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La humildad y la gloria




Alcides Edgardo Ghiggia, el héroe del Maracanazo, en la imagen eterna del gol para la historia que luce en el Museo del fútbol.


20 septiembre, 2015
Columnistas

Durante los últimos 30 años he leído infinidad de diarios y libros, dentro de las diferentes vías de búsqueda;  como resultado de la investigación de los éxitos de  entrenadores uruguayos por el mundo, donde he leído desde el lejano 1908 hasta estos días,  que me llevaron a publicar 3 libros, y que hoy llevan más de 2.000 títulos de campeones en los 5 continentes.

Dentro  de esa pesquisa, hay un común denominador, en jugadores y entrenadores, sobre todo en las primeras 5 décadas del siglo pasado. Lo que reflejaba la prensa en sus páginas era que; y para escribir en un lenguaje callejero de futbol; “no se la creían si ganaban, y eran sumamente duros cuando se perdía”.

Cuando se ganaba era obligación, ya que se comenzó desde mediados  del la década de 1910 (tomemos como inicio el  primer Sudamericano que hubo y fue ganado en 1916) a ganar e ir escalando hasta llegar a lo máximo, como ser campeón del mundo. Ese ascenso hizo “formar una caparazón y conciencia” de verdaderos ganadores, que se trasmitió no solo a jugadores y entrenadores sino que el pueblo uruguayo se hizo de “paladar negro” en cuanto a RESULTADOS y no a JUEGO, sin descartar que todos querían  jugar “bien”.

El reflejo de los diarios, sobretodo, era que el triunfo duraba muy poco como titulares, por esa obligación y “no había que hacer tanta alharaca”.

Los jugadores tampoco se la creían, los entrenadores tampoco, y se reflejaba en sus declaraciones. No hay más que hurgar en la Biblioteca Nacional, para comprobarlo. Cada vez que se ganaba se cumplía con el “legado”, y cuando uno cumple siente satisfacción interna, y servía para darle alegría al pueblo futbolero y al que no lo era.

Decir que no se fracasaba en una declaración después de perder era un suicido deportivo, si sobre tu pasado había gloria, sea en un club o sea en la selección. No bastaba una justificación, no se había cumplido y había que aceptar el fracaso porque sino el futuro te “condenaba” a repetir ese fracaso.

Todos los que han logrado gloria para sus clubes o selección tenían y tienen un mismo “corte”, cumplían solo si ganaban y la obligación era de ellos cuando se ponían la celeste o la de sus clubes en instancias decisivas, no había justificativos porque eso los ayudaba a mirar solo el “podio número 1”.

Alcides Edgardo Ghiggia, el héroe del Maracanazo, en la imagen eterna del gol para la historia que luce en el Museo del fútbol.

Alcides Edgardo Ghiggia, el héroe del Maracanazo, en la imagen eterna del gol para la historia que luce en el Museo del fútbol.

Cuando la gloria dentro de la Asociación  Uruguaya de futbol, se ve reflejada en sus vitrinas con sus copas, cuando el Museo del futbol te envuelve con su manto de gloria; sus fotos y ese ambiente que te hace entrar a un “paraíso terrenal” o cuando los grandes de nuestro país “inundan” sus pasillos de sus sedes o Museos con trofeos, fotos, logros y todo lo que envuelve ser los mejores, te están enseñando a perseguir la gloria y no a justificar la derrota.

La sed de gloria, nunca se apagaba, siempre debe estar, y el dolor de no lograrla no te permite encontrar algo que la sustituya.

Vamos a revivir algunas anécdotas ya escritas, que vienen muy bien para este tema.

La  gloria impregnada  que relataré; es de José María “Chema” Rodríguez, entrenador uruguayo muchas veces laureado en el exterior, entrenador de 3 selecciones (Ecuador-Paraguay y Uruguay), cuando le pregunté porque esa reticencia a contar que fue campeón muchas veces y me responde: “me da vergüenza” y le respondo: “¿vergüenza ser campeón?”; a lo que replica………”vergüenza decirlo yo”.

El siempre recordado Hugo Bagnulo, aquí acompañado por el Prof. José Guillermo Palese con quien hizo dupla, y junto a ellos Alberto Silvio Montaño, gran periodista de "El País".

El siempre recordado Hugo Bagnulo, aquí acompañado por el Prof. José Guillermo Palese con quien hizo dupla, y junto a ellos Alberto Silvio Montaño, gran periodista de “El País”.

El segundo ejemplo es de Don Hugo Bagnulo; con mis consultas por los libros, donde el tendría que relatarme parte de sus éxitos, para yo incluirlos en mi primer libro; con esa gran calidad, sabiduría  y esa forma de expresar tan característica de él, me dice: “¡yo decirte lo que gané!, no Longuito que lo digan los demás”………………..y nunca me lo dijo.

El triunfo es muy efímero y la derrota sirve para no repetirla por eso la frase de Luis Garisto: “Los entrenadores damos examen todas las semanas, pero no nos recibimos nunca”

Y para tener de cabecera:

Termino con algo que ya conté pero que viene muy bien a esta nota; cuando le pregunté a Domingo Pérez (bi campeón sudamericano con Uruguay en 1959 y 1967) si había recibido algún homenaje por esos logros me respondió tajantemente: “no tenían obligación de homenajearme, la obligación era mía cuando me ponía la celeste”.

Cuando no se tiene gloria detrás y se está buscándola, los caminos a encontrarla, hacen que las respuestas justifiquen esa búsqueda ante cualquier “tropezón”.

Pero cuando la gloria ha envuelto al jugador, entrenador, club o selección, debería hacer que las respuestas sean de acuerdo a “la aureola” que protege ese pasado, reciente o lejano, eso no influye, lo que interesa es que donde se está  es glorioso.