Huellas de historia circular
Escribe: Atilio Garrido
Lejos de todo apasionamiento, más allá de las emociones fantásticas de los triunfos y las amarguras profundas de las derrotas, si se coloca la lupa del análisis sobre el fútbol, inevitablemente se concluye que, al igual que en toda actividad popular, este es muy cruel.
Hoy es la hora del Liverpool campeón uruguayo. La industria del fútbol consume a los héroes potenciando su valor. La televisión multiplica la hazaña. El golero Britos, el zaguero Izquierdo, el volante Medina, la joya Luciano Rodríguez, el paraguayo Samudio, el capitán Pereira, los goleadores Bentancourt y Vecino…
Y… ¿Algún hincha negriazul se acuerda del pasado? ¿Conocen a fondo la historia del club? ¿Están enterados de que un jugador del ayer surgido en Liverpool, sin lograr el título de campeón uruguayo consiguió, sin embargo, sobresalir en el fútbol internacional, convirtiéndose en el Barcelona de España en una figura del porte que después encarnaron Luis Suárez y Lionel Messi?
Contaré una anécdota que refleja esta realidad, con el agravante de que, en el caso planteado, tampoco el protagonista que llegó a igualar y superar la actuación de nuestro compatriota surgido en Liverpool -y que alcanzó la gloria en el Barcelona- tampoco la conocía.
Con Luis Suárez mantuve un trato que se limitó al breve contacto en los aviones, cada vez que viajé con la selección de Uruguay enviado por Tenfield S.A., en aquel tiempo en que la empresa otorgaba a la AUF los vuelos en aviones como alquilador en ocasión de la disputa de las eliminatorias mundialistas. Varios años atrás, cuando Suárez empezó su imparable trayectoria ascendente en el fútbol del mundo, le expresé que su forma de actuar tenía puntos de contacto con el cordobés Juan Eduardo Hohberg.
-“Pa… ¿y quién era ese?”, me preguntó.
Apenas pude expresarle algunas de las similitudes físicas que justificaban esa unión óptica que saltaba por encima de las décadas. La potencia muscular, la gran capacidad para proteger la pelota manteniéndola en su poder para llevarla desde la zona central hasta el área enemiga, y ese particular remate desde fuera del área, formaron parte de la evocación.
Andando el tiempo, cuando Luis Suárez, junto con Lionel Messi, era la gran figura del Barcelona, en un vuelo que nos llevaba vaya uno a saber dónde, aguardando en la fila para ingresar al avión, en un breve diálogo le recordé a Suárez que un compatriota de ambos, medio siglo atrás, construyó con su rendimiento con la camiseta del Barcelona un éxito tan grande como el que en ese momento exhibían Suárez y Messi. Y le dejé picando el nombre del protagonista, entonces, al igual que hoy, totalmente ignorado: Ramón Villaverde.
-“Usted siempre nombrando jugadores de antes”, reflexionó Suárez.
–“Ocurre que en la historia está casi todo escrito”, le retruqué, mientras los dientes grandes y blancos de Suárez traslucían una sonrisa.
Sin duda alguna, similar situación se plantearía hoy si a cualquiera de los actuales campeones uruguayos de 2023 le mencionáramos ese nombre y agregarámos que, sin lograr ese título, a nivel internacional, y habiendo surgido en Liverpool, llegó a lo que es muy probable que puedan alcanzar los actuales campeones.
¡Qué extraña es la vida! ¡Transcurre aceleradamente, borrando de la memoria colectiva episodios y protagonistas que, en su momento, alcanzaron una fama tan grande! Y hoy, encontrándose a tan solo un golpe en la tecla del “enter” de la computadora, después de escribir su nombre en Google, siguen allí, aunque olvidados y sepultados. Esperan que los rescate algún loco de esos que gustan de escudriñar en el pasado, en actitud de consuelo, para ejemplificar ante los jóvenes de hoy que ellos serán mañana los mismos protagonistas de una historia que no tiene final. Vendrán entonces otros Suárez, que tendrán otro apellido, que se cubrirán de gloria –similar a la actual de Luis-, mientras algunos veteranos protagonistas del ayer o estudiosos de la historia advertirán que, precisamente medio siglo atrás, un uruguayo llamado Luis Suárez escribió páginas similares de éxitos, rescatando esta realidad archiconocida para nosotros.
Villaverde pudo ser Campeón del Mundo.
Nacido el 16 de marzo de 1930, de estatura mediana, Ramón Villaverde asombró en los baldíos de la Aguada desde que tomó contacto con la pelota de trapo. Adornado de una gran habilidad para jugar, y de un dominio absoluto de las dos piernas, agregaba a ello su condición de goleador. Ocupaba el puesto de insider por los dos costados de la línea delantera. Se incorporó a Liverpool. Y con 18 años apareció en el primer equipo. La huelga de jugadores de 1948 dejó trunco ese arranque. En 1949, dueño absoluto del puesto, deleitaba a los espectadores que se arrimaban para ver jugar a Liverpool en el Campeonato Competencia, que abría la temporada por el mes de mayo.
A los que saben de fútbol, los que tienen paladar negro para distinguir a los pichones de crack, no les extrañó que al formarse la primera lista de 44 jugadores –cuatro por cada puesto- de la selección que comenzaba a prepararse para disputar las eliminatorias para la Copa del Mundo de 1950 en Brasil apareciera Ramón Villaverde debajo de Juan Alberto Schiaffino, apenas cuatro años mayor que el botija de la Aguada.
El martes 29 de noviembre de 1949 se llevó a cabo la primera práctica de la selección uruguaya, iniciándose de este modo el tortuoso y polémico “proceso” que culminaría con la obtención de la Copa del Mundo. Con 1.600 entradas vendidas para la Tribuna Olímpica del Estadio Centenario, en horas de la noche, dirigieron el movimiento y armaron los equipos que se enfrentaron los dirigentes integrantes de la Comisión de Selección. No hubo ni director técnico ni preparador físico. Eso sí, el juez pertenecía a la AUF: Carlos Vigorito.
Primer tiempo
ROJOS (1): Pereyra Natero; Bermúdez y Urbano Rivera; Sabatel, De Angelis y Cajiga; Zunino, Carlos Romero, Nicolás Falero, Ramón Villaverde y Morán.
VERDES (2): Máspoli; Raúl Pini y Chagas; Rodríguez Andrade, Durán y Luis Alberto Luz; Luis Ernesto Castro, Burgueño, Míguez, Julio Pérez y Vidal.
Goles: Míguez (V), Julio Pérez (V) y Romero (R)
Segundo tiempo
ROJOS (1): Radichi; Bermúdez y De Angelis; Sabatel, Rodolfo Pini y Cajiga: Zunino, Romero, Alejandro Pereyra, Bentancor y Morán.
VERDES (1): Máspoli; Matías González y Villaverde; Rodríguez Andrade, Durán y Luz; Babarles, Abraham González, Cancela, Julio Pérez y Zapirain.
Goles: Romero (R) y Cancela (V).
La presencia de Villaverde jugando el primer tiempo de insider izquierdo y el segundo de back por esa zona dejó en claro su ductilidad para actuar en cualquier posición. Eran tiempos en los que la palabra “polifuncional” no se utilizaba en el léxico que analizaba el fútbol posicional imperante.
Leer los diarios de aquel tiempo, donde las prácticas eran comentadas por los cronistas con lujo de detalles, dejaba en claro la certeza de que Ramón Villaverde estaba en condiciones de pelearle el puesto nada menos que al “Pepe” Schiaffino.
“El Dorado” colombiano.
Sin embargo, otras informaciones comenzaron a generar inquietudes, por el posible abandono del medio de figuras de primer nivel tentadas para incorporarse al fútbol de Colombia. En ese país se vivía el período conocido como la época de “El Dorado”, en alusión a la leyenda sobre la existencia de un lugar mítico que poseían los indígenas muiscas, de grandes existencias de oro que buscaron afanosamente los conquistadores españoles. “El Dorado” nació como consecuencia de la huelga en el fútbol rioplatense que continuaba a comienzos de este 1949. El entrenador de Millonarios, el argentino “Cacho” Aldabe, autorizado por el Gerente del club, Alfonso Senior, viajó a Buenos Aires para adquirir jugadores sin necesidad del pase o la transferencia. El primero fue Adolfo Pedernera. Y tras él siguieron un gran número de futbolistas de varios países. La FIFA reaccionó marginando a la Federación Colombiana, que continuó funcionando como una “Liga pirata”.
Ramón Villaverde fue uno de los varios jugadores uruguayos que aceptaron la oferta económica, y se marchó al incipiente fútbol colombiano. Hace unos años, a raíz de haber hablado de Villaverde en el programa “¿Ud. qué opina?” que conduce con gran capacidad Sergio Gorzy en CX 18 Radio Sport, un oyente llamó y contó una anécdota.
-“Yo era amigo de Ramón del barrio. Jugaba que era un demonio. Vino y me dijo que le daban 10.000 dólares si se iba. Acá en Liverpool ganaba 100 pesos. Lo impulsé a que se fuera. Esa suma que le pagaron acá no la hubiera ganado en toda su carrera. Y se fue…”
Efectivamente, se fue a jugar al Cúcuta Deportivo junto con varios compatriotas que estaban citados en el plantel de la selección: el insider derecho de River Plate, Abraham González, y el half zurdo Luis Alberto Luz; el wing derecho de Racing, Carlos Zunino; el gran back derecho de Nacional, Raúl Pini, quién pasó a Millonarios; el wing izquierdo ya veterano, Bibiano Zapirain, de Nacional, campeón sudamericano en 1942, y otros que no estaban en el plantel celeste,ncomo el zaguero Ulises Terra.
Di Stéfano, Villaverde, Millonarios, Real Madrid y Barcelona.
Ramón Villaverde deslumbró en el Cúcuta Deportivo desde el primer partido. Su habilidad, su olfato para el gol y su valor humano lo destacaron. En 1952 pasó a Millonarios de Bogotá, convertido en el club símbolo de “El Dorado”. No sólo porque lo presidía Alfonso Senior, el inventor de la formación de la llamada “Di Mayor (la Liga)”, sino porque a golpe de dólares construyó lo que la historia del fútbol recoge como “El ballet azul”. Con la camiseta azul de Millonarios, Alfredo Di Stéfano se convirtió en la gran vedette, apuntalado por los argentinos Julio Cozzi en el arco, Néstor Rossi en la mitad de la cancha y Adolfo Pedernera en el ataque. Con ellos, atrás el “Cachorro” Pini se encargaba de sacar la pelota limpita, jugada al pie, en el primer paso de ballet.
En 1951 la FIFA llegó a un acuerdo con Alfonso Senior para poner punto final a “El Dorado”. Al acuerdo se lo llamó “el Pacto de Lima”, lugar en el que se llevaron a cabo las reuniones. Se dispuso que los jugadores extranjeros podrían seguir actuando en Colombia hasta diciembre de 1954 sin poder ser vendidos, pasando a pertenecer a sus clubes de origen a partir de esa fecha. La decisión originó una gran puja entre Real Madrid y Barcelona por la contratación de Alfredo Di Stéfano. La ya entonces llamada “Saeta Rubia” asombró al Real Madrid durante un torneo que organizaron los madrileños para conmemorar las Bodas de Oro del club. Invitaron a Millonarios, club que venció 4:2 al famoso Real. Inmediatamente Santiago Bernabéu, el eterno presidente del Real, y José Samitier, famosa estrella del fútbol de España y presidente del Barcelona, comenzaron gestiones para contratar al centrodelantero argentino. El Barcelona pagó el pase de Alfredo Di Stéfano a River Plate de Argentina, mientras Bernabéu cerró el acuerdo con Millonarios. Pero… ¿dónde iba a jugar Di Stéfano? La FIFA resolvió que entre 1953 y 1954 vestiría los colores blancos del Real y, desde 1955 a 1956, los azulgranas. El Barcelona no aceptó la resolución, y, a través de un comunicado, informó que desistía de la puja por el más tarde eterno ídolo argentino.
Villaverde, el debut en Barcelona y diez años de éxitos.
Después de Alfredo Di Stéfano, el mejor atacante que asombró en el fútbol colombiano de “El Dorado”, sin duda alguna fue el uruguayo Ramón Villaverde. La nueva directiva de Barcelona se puso en contacto con Liverpool de Uruguay, el propietario del pase, de acuerdo a la decisión de la FIFA. En el excelente libro Los negros de la Cuchilla, escrito por Héctor Lescano, que recordáramos en la crónica anterior, se revela que Barcelona pagó 65.000 pesos uruguayos por el pase de Villaverde al club catalán.
Villaverde debutó en la primera fecha del campeonato 1954/1955, el 8 de julio ante Sevilla, en la antigua cancha de Les Corts. Un gol de cabeza en el estreno para la victoria por 4:0 fue el anuncio de una trayectoria sensacional realizada por nuestro compatriota.
Globalmente durante diez años vistiendo los colores azulgranas, Villaverde jugó 322 partidos, convirtiendo nada menos que 136 goles. Debe tenerse en cuenta que aquel fútbol profesional no contaba con las exigencias televisivas de hoy en día, que obligan a los clubes, y por ende a los jugadores, a actuar constantemente al límite de sus fuerzas, lo que genera en muchas ocasiones lesiones irreversibles que, a su vez, marginan durante meses a los protagonistas de los estadios.
Pronto Villaverde lució la cinta de capitán del equipo, consagrándose campeón de España en dos ocasiones (1959 y 1960); tres veces campeón de la Copa del Generalísimo, el trofeo por eliminación que entonces homenajeaba con su nombre al Gral. Franco (1957, 1959 y 1963), y agregó dos títulos internacionales en la Copa de Ferias (1958 y 1960) disputadas ante clubes europeos.
Debe agregarse que, tal como ocurre hoy en día, de la misma forma, el Barcelona pugnaba con el Real Madrid por conseguir a los mejores jugadores. Villaverde integró la delantera con el húngaro Sándor Kocsis, adquirido después de la Copa del Mundo de Suiza de 1954, en la cual Hungría impidió que Uruguay conquistara su quinto título de campeón del mundo, y en la que, además, Kocsis le marcó tres goles de cabeza a Máspoli.
Villaverde, junto a Basora, que venía de la España del Mundial de 1950 en Brasil, con Suárez y Manchón, compusieron una línea atacante aún recordada por la belleza de su juego y efectividad. También jugó y fue titular junto a otros grandes que defendieron la camiseta del Barcelona: el brasileño Evaristo y el húngaro Ladislao Kubala.
Villaverde y Julio Benítez, en Montevideo.
En 1962, en el final de su carrera, el Barcelona llegó a Montevideo para jugar un partido por el pase de Luis Cubilla. Ya actuaba en la defensa otro uruguayo que conquistó a toda la afición catalana con su fútbol. Era Julio Benítez, para muchos el mejor lateral izquierdo que ha dado en la historia Racing y la celeste de la selección.
Ante las tribunas repletas del Estadio Centenario, el recuerdo de aquel segundo tiempo con tres uruguayos vistiendo al mismo tiempo la camiseta del Barcelona (Villaverde, Benítez y Cubilla) es una muestra más de que la historia vuelve a repetirse aunque esté olvidada. O, mejor dicho, archivada.
Ramón Villaverde fue despedido con un partido en su homenaje, disputado el 27 de octubre de 1963. En la temporada siguiente, con 33 años, jugó en Racing de Santander, donde colgó los botines. Se quedó a vivir en Barcelona, rememorando su época gloriosa de idolatría, como la que actualmente continúa gozando Luis Suárez.
Villaverde se quedaría a vivir en la Ciudad Condal, donde falleció tempranamente, el 15 de setiembre de 1986, víctima de una dolencia cardíaca que no encontró solución.