La forma es el contenido

La mejoría de los escenarios atrae a un público que espera las transmisiones de Segunda con ansias, lo que no significa que los clubes no deban afrontar la realidad con frialdad y profesionalismo.





19 agosto, 2020
El fútbol en tiempos de pandemia

Escribe: Juan Carlos Scelza

 

La tempranera salida habitual se transformó en un reiterado comentario de cada uno de los muchos que nos cruzan en el camino al canal o a la radio al cargar nafta, en el estacionamiento o simplemente en la espera de una luz verde del semáforo de turno: “¡Qué lindo se ven los partidos de la B!”.

 

Es una realidad que rompe los ojos, y es lógico que en estos tiempos el agrado del televidente se generalice. No son mejores los futbolistas de los planteles que prácticamente no sufrieron modificaciones desde antes de la aparición de la pandemia, no hay grandes cambios en las propuestas de los respectivos técnicos, el torneo es el mismo de siempre, y la logística, tecnología y material profesional al servicio de la televisación es el constante de la transmisiones que realiza Tenfield desde hace más de dos décadas.

 

La diferencia es el entorno, el escenario, el envase del producto, ese al que habitualmente los organizadores le dan la espalda, invocando como excusa la importancia de ser local. El remate de afuera del área que se mete en el ángulo e infla la red seguirá siendo el mismo, pero si en lugar de un césped parejo hay una sucesión de posos semi marrones con un degradé verdoso de un pasto pelado en el que la pelota es imposible de dominar, y de fondo una tribuna descascarada, despintada, con tejidos rotos y herrumbrados, el resultado será forzosamente distinto. Nadie discutirá entonces un cambio en el valor del delantero que ejecutó ni la virtud de su pegada, pero lucirá diferente.

 

El gran acierto de fijar la mayor parte de la seguidilla televisiva de la Segunda División Profesional en el Estadio Charrúa se capitaliza en el producto final que se entrega al consumidor. Claro que no crecerán los simpatizantes de clubes que tienen un puñado de hinchas: ese no es ni será el desafío. Aunque para el que desapasionadamente se siente frente al televisor con el simple propósito de ver un espectáculo, esta versión especial 2020, lejos de correrlo -como ocurre en algunos casos en los que por más esfuerzo televisivo que se realice, es imposible disimular las carencias, la desorganización y la desprolijidad- lo atrapa y lo hace permanecer.

 

La mayoría de los protagonistas han manifestado la satisfacción por la cancha, el escenario todo y sus comodidades. Esto se suma al constante elogio de los aficionados comunes. Por supuesto que el Charrúa se ha beneficiado de dos aspectos fundamentales: el proyecto de la Unión de Rugby como producto de un trabajo tan profesional como práctico, y de objetivos claros, lo que transformó aquella desusada y deteriorada cancha condenada a cerrar sus puertas en un escenario de primer nivel, y también la última inyección económica que llegó de la mano de la organización del último mundial juvenil femenino.

 

Los clubes cada vez en mayor número y mayor fuerza se reúnen ajustando detalles de la inminente llegada de la Liga Profesional, La inmensa mayoría nos visitaron en “Hora 25”, de Radio Oriental, en el ciclo “Hablan los Presidentes”, y existe consciencia plena en formular cambios tan demorados como necesarios, y en la búsqueda desde objetivos comunes de conseguir recursos que permitan manejar sus finanzas sin sobresaltos. Coinciden en establecer el Fair Play financiero que asegure reglas parejas y sancione a los que no las cumplan. También hay coincidencia en que mejorar el producto significará conseguir un respeto que hoy el fútbol no tiene, y una credibilidad del mercado comercial que los cuadros en su mayoría no poseen.

 

En una de sus columnas en el semanario “Crónica”, el doctor Daniel Pastorini, neutral de la AUF desde 1997 hasta 2006, y de gran injerencia en los cambios que permitieron la inserción de equipos del interior por licitación, definió desde su vasta experiencia en el tema que la nueva etapa que atravesará el fútbol uruguayo necesitará como toda  acción viabilidad y sustentabilidad. En otros párrafos se refirió a un sinceramiento, palabra que en lo personal reiteramos desde hace años, puesto que sin ella no habrá modificación posible.

 

Parecen dispuestos al cambio y con algunas buenas ideas, aun cuando todas las instituciones reconocen que las urgencias, la popularidad, la infraestructura y la convocatoria, las colocan en franjas diferentes. Serán socios, después negociarán entre ellos en qué condiciones y que porcentajes, pero si los recursos que se proyectan conseguir se generarán corporativamente para permitir mejor negociación frente a posibles sponsors, deberán abordar la estructura de los campeonatos, el armado del calendario, la fijación de los escenarios, los plazos para pagar las deudas que permitan realizar el fixture del torneo sin dudas sobre el futuro, los reglamentos de éstos, los horarios de los partidos, los meses del año en los cuales competir y otra serie de aspectos en los que deberán anteponer esa sociedad a aspectos sentimentales que perjudiquen el resultado final.

 

En la cancha, procurarán competir y ganarles a los demás, pero eso es más de lo mismo que requiere siempre una competencia. Lo distinto, lo que intentan buscar, es una sustentabilidad colectiva que solo se logrará cambiando la cara y mostrando una versión mucho más prolija que cautive a quienes quieran apostar a auspiciar esa Liga Profesional.

 

Sin público, con tribunas vacías y con la misma limitante de falta de convocatoria de los clubes de la B, en un mercado chico y solo con dos grandes polos de atracción, la puesta en escena del Charrúa y su respuesta en los aficionados, es un  espejo de futuro para acompañar el cambio y terminar con escenarios que alejan al televidente,  mucho más al que pretenda sacar una entrada. Cuidar el producto que deberá respaldarse en una visión profesional que marque las etapas de desarrollo que permitan en ciertos plazos generar en la sociedad primero la sensación de cambio, luego la credibilidad para después y sin sueños desmedidos, estudiando el mercado interno, cosechar los beneficios que puedan generar una nueva versión que debe tener solidez, seriedad y desterrar para siempre la improvisación no parece ya una opción arbitraria, sino la inevitable realidad.