Uruguay ganador no le sirve a la FIFA; aplicó una sanción excesiva
Escribe: Atilio Garrido / Fotografías: Fernando González (enviados especiales)
El Tribunal de Disciplina de la FIFA aplicó a Luis Suárez una de las sanciones más duras de la historia. Con la intención de reflexionar sobre el tema, en estos momentos de profunda pena por lo ocurrido, es oportuno plantear algunas interrogantes.
El episodio que originó la resolución es catalogado como “agresión a otro jugador” agregándose que cometió “una ofensa a la deportividad contra otro jugador”. ¿Qué es una agresión? El Diccionario de la Real Academia Española la define en su primera acepción como el “Acto de acometer a alguien para matarlo, herirlo o hacerle daño”. Es decir –claramente- que el vocablo no establece niveles de la “agresión”. Tampoco el Código de Disciplina de la FIFA, en el art. 48 citado en la resolución, incluye diferencias en las agresiones. Por lo tanto “morder” a un adversario, pegarle una trompada, salibarlo o detenerlo mediante una simple patada, es lo mismo. El puntapié que Balotelli le pegó en la cabeza a Álvaro Pereira en el primer tiempo, de acuerdo a la letra fría, es igual a la “mordedura” de Suárez. Lo mismo que el tremendo codazo que Neymar le tiró al croata Luca Modric. O las agresiones de todo tipo, en un partido muy violento entre Francia y Ecuador.
La segunda infracción que cometió Suárez, según la FIFA, es la violación del art. 57 (Ofensas al honor y deportividad). ¿Qué tiene que hacer un jugador para que se le apliquen las sanciones previstas por transgredir esta norma? Lo define el mismo Código: “El que a través de palabras o gestos injuriosos, o por cualquier otro medio, ofenda el honor de una persona o contravenga a los principios de la deportividad o la moral deportiva”. De acuerdo a los textos, es lo mismo “morder” a un rival, agarrase los genitales o mostrarle el dedo medio de una mano, con los demás cerrados. En el primer tiempo del partido ante Italia, en una incidencia donde un zaguero “azurri” le aplicó un tremendo “patadón” a Suárez, el uruguayo cayó al lado del banco de suplentes de los italianos. Inmediatamente, los suplentes y los funcionarios, se abalanzaron sobre el uruguayo diciéndole todo tipo de malas palabras y ofensas.
¿Si Italia hubiera conseguido el objetivo de clasificar a octavos de final con el empate, quedando eliminado Uruguay, habría existido el expediente que se abrió a Luis Suarez o simplemente no hubiera existido?
¿Si un jugador de Brasil, Argentina, Alemania, Italia, Inglaterra, Francia, España, Holanda o Rusia, violan esas figuras que el Código de la FIFA estipula (agresión y ofensas al honor y la deportividad) recibirían semejante sanción? No. Definitivamente no.
¿Y entonces, por qué ese ensañamiento de la FIFA con el notable jugador uruguayo? ¿Por qué esa segura diferencia de no medir con la misma vara similar acción, dependiendo del color de la camiseta y el país?
Muy simple. El ataque no es contra Suárez. Es contra Uruguay y su fútbol.
Estoy seguro que ante esta situación creada y definitiva, no faltarán los que recurran a justificar tanta dureza en la resolución, con la manida frase de “la falta de peso político” de los dirigentes del fútbol uruguayo. Otros, también, dada la situación que vive el actual Consejo Ejecutivo de la AUF de carácter provisorio, dirán que “si estuviera Bauzá esto no pasaba”. Y aprovecharán para descalificar a los actuales Neutrales que conduce el Esc. Valdéz, “porque en la Confederación no los conoce nadie”. También aparecerán los que sostengan que “Figueredo no nos defendió porque los dirigentes uruguayos le iniciaron causa penal”. Y otros, sin duda, expresarán que “a la Argentina la defiende Grondona y nunca pasa nada”.
Todas esas reflexiones y otras similares o parecidas, van a ser escuchadas en estas horas donde el “caso Suárez” conmociona a todo nuestro país.
El gran problema que tiene la FIFA con Uruguay, al que se agregan los ingleses, no es Luisito Suárez. ¡Es el Uruguay futbolístico! Con Bauzá, Valdéz, Figueredo, así como antes ocurrió con el Brigadier Saénz (Londres 1966), Américo Gil (1970) o el Cnel. Joanicó (México 1986) u otros, la historia moderna se repite en perjuicio del pequeño país.
El Uruguay futbolístico glorioso comenzó a construirse en una época donde el mejor fútbol del mundo se jugaba en el Río de la Plata (Uruguay y Argentina). Brasil, futbolísticamente no existía. Inglaterra buscaba encerrarse en sus islas en un intento de apoderarse del profesionalismo. Aquella FIFA no tenía ni poder, ni dinero. Uruguay construyó una pirámide de triunfos impresionantes, colocándose hasta 1950 en la cima del mundo. Uruguay inventó este negocio multimillonario que hoy explota la FIFA, convertida en la primer empresa multinacional del mundo. Pero… justamente, cambió el mundo. Aquella FIFA sin plata, se hizo rica con las actuaciones de Uruguay en el Campeonato Mundial de 1924 y en el de 1928. Entonces se animaron a volar sin el Comité Olímpico como rueda de auxilio. ¡Y fue Uruguay y sus dirigentes los que inventaron este negocio en el cuál hoy no tiene la participación que merecería por su pasado! Las naciones poderosas crecieron en población, mercado, dinero, televisión, patrocinadores. Uruguay no. La globalización terminó esa obra macabra de construir una mesa dónde se sientan sólo los grandes. ¡Los que venden! ¡Los que tienen mercado! ¡Los que poco a poco, en los últimos tiempos, también consolidaron su historia futbolística con títulos! Italia, Alemania, España, Francia, Inglaterra, Brasil, Argentina, todos poderosos, todos con mercado, han ido acumulando triunfos y prestigio.
¿Y Uruguay? Continuó siendo el mismo de la década gloriosa. Pequeño, con pocos habitantes, sin mercado. Pero… continuó ganando en la cancha. Cada vez se le hace más difícil, pero Uruguay se las ingenia para dar el batacazo de tanto en tanto.
Cuando tiene una racha mala, cuando no molesta, no ocurre nada. La FIFA y los poderosos tranquilos. Hasta que, de pronto, fiel a su historia construida de a rachas, Uruguay vuelve al primer plano. Cuarto en Sudáfrica 2010, Vicecampeón Mundial Sub-17 en 2011, Campeón de la Copa América 2011, Vicecampeón Mundial Sub-20 en 2013, y… se despacha en Brasil 2014 con traje de candidato con dos soberbios triunfos ante Inglaterra y Alemania. ¡Uruguay se convierte en un peligro para la FIFA y los poderosos!
Uruguay molesta. Molesta y amenaza. Se viene Colombia y después, seguramente, Brasil. El “Fantasma de 1950” aletea en las mentes de todos los de la FIFA. ¿Y si estos locos uruguayos otra van nos ganan? Pero… ¿Cómo detenerlos? Porque antes, en el pasado reciente, la acusación que le colgaban a la “celeste” era la de “animales”. Pegan, golpean, son mal intencionados… ¿Y ahora? Resulta que ganan y pelean el título de mejores del Fair Play. ¡No puede ser! Que ese pequeñito país insignificante, de poco más de tres millones de habitantes, esté nuevamente para luchar por el premio máximo. Es algo que no puede tolerarse.
Pero… ¿qué hacer para detenerlos? ¡Si este Uruguay no golpea! Al revés, lo golpean. Entonces, agazapados buscando algo para poner en marcha la perversa máquina, llega un simple error de un jugador excepcional, notable, como Luis Suárez y… le tiran con el código por la cabeza. Injustamente. Lo cortan tomándose una revancha que de otra forma no podrían concretar. Porque, además, ese Bombardero, apenas unos días antes, después de 40 días sin fútbol y tras haber pasado por el quirófano, se despacha con dos goles y elimina a los ingleses.
Por todo esto, Luisito, tranquilo. ¡Arriba los corazones y el ánimo! ¡La FIFA puso en práctica el viejo refrán criollo: ¡hay que pegarle al lechón para que le duela a la chancha!