¿La verdad puede estar en dos lados diferentes?
Los caminos del profesionalismo lleva por esos lados a los protagonistas, que muchas veces no son compartidos e incluso no comprendidos.
Hay dos caminos que si se encuentran en esas circunstancias; eclosionan.
El hincha pasional y el jugador o entrenador profesional.
El camino profesional te lleva muchas veces a defender lo actual y “hacer de tripas corazón” cuando el corazón o el sentimiento aflora.
Hubo desencanto en la hinchada negriazul de Liverpool con Rodrigo Aguirre.
El mismo afloró cuando el festejo del gol tricolor a los de “la cuchilla”, defendiendo a su actual club, Nacional, a quien se debe por contrato y profesionalismo.
El pasado por los de Belvedere, del actual ariete “bolso”, ponía en un brete el festejo, como ha ocurrido con otros goleadores, goleros que atajan penales, con pasado en clubes que enfrentan, o jugadores de campo que “rayan” al máximo con sus ex clubes; aunque tengan el corazón en el lado de enfrente a su casaquilla.
En el pasado figuras inconmensurables y emblemáticas de equipos estuvieron en tiendas de enfrente y muchos lo coronaron con campeonatos.
El inicio del primer quinquenio aurinegro encontraba a Don Hugo Bagnulo al frente de los aurinegros a fines de la década de 1950. Luego se iría del club y haría una carrera que lo transformaría en emblema carbonero, con los años, aunque su corazón siempre estuvo en Central (hoy con Español luego de la fusión). Años después de esa aparición haría la campaña que transformaría a Peñarol campeón de América y del mundo (1982).
Nombrar a Don Hugo en Peñarol es nombrar a un semi Dios. Sin embargo el entrañable entrenador dirigió al acérrimo rival, Nacional, en el Uruguayo de 1962.
El que continuó la obra de Bagnulo en aquel quinquenio fue Roberto Scarone llevándolo este a completar los 5 títulos seguidos, coronarse campeón de América 2 veces (1960 y 61) y campeón del mundo (1961) con los carboneros. Pero en esa misma década (1966) el laureado entrenador uruguayo dirigió y salió campeón con Nacional, el mismo año de la gloria internacional del eterno rival, los bolsos dominaron lo local con él en la conducción.
Juan Eduardo Hohberg, el cordobés con corazón uruguayo, está en el Salón de la Fama de Peñarol y también dirigió a Nacional (1976).
A la inversa 2 “el vasco” Aguirregaray, años después, comenzaría en el “bolso” y lograría el segundo quinquenio con los aurinegros, jugando, al igual que a pesar de sus comienzos en River Plate el “Pato” Aguilera vistió la de Nacional (1983-85) y se transformaría en otro icono aurinegro tras ese segundo quinquenio (1993-97).
Muchos más son los ejemplos que podrían darse. Pero todos tienen algo en común.
El respeto por sus corazones está en juego cuando el profesionalismo te atrapa y debes de responder a tu carrera. Son momentos difíciles para los protagonistas; y ni que hablar para el hincha que ve a sus ídolos con otros colores y con el plus de que hiere o traiciona sus sentimientos.
Por supuesto que esto no interesa al que sufre la derrota de su equipo desde la tribuna y acompaña a su equipo siempre.
Son dos cosas que se debería tener en cuenta, de un lado y del otro. Pero con la misma pasión que el hincha reacciona; el jugador tiene el mismo sentimiento que se fusiona con su “sed de gloria”; que lo da su carrera.
Respeta el hincha a su corazón, a su sentimiento cuando lo siente herido y reacciona.
El jugador siente explotar sus pulsaciones cuando el gol o su actuación; entonces está respetando su carrera.
Son momentos difíciles para ambos.
Y más cuando los dos respetan a sus impulsos verdaderos y no tienen falsedades.