Hace 40 años se moría Carlos Solé
Una nota de homenaje y recuerdo para quién dignificó la profesión de relator de fútbol en una época sin televisación “en vivo y en directo”, donde la radio era la gran vedette en todos los hogares uruguayos. Especie de biografía de una vida apasionada sacudida por los avatares del destino y los difíciles momentos que vivió el Uruguay a partir de 1966.
Escribe: Atilio Garrido
Parece que fue ayer… “Transformar al Uruguay es una tarea que compromete a todos. Seguridad y desarrollo son inseparables. Solo así y no de otra manera, contribuiremos a alcanzar el objetivo fundamental del Estado: el bienestar público en todas sus formas. El mismo objetivo que propugnaron las Fuerzas Armadas a partir de febrero de 1973 en los Comunicados 4 y 7”, expresa durante su discurso el Jefe de la División de Ejército IV, con asiento en la ciudad de Minas, Gral. Gregorio Alvarez, al inaugurarse el primer Congreso de Municipios y fuerzas productivas de la región este del Uruguay.
Parece que fue ayer… El Presidente de la República, Juan María Bordaberry, acompañado de su señora, Josefina Herrán, presenta condolencias en la Nunciatura Apostólica al Monseñor Sepinsky por el reciente deceso del Cardenal Mindszenty.
Parece que fue ayer… El Cnel. Raúl Fernández Monteavaro, habla en Buenos Aires encargado por el gobierno uruguayo para la repatriación de los restos del Cnel. Lorenzo Latorre, ex dictador y luego Presidente Constitucional del Uruguay, quién renunció estando en funciones acuñando una frase famosa: “los uruguayos son ingobernables“.
Parece que fue ayer… Es el año 1975, “El año de la orientalidad”, según dispuso el gobierno cívico-militar.
Parece que fue ayer… Una noticia da cuenta que la boya petrolera a instalarse en José Ignacio le costará al país 45 millones de dólares y que la licitación se adjudicó a la empresa de Víctor M. Contreras, de Argentina, asociada con Sacem de Uruguay.
Parece que fue ayer… Mes de mayo. En el cine Eliseo se exhibe “Butch Cassidy” y en el Censa se anuncia “Triángulo de 4” con Federico Luppi, Thelma Biral, Juan José Camero y Graciela Borges. En el California llega una de las primeras muestras de cine catástrofe: “Terremoto” con Charlton Heston y en el Teatro Circular sigue con gran éxito en cartel la obra de Jacobo Langner, “Esperando la carroza” con el papel protagónico de Walter Reyno.
Parece que fue ayer… El Presidente de la AUF, Ing. Héctor Del Campo, tras señalar que el fútbol uruguayo vive un profundo estancamiento técnico, inaugura en Montevideo y Paysandú, un curso de una semana a cargo del entrenador de Polonia, Andrezj Strejlau, integrante del equipo técnico de Kasimir Gorski, la sensación del momento con Polonia consagrado Campeón Olímpico de 1972 y tercero en la Copa del Mundo de 1974.
AQUELLA NOCHE DE HACE 40 AÑOS
Parece que fue ayer… Viernes 9 de mayo de 1975. Carlos Solé había retornado de la despedida de soltero de Alberto Kesman quién, por entonces, daba sus primeros pininos en la radiotelefonía definiéndose como un imitador del Maestro. El festejo se desarrolló en la Peletería “Metro”, ubicada en aquel entonces en la calle Cuareim, a mano derecha yendo hacia abajo, rumbo a Soriano. Los tiempos cambian. Ya no se llama Cuareim. Ese tramo se modificó por el de Zelmar Michelini. En la Peletería, además del festejo por el cambio de cuadro de Kesman, uno de sus dueños, Edy Barli, agradecía a Solé porque el año anterior, en 1974, estuvieron juntos en el Mundial de Alemania. Aquella noche de viernes -exactamente 30 años atrás-, la madrugada del sábado entró en puntas de pie, en ancas de abundante comida y mucho alcohol. Especialmente whisky, la bebida preferida de “Don Carlos”, como por entonces ya lo conocían y lo denominaban todos. Tenía 59 años de edad…
La rueda no fue grande en número de presentes. Apenas una veintena de personas, entre quienes se encontraba Jorge Nelson Mullins, por entonces propietario de Radio Sarandí, y Héctor “Guanaco” Costa, gloria eterna del basquetbol uruguayo, capitán del equipo celeste que consiguió la medalla de bronce en los Juegos Olímpicos de Melbourne, en 1956, detrás de Estados Unidos y la Unión Soviética.
Entre los muchos temas de los que hablaron los presentes, Solé reveló algunos datos del festejo de sus 40 años en la profesión que celebraría CX 8 Radio Sarandí en octubre, con un programa de preguntas y respuestas sobre fútbol, con regalos millonarios.
LA MUERTE CRUEL Y SORPRESIVA
Alrededor de la una de la mañana “Don Carlos” le deseó felicidades a Kesman en el nuevo paso que daba en su vida. Salió a la calle envuelto en la inofensiva nube de alcohol, en tiempos sin el peligro de la tolerancia cero… Subió al moderno Opel Comodore blanco, comprado pocos meses antes, cuando decidió a abandonar aquel antiguo “cola chata” de color verde, que lo acompañó durante tanto tiempo. Se sentó al volante, prendió el infaltable cigarrillo que viboreó entre sus gruesos dedos y enfiló rumbo a Pocitos por la rambla. Llegó al edificio “Las Gaviotas”, en Avda. Brasil guiado por ese duende que acompaña a todos aquellos conductores que alguna vez llegaron al destino sin problemas y sin darse cuenta cómo lo hicieron… Guardó el automóvil en el garage, subió al departamento que ocupaba con Blanca, su señora, desde no hacía mucho tiempo, cuando decidió abandonar su domicilio de la calle Cuaró.
Se acostó a dormir en un cuarto contiguo al de su esposa, para no molestarla por la hora que era y… ¡se murió! Así, sorpresivamente, con la violencia con que cae el telón sobre el escenario anunciando el final de la obra, su ya entonces castigado corazón por cientos de emociones y amarguras, se detuvo para siempre, clausurando la vida del más grande relator que en todos los tiempos ocupó “el éter” narrando las emociones del fútbol uruguayo.
Hoy, exactamente hoy, cuando muera la noche y arranque la madrugada sabatina, se cumplirán 30 años de aquel instante fatal y -¡oh crueldad o mueca inevitable y permanente del destino!- apenas si existe un tibio recuerdo de la voz de Solé cuando, cada 16 de julio, alguna emisora rememora la cita gloriosa de Maracaná y allí aparece el relato del hombre que llenó de gritos el aire durante 40 años de profesión. O como ocurrió hace unos días, a Sergio Gorzy se le ocurrió rememorar el partido entre Uruguay y Hungría, por el Campeonato del Mundo de 1954, en Suiza, donde Solé relató –a mi juicio- el mejor gol de su vida. El del empate logrado por Hohberg minutos antes que culminara el partido. Ocurre que la vida es así… Ser y permanecer, es casi imposible.
Aunque en este caso, quiso el destino que aquel luctuoso episodio que apagó la vida del más grande relator de fútbol del Uruguay, fue como una especie de traslado de testimonio -como en una carrera de postas- para que Alberto Kesman recibiera su legado y continuara fiel a ese estilo particular. Alberto siempre quiso ser relator y su ídolo era “Don Carlos”. Cuando Kesman quedó marginado de CX 10 Radio Ariel donde comenzó en esta profesión, siguió en busca de su destino dedicándose a perfeccionar su relato con las enseñanzas de Solé. En ese entonces quién esto escribe ya trabajaba en el equipo radial de “Don Carlos”. A raíz la amistad surgida en los bancos de la escuela, Alberto me pedía la gauchada de conseguirle la entrada para los partidos y llevarlo a la cabina de Solé. Alberto lo escuchaba con la admiración de quién está frente al venerado maestro. Y así nació esa amistad que originó la invitación a su despedida de soltero. Apagada la voz de “Don Carlos” la vigencia de Alberto en el relato es una bandera de ilusión para todos aquellos que algún día se emocionaron con las narraciones de Solé.
MI PRIMER ENCUENTRO CON SOLÉ
Nunca olvidaré el primer día que crucé el umbral de la vieja casona donde estaban los estudios de Radio Sarandí, en la calle Enriqueta Compte y Riquet 1282, a mitad de cuadra, al costado de la entrada del Canal 12. Hoy ya no existe ni siquiera la puerta. La tapiaron porque la construcción de aquella hermosa finca antigua, fue adquirida por la televisora. Allí, en su interior donde “Don Carlos” concurría diariamente, durante varios años se filmaron varios programas de “Cacho” de la Cruz.
Transcurría la tercera semana de setiembre de 1968. Tres escalones y a la derecha estaba el amplio escritorio de Solé decorado con muebles de estilo inglés, enchapados en cedro y lustrados a muñeca. Vestía un fino traje marrón, con chaleco, impecable camisa blanca con corbata al tono. De estatura baja, regordete, ojos saltones como los de Luis Sandrini, la nariz prominente, curtida por el tiempo, los cachetes colorados, el pelo algo ondulado peinado hacia atrás, con el signo inequívoco del paso de los años traducido en muchas canas. Su “eterno” cigarrillo parecía un trompo al girarlo incesantemente entre sus dedos, en uno de los cuales siempre lucía un anillo grande de oro en su mano izquierda.
Me hizo sentar del otro lado del escritorio, tiró un par de preguntas sobre mi corta existencia y, sorpresivamente puso un inesperado final para la entrevista. Para lo que hoy llamarían “casting”…
-“¿Así que Vd. quiere trabajar en radio? ¡Tome! Aquí tiene un grabador. Vaya y hágale notas a los mexicanos. Después venga…”
Lo “conocía” desde siempre, en ese infaltable contacto del fin de semana que surgía a través del receptor. Me parecía mentira que, finalmente, pudiera estar ahí, cara a cara, con el “monstruo” al que adorábamos de niños cuando en el empedrado del barrio buscábamos imitar, después de meter un gol con la pelota de trapo en el arco que formaba el árbol y la pared de la vereda, su fuerte grito de ¡goooooooool!, ahuecando la “o” para darle mayor sonoridad. Desde mis escasos 18 años y mis ganas de llevarme el mundo por delante, me parecía increíble que estuviera viviendo aquel momento al que había accedido por mediación de Enrique Alvarez, compinche de “Don Carlos” en varios viajes, y compañero, por entonces, de la redacción de “El Debate” en la cual me había iniciado unos meses antes, bajo las enseñanzas de otro recordado maestro del periodismo: Trifón Ilich.
A CUMPLIR LA IMPERATIVA ORDEN DE SOLÉ
Mis manos nerviosas apretaron aquel aparato de mediano volumen, recubierto con una funda negra, marca Phillips. Con la seguridad de que era mi gran oportunidad, corrí tras ella. Jamás había realizado una nota para una radio. El grabador era, por entonces, un elemento extraño, lejano del común uso doméstico de hoy. Es necesario recordar que aquel mundo estaba “desconectado”. No existían computadoras. Apenas máquinas de escribir a puro teclado con la fuerza de los dedos. Internet y todos estos adelantos de hoy, sólo podían surgir en la creativa mente de Julio Verne, como algo imposible de ocurrir.
Los grabadores, enormes, de gran tamaño, recién comenzaban a utilizarse en las emisoras. Aquella noche me fui a la casa de Julio Matturo, compañero de la barra juvenil que más conocía y sabía de fútbol. Hincha de Sud América -su padre era Presidente del club-, jugaba muy bien y él, haciendo las veces de jugador mexicano, respondía mis improvisadas preguntas, en un ensayo de la tarea que Solé me había encomendado.
Al día siguiente, tan sólo con esa “experiencia”, me presenté en el Hotel Columbia, en la calle Reconquista, alojamiento de la Selección de México, que el 26 de setiembre de 1968 enfrentaba a Uruguay en el Estadio Centenario. A raíz de mi “enfermedad” por el fútbol, en aquellos tiempos de muy escasa información de esa actividad en el exterior –apenas se conocía al dedillo lo que ocurría en el fútbol argentino gracias a “El Gráfico”-, disponía de noticias de varias “estrellas” de aquel equipo mexicano. Entre ellos, sabía bastante sobre Enrique Borja, el mejor jugador de ese país.
Esa falta de información e internacionalización del fútbol mundial, originaba la situación que favoreció me acción. ¡Los jugadores mexicanos andaban por el hotel y la vereda, sin que nadie los conociera! Realicé las entrevistas, se las llevé a “Don Carlos” que las escuchó y ante mis ojos llenos de ansiedad, las aprobó. Así ingresé a trabajar en su grupo, aprovechando uno de los tantos conflictos surgidos con sus colaboradores y que -en esa ocasión- al aprobar el gobierno la congelación de precios y salarios, originó un desencuenro que determinó que lo abandonaran de un día para el otro, todos aquellos que integraban su equipo: el comentarista Jorge Da Silveira; el relator Horacio Vicco, que suplía a Solé con su mismo estilo y voz casi igual; los actualmente llamados “vestuaristas”, Ruben Casco y Amadeo Ottati –también comentarista- y el locutor comercial Edgardo Nogareda. Así entré a trabajar en CX8 Radio Sarandí junto con Jorge Bazzani, Norberto Mazza, Eduardo Freda, Raúl Barizzoni y el hijo de “Don Carlos” a quién su padre llamaba Carlitos. De mi misma edad, también se iniciaba en el oficio. Por decisión de “Don Carlos”, quién quería que su único descendiente varón se iniciara paso a paso, en las emisiones pasó a ser conocido como Carlos Gabriel.
HISTORIA DEL RELATO FUTBOLÍSTICO
“Don Carlos” nació el 9 de octubre de 1916, en el barrio Bella Vista, “donde reina la alegría”, según la definición del poeta Fernán Silva Valdez. Allí, en Agraciada y Asencio comenzó su peregrinar por la vida. Hecho en la escuela de la calle, ingresó como funcionario del Servicio de Meteorología y de los conocimientos que allí recibió no se olvidó nunca. Por eso era tradicional que todos sus relatos, tras el saludo a los oyentes, comenzaran con una perfecta definición del estado del tiempo, llamando a las nubes por sus nombres exactos. Aún recuerdan, aquellos veteranos que eran sus fanáticos oyentes, sus famosos introitos a la narración.
-“Buenas tardes señoras y señores oyentes de Radio Sarandí. Con cielo algo nuboso y formaciones de cúmulos nimbus, temperatura agradable con 23 grados y un tibio sol, va a comenzar el partido…”.
Solé estaba ligado a la historia misma del relato del fútbol por la radio. Llegó a la profesión de narrador, cuando esa profesión se creaba en un Montevideo que, a su vez, comenzaba a vivir el crecimiento popular de la radiodifusión en épocas en donde sólo existía la amplitud modulada (AM) y en el dial sólo se sintonizaban tan sólo una decena de emisoras.
Después del Campeonato Mundial de 1930 que se llevó a cabo en nuestro país, el SODRE, la única radio que transmitió las alternativas de esos partidos, mantuvo sus emisiones a través de Ignacio Domínguez Riera. Lo apodaban “El pibe”. La competencia comenzó a través de las pocas broadcasting (así se les llamaba) privadas que funcionaban. Una fue CX 24 “La Voz del Aire”, uno de los nombres más hermosos que puede tener una emisora, sustituido luego por “El Tiempo”; después “Nuevotiempo” y hoy tan sólo “1010 AM”. En esta onda relataba uno de sus dueños, Juan Enrique De Feo, realizando los comentarios el Dr. Cesar L. Gallardo. La otra radio que se sumó a la trilogía de las que llevaban los encuentros de fútbol a sus oyentes, fue CX 18 “Radio Colón”, que luego pasó a denominarse “Sport”, después “Sarandí Sport” y hoy “Sport 890”. Fue la primera emisora que dedicó casi toda su programación a la atención de los deportes. “Lalo” Pelliciari era el narrador. Adquirió una rápida fama, emigrando a Buenos Aires donde realizó una carrera rutilante. En Montevideo lo suplantó su hermano, “Cheto”, quien continuó su trayectoria exitosa.
EL GARDEL DE LOS RELATORES DE FÚTBOL
Un día, a comienzos de la década del treinta, Domínguez Riera emigró al exterior en busca de nuevos y mejores horizontes. El SODRE llamó a prueba de admisión para cubrir la vacante. Solé se presentó a la convocatoria. Tenía 18 años y el simple conocimiento del fútbol mamado en el barrio de José Nasazzi, su ídolo de botija cuando se “colaba” para verlo jugar en la cancha de Bella Vista, ubicada en Agraciada y Olivos. Entre los postulantes que rindieron la prueba, Solé fue elegido.
Debutó el 12 de octubre de 1935 relatando el partido entre Bella Vista y Sud América, preliminar en el Estadio Centenario del clásico que Nacional y Peñarol disputaron luego por la Copa de Honor.
De aquella solera que hizo larga escuela, se formó Carlos Solé. Impuso de entrada, una modalidad y un estilo que -desbordando aquellos modelos impuestos hasta entonces- entró a competir primero y a superar después a los más famosos y consagrados relatores de las radios montevideanas. Creador de un estilo nuevo, en esa tarea de describir goles y jugadas a pinceladas, donde se mezclan la realidad y la fantasía, se convirtió en el “Gardel de los relatores de fútbol”.
En tiempos en los que la televisión sólo era otro sueño loco de Verne, los relatos de Solé por el SODRE podían seguirse a través del receptor de radio junto con una cancha de fútbol cuadriculada y numerada. Solé ubicaba la jugada mencionando el número del cuadro por donde se desarrollaba la incidencia y el oyente, mirando el folleto publicitario sabía el lugar por donde transitaba el fútbol. Rápidamente se fue convirtiendo en el narrador más popular del Uruguay, por su estilo, sus modismos, sus arranques de franqueza en el lenguaje en el que mezcló palabras del habla popular, algunas que entonces figuraban entre las prohibidas y cuya sola mención causaban horror, dándole fuerza y un carácter muy singular a sus narraciones.
Muchacho de pueblo, defensor apasionado de todo cuanto atañe a la causa popular -sus luchas, sus penas, sus esperanzas- Solé siempre mezcló en sus relatos, ya serenos, ya apasionados, referencias a los hechos políticos del diario vivir, haciéndolo con tacto, con gracia y denuedo muy singulares. Consagrado el primer relator de la radiotelefonía oriental, el 18 de julio de 1946 se incorporó a CX 8 Radio Sarandí, abriéndose así las puertas de su ventajoso destino económico.
Comenzó su largo peregrinar por el mundo detrás de los equipos uruguayos en épocas en que la radio era la gran vedette de los hogares y el complemento imprescindible y único de los encuentros de fútbol. Como él mismo lo definía, los relatores eran “los heraldos” encargados de transmitir al pueblo las alternativas de los partidos. Quien no asistía a los estadios no veía luego los goles o las mejores jugadas, porque la televisión no existía. Así que la mayoría de la gente tenía que imaginarlos a través de las palabras que escuchaba por la radio. Y en esa tarea nadie pudo igualarle, correspondiéndole a Solé el primer lugar en ese arte de describir con sus palabras y con su emoción inigualada las escenas que emanan del césped. Al conjuro de su voz grave, aguardentosa en determinados momentos, varias generaciones de orientales derramaron lágrimas de alegría y tristeza prendidos al receptor. La final de Maracaná, el gol de Hohberg a Hungría en Lausana en 1954 (el mejor que relató en sus casi 40 años de profesión), los primeros partidos de la Copa Libertadores, las finales de Peñarol ante Real Madrid y Benfica por la Copa del Mundo de clubes, el triunfo de Nacional ante Estudiantes de La Plata en Lima, el gol de Espárrago ante la URSS en el mundial de México´70, la frustración de Uruguay en Alemania’74…
LAS DIFÍCILES HORAS DEL FINAL
Todo, absolutamente todo pasó por su garganta prodigiosa. Pero, cuál si fuera un payaso de circo, obligado a reír y a hacer reír aunque en su corazón hubieran hecho nido la frustración y la amargura, los últimos años de su vida se convirtieron en un tormento, debiendo enfrentar muchas veces el micrófono con la obligación de no fallarle a la inmensa legión de sus fieles para los cuales escuchar a Solé era una verdadera religión. Blanca Arocha, su compañera, mujer de una fineza incomparable, delicada, sencilla, fue el colchón que trató de amortiguar los golpes que la vida propinaba a “Don Carlos”. Los golpes que le habían hecho perder el entusiasmo por el fútbol y el gusto por la vida. Un drama familiar recubrió de hiel su corazón. El joven y único hijo varón –Carlos Gabriel- se enroló en la causa política colocada entonces fuera de la ley. En tiempos negros de la historia de nuestro país, tiempos de violencia, subversión y enfrentamientos entre militares y tupamaros. Carlitos, junto con su esposa embarazada, primero pasaron a la clandestinidad, luego fueron requeridos, capturados y encarcelados. La mujer de Carlitos dio a luz en la prisión. Nació la nieta de Solé –Micaela- quién pasó a vivir con los abuelos.
Alguna vez palpé de cerca aquel drama. Un día que “Don Carlos” no disponía del Opel Comodoro a raíz de un choque, en el automóvil que pedí prestado a mi padre, llevé a “Don Carlos”, Blanca y a Micaela que era una beba, hasta el Penal de la ciudad de Libertad para que ellos cumplieran la rutina de la visita mensual. El vehículo quedó a un quilómetro del establecimiento. Junto a un cerco de alambrados de púa. Ingresaron a pié en un grupo enorme, junto con otros familiares de detenidos, caminando lentamente por aquel descampado, bajo el rayo del sol. Él, “Don Carlos”, figura popular por excelencia, ídolo, era uno más -apenas uno más- en esa marcha inundada por el dolor. Y después el retorno. El viaje a Montevideo sin pronunciar una palabra, con los ojos fijos en el horizonte, mirando sin mirar y los cigarrillos que consumió uno tras otro, buscando explicación a lo inexplicable. Fue un jirón, un jirón desgarrador, un episodio doloroso de los muchos que vivió la sociedad uruguaya en los primeros años de la década del setenta, signada por los extremismos, que fracturó y dividió miles de hogares edificados al amparo de la tolerancia, que era uno de los patrimonios comunes a todos los uruguayos. A “Don Carlos” aquello lo golpeó en lo que más podía dolerle: su noble corazón. Y aquel corazón de gigante que había soportado mil emociones tras el grito de gol electrizante, se detuvo finalmente vencido por la amargura de ese hecho tremendo que sacudió a su familia y ensombreció su existencia, persiguiéndolo, incluso hasta en las horas de su velorio y sepelio, realizado bajo una lluvia torrencial. Su hijo –Carlos Gabriel- no pudo asistir para tributar el adiós final. Las autoridades carcelarias no concedieron el permiso especial solicitado. “Don Carlos” tenía, entonces, 59 años…
Parece que fue ayer… pero es hoy. Presente. Hace cuarenta años se apagó de golpe la voz de Carlos Solé, la que dibujó en el aire, con emoción sin par, jugadas y goles. La voz de un gran Maestro, mensajera de alegrías, de gritos triunfales que hicieron historia, o que se alzó para alentar en horas de derrota a quienes vencidos, supieron luchar con gallardía y honor. La voz portadora del pensamiento de Carlos Solé, que difundió verdades y se batió por ellas y, además, luchó y sufrió por las grandes causas del pueblo que fueron anhelo e ideal de su vida. Sí, parece que fue ayer…