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Independiente se autorresucitó




Alcides "Cacho" Silveira


26 octubre, 2012
Sin Categoría

Dante Panzeri, el Director de la mejor época de la revista El Gráfico, el creador de una de las cuatro grandes escuelas de periodismo de América, tituló su comentario a la derrota de River Plate ante Peñarol por la final de la Libertadores del 66, “River se autosuicidó”. Inventó el neologismo para con una única palabra (y por lo tanto un título en cuerpo de letra más grande, con golpe más contundente a la vista de sólo tres palabras en total) decir algo distinto a que “se mató solo”, porque no fue una muerte en soledad, y algo más preciso y mejor a que “se mató él mismo”, porque “se autosuicidó” resalta el énfasis por sobre la redundancia.

Alcides Silveira en un registro gráfico meses antes de su fallecimiento.

Anoche ante Liverpool, Independiente no fue el caso ni fue el caso inverso, ni se autosuicidó –porque cuando estuvo muerto, terminado el primer tiempo en el Centenario, fueron Liverpool y su táctica quienes lo mataron– ni se autorresucitó, porque en todo momento tuvo ese plus que acompaña a los más grandes.

Sin embargo, siendo entonces, como hoy, uno de los cuatro clubes históricamente más populares de la Argentina, una tarde de 1961, Independiente literalmente se autorresucitó.

Uno de los que se autorresucitaron esa tarde fue un uruguayo magnífico que se nos fue este año, Alcides “Cacho” Silveira (se me empañan los ojos), lateral que hizo época en Sud América, en Independiente, en Boca Juniors y terminó hidalgamente su carrera en Nacional. Por sobre todo, un tipazo.

Esa tarde a Independiente le tocaba con Talleres, en Córdoba. La delegación del Rojo levantó vuelo la noche anterior, desde Aeroparque, en un DC3 de dos motores.

A mitad de camino, el bimotor debió atravesar una tormenta eléctrica fulminante. Cuando el Cacho Silveira se atrevió a mirar por la ventanilla vio el ala izquierda con el motor prendido fuego.

La tripulación apagó el fuego con los extinguidores, y con un motor solo pudieron aterrizar en Mendoza.

Los dirigentes contrataron un hotel en Mendoza porque no tenían vuelo a Córdoba hasta el día siguiente, el del partido.

Cuando llegaron al hall del hotel, el Director Técnico, don Roberto Parra, reunió a los jugadores aparte y les dijo:

–Bueno, muchachos, yo tengo muchos años en esto, he andado por el mundo y les puedo asegurar que hemos nacido de nuevo. Por lo tanto, a partir de este momento tienen piedra libre, porque hemos nacido en el día de la fecha.

“Aquello fue una borrachería tan grande –me contó el Cacho–… una cosa terrible, no te podés imaginar. Pero teníamos que ir a jugar con Talleres. Llegamos esa noche a Mendoza y al otro día jugábamos en Córdoba.

A las ocho de la mañana estábamos todos en el aeropuerto de Mendoza para viajar a Córdoba. Cuando vimos el avión no lo podíamos creer. Era cosa de delirium tremens.

–¡Pero este es el de anoche! –gritamos.

Tenía la turbina y el motor izquierdo arreglados, pero era el mismo DC3. Para colmo el chavón que lo piloteaba también era el mismo.

–Muchachos, si no nos caímos anoche –nos dice–, ¡qué nos vamos a caer ahora!

Y allá fuimos, a pedal completo, todos borrachos.

Llegamos. El partido empezaba a las cuatro de la tarde y llegamos a las dos y media a Córdoba. Fuimos al hotel, dejamos los bolsos y en el mismo micro seguimos para el estadio.”

Ahora viene la muerte de la que no los salvó el destino. Primer tiempo: Talleres de Córdoba cuatro, Independiente cero.

Estaban recién nacidos pero mamados hasta las patas y no agarraban una pelota. Fue un baile cordobés.

Cuando tras terminar el primer tiempo, los jugadores del Rojo fueron entrando al vestuario, Roberto Parra se quedó en la puerta cuidando que no se colara nadie que no fuera del plantel. Al terminar de entrar el último futbolista, Parra trancó la puerta.

Los jugadores no esperaban precisamente una charla técnica, sino una rociada de aquéllas, que señalara todos los errores que debían corregir, pero Parra los sorprendió, ni les habló de fútbol.

–Sáquense la ropa –les dijo– toda la ropa, desnúdense, vamos, desnúdense todos.

Fue a las duchas y abrió todos los grifos de agua fría y enseguida ocurrió la autorresurrección: se ducharon todos los jugadores con agua fría hasta que se les pasó la mamúa. Final del partido: Talleres de Córdoba cuatro, Independiente cuatro.