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La salida de Jorge Da Silva




"Perdimos tres puntos importantes, pero faltan cinco partidos y esto no se va a definir hasta el final", decía el entrenador carbonero Jorge Da Silva.


3 mayo, 2013
Columnistas

Ayer un matutino tituló: “El clásico marcará el futuro de Da Silva en Peñarol. Se define por cuál puerta“. Buen título, pero lo cierto es que en este fútbol no hay dos puertas para los directores técnicos. Son al vesrre que Aníbal Troilo Pichuco, que no se iba porque siempre estaba volviendo. Ellos no se van porque muy rara vez terminan de llegar. Siempre están en la única puerta. Es una puerta giratoria por donde van pasando (unos más sonrientes, otros menos).

Jorge Da Silva llegando a Los Aromos.

Jorge Da Silva llegando a Los Aromos.

Antes, en otra época, saltaban como fusibles. Es decir, saltaban para que no saltara la instalación mayor, léase: la presidencia, pero ahora, incluso aunque no esté en juego la presidencia, los desechan.

“Para cambiar la pisada”, dicen dirigentes, periodistas, hinchas, como si los directores técnicos fueran fetiches o, en el mejor de los casos, mascotas.

La semana pasada salió campeón de la Liga Inglesa el Manchester United, con un director técnico, Alex Ferguson, que hace veintiséis años que dirige al primer equipo de ese club. No todos estos años, ni mucho menos desde el principio, obtuvo buenos resultados. Al contrario. En la primera temporada de Ferguson en el Manchester (1986), su equipo terminó undécimo. En la temporada 1986-87 terminó a nueve puntos del Liverpool. En la siguiente (1988-89) volvió a quedar undécimo. En la cuarta temporada (1989-90) recién apareció en Old Trafford (el estadio del Manchester) una pancarta que decía: «tres años de excusas y esto es todavía una basura». Entonces el equipo cayó en una racha peor: seis derrotas y dos empates en ocho encuentros consecutivos. ¿Alguien cree que en Uruguay un técnico con esos resultados durante cuatro años y con esa mala racha, podría seguir dirigiendo al mismo club veintidós años después? Ni a ese ni a ningún otro, ni siquiera al más modesto.

En la quinta temporada con Ferguson, el United mejoró y acabó sexto. Recién en la séptima temporada alcanzó su primer título liguero, al que le han seguido doce, con el de hoy.

Acá dicen que en el fútbol los resultados mandan. Lo dicen mal. Lo dicen sin relativizarlo, con resignación, como si los resultados de fútbol fuesen el mercado según Fukuyama.

En la realidad los resultados mandan si se los deja mandar y si se los deja, son déspotas, pero cada pueblo es dueño de su historia. Cada club de la suya.

Un ejemplo entre otros: El Profesor José Ricardo De León escribió que no hubiese logrado la hazaña con Defensor si el Presidente, Julio César Franzini, no hubiese mantenido su decisión firme ante una racha de malos resultados.

El martes me llamó un colega amigo para preguntarme si yo tenía el número telefónico “del capitán Julio César Franzini”.

-El Contralmirante -lo corregí-. Porque es Contralmirante, ¿o no?

Reímos recordando al personaje “Lineadura” de Juan Carlos Altavista (Minguito) que en el programa La Tuerca, cuando en la tevé argentina le prohibían nombrar a Perón, se refería a él como “El General, porque es General, ¿o no?” El ingeniero Franzini fue ascendido a Contralmirante por el parlamento, en ajustada votación, cuando recuperamos la democracia. Una vez el Contralmirante me contó detalles del episodio que le valió relegamiento y marginación durante doce años, por no sumar al golpe de Estado la nave que él capitaneaba. Mantuvo su decisión expuesto a la más segura derrota. ¡¿le iba a hacer cambiar una decisión la presión de una hinchada?!

En Defensor no mandaron los resultados. Mandó Franzini a los resultados, por mandato de la asamblea del club. Lo mismo hizo en la AUF por mandato de la asamblea de clubes, a donde renunció para mantener a un técnico. Son hechos históricos tan incuestionables como su grado de Contralmirante. “Vox populi: vox Dei” (la voz del pueblo es la voz de Dios).

No confundir con unos cuantos gritos insultantes a la salida de una cancha.