayectoria. Zezé Moreira a Nacional, por segunda vez, y Brandao a Peñarol
El nuevo entrenador comenzó una revolución. Primero abarcó los aspectos organizativos. Hasta ese momento, los jugadores llevaban en sus bolsos los útiles para las prácticas y entrenamientos. Puso fin a esa modalidad. Cada futbolista tenía sus cosas en un casillero, en la concentración de los Aromos, ropa que era entregada, cuidada y lavada por personal del club. Siguió por la alimentación. Prohibió el asado y las carnes gordas porque tenían grasa; suspendió que los jugadores tomar mate y programó una ingesta de comidas apropiadas para la exigencia física. Contrató elementos jóvenes de otros clubes (Lamas de Racing, Peralta de River Plate, Alberto Martínez de Rampla Jrs., Roberto Soria de Huracán Buceo y Ariel Pintos de Danubio, un golero que no era tan joven) y promovió gran cantidad de juveniles (principalmente al golero Sergio Blanco, al puntero Julio Losada y al atacante Luis Lamberck). Cuando le nombré a Brandao, el Tito puso mala cara.
-“Mmmmmm… Voy a hablar poquito. El brasileño vino contratado por los dirigentes para hacer un mandado. Había que liquidar a los que llevábamos años en el club y los dirigentes no se animaban. Yo comprendo. ¡Estaban cansados de ver siempre las mismas caras! Yo había llegado en 1957, llevaba 14 años en el club, siempre titular y después capitán desde 1962. Conocía todo, ¿se da cuenta? Y el brasileño hizo el mandado, aunque no le resultó fácil. Pero, como el jugador uruguayo es noble, muy noble y en la cancha se entrega sin tasa ni medida, después la historia pone las cosas en su lugar. Brandao generó un clima horrible en el plantel. Era el director técnico, el preparador físico, también actuaba como médico porque le pasaba por arriba al Dr. Rienzi y generó muchos conflictos. Sin embargo, los que entraban a jugar –y yo jugué con él a pesar de todo- dejaban los problemas afuera. A fin de ese año 1969 con él como entrenador ganamos la Supercopa de Campeones del Mundo y al año siguiente llegamos a la final de la Copa Libertadores contra Estudiantes de la Plata y la perdimos ahí, por un pelito. Y… ¿dígame una cosa? La gente que vivió aquel tiempo, los hinchas, ¿se acuerdan de Brandao? ¿Dicen que Brando salió campeón de la Supercopa y casi de la Libertadores? Noooooo… Se acuerdan de los jugadores, de todos los compañeros de aquel año. ¿Y cuándo recuerdan al brasileño cómo lo recuerdan? Como que nos vino a echar a todos los veteranos. ¿O no? La verdad tarde o temprano resplandece. Entonces, hay que decir que, pese que vino a liquidarnos, los jugadores en conflicto nos entregamos todos por Peñarol, por el club, por la camiseta y le aportamos más gloria para cerrar con otro título internacional esos 13 años irrepetibles que van desde 1958 a 1970. ¡Y que nunca más van a volver!”
En este año 1969 el presidente de Nacional, Miguel Restuccia, completó la formación del cuadro espectáculo con la contratación de Luis Cubilla, el catamarqueño Palito Mameli, Alcides Cacho Silveira. Después de perder la final de la Copa Libertadores ante Estudiantes de La Plata, que ganó los dos partidos, el presidente Restuccia redobló la apuesta. Contrató para jugar el Campeonato Uruguayo, a partir de agosto, al notable goleador argentino Luis Artime que provenía del Fluminense de Río. Los dos clásicos del torneo mayor finalizar empatados.
Desde que asumió Brandao los jugadores Néstor Gonçcalvez, Luis Varela y Héctor Silva –que se había recuperado después de muchos meses de ausencia de la fractura de la pierna- desaparecieron de la integración titular del equipo. La camiseta tradicional del Tito, la No. 5 apareció en el torso de Julio César Cortes, el Pocho que desde 1965, llegó de Rosario Central, después de haber comenzado en Sud América y actuado en Cerro.