Hoy era para un 4-3-3 con Suárez, Cavani y Forlán arriba
Es algo difícil de llevar que el entrenador de la selección deje en el banco de suplentes al goleador de la Liga de Italia. Nunca en la historia nuestro fútbol ha tenido, al mismo tiempo, a los artilleros del fútbol inglés e italiano. La media cancha estaba cantada: Diego Pérez, Egidio y Lodeiro.
Escribe: Atilio Garrido
Los vaticinios que anunció el Jefe de Tesorería de la AUF cuando transcurrían pocos días de la venta previa de entradas, se hicieron realidad. “Vamos a estar en unas 35.000 localidades”, dijo lacónicamente Rubén González, a quién lo quisiera escuchar. ¡Y así ocurrió!
Una tarde otoñal tan hermosa como la que va cayendo en el Estadio Centenario, con el sol camino al poniente por detrás la Tribuna y Platea América, no se merecía instalaciones incompletas en una jornada donde la celeste juega en Montevideo. No hay ambiente de pueblo en fiesta. No se aprecia esa sensación tan particular y única que ofrece el cemento cuando está repleto de humanidades ansiosas y nerviosas que exteriorizan esa sensaciones a puro grito de aliento, transformando cada voz, cada grito, en un huracán que baja hasta el césped para agrandar a los muchachos enfundados de celeste y apichonar a los rivales. En suma, no está presente esa presión única que surge de un escenario repleto.
Me imagino a los jugadores uruguayos en los vestuarios, espiando por los grandes ventanales de vidrios esmerilados, para olfatear la asistencia. Me imagino a Oscar Tabárez, que parece haber bajado algunos puntos los decibeles de su voz en la conferencia de prensa del miércoles, consumiendo interiormente los nervios que deben surgir en su mente a raíz de la interrogante que construyó con la integración del equipo y que, solamente el resultado permitirá develar.
¿Pegó en el clavo con la integración que dentro de instantes bajará al campo del Centenario? ¿Resultará un acierto dejar en el banco de suplentes nada menos que al goleador del fútbol italiano?
Nunca en mi trayectoria de 44 años expresé opinión pública sobre qué jugador tiene que ser citado al combinado, como se llamaba antiguamente al equipo de todo. Siempre entendí que el director técnico, en función de su pensamiento y sus convicciones sobre la táctica y la estrategia que quiere plasmar, es quién sólo está capacitado para escoger a sus hombres.
Esto no equivale a decir –sería absurdo-, que desde la posición de analista no se pueda brindar el pensamiento sobre la forma como el entrenador de turno utiliza a sus hombres escogidos.
En función de lo precedente me anticipo a señalar que no me parece adecuado el manejo que ha realizado Tabárez en esta ocasión. ¡Nunca en la historia del fútbol uruguayo se dio el caso que los futbolistas de nuestra tierra gloriosa se encuentren –simultáneamente-, al tope de la tabla de artilleros del fútbol de Inglaterra y de Italia. Este dato no es moco’e pavo como dice el paisano.
Es cierto, también, que Edinson Cavani no llega en un buen momento. Parece haber superado una sequía goleadora y bajos rendimientos con los que abrió este 2013. Aunque no hubiera generado en el último partido esa impresión de querer recuperar su notable labor del segundo semestre del 2012, igualmente –entiendo-, su titularidad en la selección no puede discutirse.
También es cierto que Diego Forlán muestra indicios de superar un magro 2012 con goles en el Campeonato Gaúcho, muy distante en categoría e imposible de comparar con el calcio italiano.
Pero… el problema no es ¿Forlán o Cavani? No puede abrirse esa incógnita en nadie y mucho menos en el pensamiento del técnico Tabárez.
Si nos guiamos por aquel viejo aforismo que hicieron realidad los húngaros, de que “no hay mejor defensa que un buen ataque”, la solución para Tabárez resultaba clara. Suárez, Cavani y Forlán arriba, con claro esquema de 4-3-3 con Diego Pérez y Arévalo Ríos en la mitad de la cancha para marcar y Nicolás Lodeiro –que está realizando una gran Campeonato Carioca-, en la típica posición de No. 10, como salida o “enganche” según la moderna terminología.
Tabárez debió volver a su vieja postura táctica. La misma que anunció que pondría en práctica cuando volvió a tomar la conducción de Uruguay en el 2006. ¡Quería un 4-3-3 fluido, con gol adelante, fútbol y marcación en el medio y cuatro en línea en el fondo ,atentos y seguros!
Sin embargo, Tabárez apeló a una solución “rebuscada”, difícil, complicada. Un solo hombre de contención para marcar en la mitad de la cancha (Diego Pérez); un doble cinco (Lodeiro) de poca vocación para la marca y mucho talento para abrir defensa, que va a jugar muy retrasado lo que determinará que, cuando se suelte, llegue sin aire al área enemiga y dos laterales (Alvaro González y Cristian Rodríguez) de disímiles características. La insistencia de Tabárez por González es llamativa. El jugador, en cada presentación, queda lejos –a mi juicio claro-, de alcanzar un nivel que justifique su inclusión. Lo de Rodríguez es diferente. Ha mantenido una línea de rendimiento más que aceptable, apareciendo a veces como el hombre providencial cuando el equipo no encontraba la brújula.
Veremos que ocurre. Estimo que Tabárez buscó una solución demasiado “complicada” para resolver un problema de muy fácil solución. ¡Lo que preocupa es que el entrenador renegó de su pasado! Aquel de Peñarol en 1987 con el claro 4-3-3 de Matosas/Perdomo/Viera y adelante Vidal/Diego Aguirre/Cabrera. O aquel Uruguay del mundial de 1990, mucho más parecido al que podía formar hoy en el Centenario: Ostolaza/Perdomo/Paz y Alzamendi/Francescoli/Ruben Sosa…