Jonathan Álvez volvió del olvido con los zapatos marcados
Nueva gran actuación de Jonathan Álvez, volviendo a ser decisivo en la punta del Campeonato, amerita y da buena ocasión a incluir en “La vida privada del orsai” otra historia de fútbol ejemplar y para que el ya ídolo de Danubio permanezca también en la grilla de la sección “Columnas”.
El mejor jugador de la fecha tiene 26 años, nació en Vichadero, Rivera, jugó en la selección departamental y de ahí a las formativas de Nacional, donde no le gustó cómo le fue, no quedó y pasó a River Plate, donde salió Campeón de Tercera con Juan Carlos Carrasco de Director Técnico. Después peregrinó: Boston River, Platense, Torque… Algunas vez pensó bajar los brazos, pero dos marcas de sus zapatos lo llevaron a seguir peleándola hasta el “sueño olvidado” de este presente en Danubio. “Había olvidado el sueño de llegar a la Primera de un club grande y se me cumplió, ¿por qué no se me iría a cumplir mi sueño inolvidable de llegar a la Selección”.
LAS MARCAS DE LOS ZAPATOS
En el Mundial de 1966 comenzó el auge de la publicidad del calzado deportivo a través de los futbolistas más notorios. Por entonces Uruguay no tenía un contrato global de marca de equipamiento deportivo y uno de los conflictos que la prensa encontró para destacar, fue entre los patrocinadores personales del calzado de cada futbolista de la celeste. La nota la dio entonces José Sasía que, por cábala, no arregló con nadie. “Yo juego con los míos” dijo el Pepe y fue título. Jonathan Álvez juega con zapatos triplemente marcados, con la marca que llevan en la grifa y con otras dos que él colocó en cada uno: “Yula, te amo”, por Yulamai Álvez, su mamá, en uno y “Tefa, te amo” por su hermana, Estéfani Álvez, en el otro.
“Son la única familia que tengo. Me crié con mi mamá que para mí es mi mamá y mi papá porque faltó mi padre biológico. Mi padre de la vida fue mi abuelo, Julio Álvez, ya fallecido, que me crió desde chiquito. Vivíamos en la calle 33 Orientales de Vichadero. La escuela de baby fútbol era por barrios y el barrio en que jugaba yo se llamaba Barrio Sur. Edgar González fue mi técnico en la escuela y después pasé a la juvenil del club Ceibal de Vichadero, un equipo militar, donde me dirigió Elbio Lesa y en la mayor del Club Atlético Ceibal me dirigió Henry Valdez. El pasaje para Montevideo me lo dio la Selección de Rivera que entrenaba Picanzo. El pase fue a Nacional, donde me trataron bárbaro, pero yo era muy gurí y capaz los otros eran unos fenómenos y no me gustó por cosas mías. No me dieron cabida, capaz que porque era un pibe del interior y habían otras prioridades, pero me quedó, por ejemplo, la amistad del Morro (Santiago García) que en ese momento estaba en Tercera y después Pelusso lo subió a Primera. El Morro era el único que me prestaba más atención y para mí es un gran amigo. Yo siempre estaba con él. Antes de entrar a la cancha en Jardines el sábado me di tremendo abrazo con él y después fui a su cumpleaños”.
“SIEMPRE LA REMÉ SOLO”
“Cuando me fui de River para el Boston y después me quedé sin equipo, bajé los brazos. Me dije para mí “bueno, hay que dejar el fútbol”, pero en ese período difícil, porque el apoyo de mi familia de Rivera no lo tenía porque económicamente no podían -siempre la remé solo-, tuve mi pareja que me daba para adelante y me hizo creer en mí. Yo le dije: “voy a arrancar para las ocho horas” y ella me dijo que no, “no podés dejar lo que a vos te gusta, no agachés la cabeza”. Después que me separé, por otros motivos que tienen las parejas, y fue mi primo, Adrián Carneiro, el que me dio una mano tremenda, el me bancó. Estuve un año en Platense, amateur, y después pasé al Torque.
La verdad es que nunca imaginé pasar de Torque a Danubio. Antes de jugar los play-off con el Torque, salió en la página de Tenfield que me iba a Danubio y me sorprendió, porque no esperaba que un equipo grande del fútbol uruguayo estuviera interesado en mí, además no lo creía porque a mí no me había consultado nadie. Capaz que no me consultaron para que no me hiciera la cabeza y jugara tranquilo. Después saqué la cuenta de que Saúl Rivero, que era técnico mío ahí en el Torque, cuando ascendimos a Segunda, me dijo que Leonardo Ramos, que entonces estaba en Progreso, estaba interesado en mí, pero como yo estaba con la cabeza en Torque lo ovidé, no di mucha bola. Ahora, cuando surgió lo de Danubio, me dije: “Acá no pierdo la oportunidad”.
“SALIR CAMPEÓN CON DANUBIO”
-¿Qué sueños tenés ahora, después de toda esta peripecia?
-Ahora, salir Campeón con Danubio y después el sueño de todo jugador, sacar a mi familia adelante. A mi vieja la llamo todos los días, me llama y estamos siempre en contacto. Y la celeste es mi sueño inolvidable, obvio. Si logro llegar un día a la Selección Uruguaya me muero. Pero si había olvidado el sueño de llagar a la Primera de un club grande y se me cumplió, ¿por qué no se me iría a cumplir mi sueño inolvidable?