Gustavo “Chavo” Díaz: “Nos golpeaban por todos lados, fue una cacería humana…”
Para muchos surge como una regla de vida. Un credo dentro de la supuesta religión del fútbol. Uno de los mandamientos que impone el castigo supremo, si no se cumple con la misericordia del resultado, pero con incisos agregados. Dentro de ese juego, nada imaginario, sino real, aparecen laberintos por los que se debe circular con acechanzas.
Sería demasiado leal pretender pensar que exclusivamente es el factor numérico el que provoca el sordo eco del martillo de la condena. Los resultados son, simplemente, el blasón brilloso que protege lucubraciones internas de quienes, en definitiva, instalados en el imaginario estrado de un jurado, vuelcan el pulgar hacia abajo y marcan el destino de un profesional.
Con esa doctrina se cesan entrenadores, no se renuevan contratos, se cercena hasta la lógica de lo que, supuestamente, debería ser sana realidad, debate sincero, decisión ajena de espurios sentimientos. Y con esa carga hay que vivir y trabajar. Sabiendo que el oscuro dedo de la condena se apoya sobre el hombro izquierdo, para estar cerca del corazón que apresura sus pulsaciones, porque la adrenalina de la amenaza es perspicaz y constante.
Dependencia absoluta de un criterio que se estampa en la red de un arco, en noventa minutos de juego, en el simple hecho de gustar o no. En otra empresa sería acoso laboral, pero en el fútbol es mandato divino, que deambula por ese laberinto amenazante y pletórico de liviandad.
No hay entrenador que no lo viva. Sabe que se rige por esos parámetros. Que su ser o no ser es un estigma dependiente. Y, para aumentar la presión del sinsabor, aun debe dar explicaciones.
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“Mucha tranquilidad te pone nervioso”, sentenció Gustavo “Chavo” Díaz desde la tranquilidad familiar, desde donde debe reacomodar, al menos por el momento, su estándar de vida. Más tiempo para la familia, pero un gladiador, aun en su réquiem, no deja de mirar la espada.
“Uno se va habituando al ritmo, pero no es fácil salir de la dinámica. Hay muchas cosas que te faltan. La adrenalina diaria, los fines de semana cargados de tensión, con la mente puesta en cien cosas al mismo tiempo. Es diferente, pero no fácil acostumbrarse a no tenerlo. Es una película que sigo viendo. Se repite a cada rato. Eso lo vivo desde el 3 de marzo”. Lo dice sin dejar de dibujar su sonrisa amplia, inconfundible.
-Casi dos meses, tiempo para imponer análisis profundo.
-Cuando más pasa el tiempo, voy tomando dimensión precisa de los sucesos. Pero sigo manteniendo el mismo diagnóstico. Cuando tomamos la decisión de hablar con Ache (Eduardo, presidente de Nacional) para unirnos, estábamos convencidos de lo que podíamos, pero no alcanzó. Nos sometimos a una decisión y la aceptamos.
-¿El cambio de directiva tuvo repercusión en tu destino?
-Siempre se habló, durante el movimiento eleccionario, que iba a haber un cambio en la gerencia y de entrenador. Después vinieron reuniones para irnos conociendo. No surgió una sensación rara. Lo hablamos, explicamos nuestro trabajo. Se nos dijo que sí, pero tampoco hubo una confirmación plena en ese momento. El presidente le quiso dar su impronta al club con decisiones puntuales que terminó dando sus réditos en lo deportivo. En el caso nuestro y de Daniel Enrique nos tocó sentirlo.
-¿En qué te basas para tener esa definición?
-Tengo un matiz,y está en si comparamos la situación vivida con Carrasco y Gallardo. Sus momentos eran peores que el nuestro. Veníamos de empatar en Cerro Largo, donde antes se había perdido muy mal, íbamos primeros en la Copa, con un triunfo de visitante ante Toluca. La decisión tomada en las veces anteriores fue diferente y no venían para ser campeones. Pero se le dio espacio, se respetó sus tiempos. Pero esta vez la directiva entendió que era necesario el cambio. Fue diferente y hay que esperar para ver cuál es el resultado final.
-Dolorido, sin dudas…
-A nosotros se nos estaba pegando mal. Se llegó a criticar nuestra forma de trabajar. Nacional debe ser el que mejor está físicamente. Remontó varios partidos, todos en los segundos tiempos. Eso lo hemos visto cuando dirigió Cacho Blanco y ahora con Arruabarrena. Hay otros que se caen, que tienen lesiones, que se les complica la continuidad y la respuesta del plantel. Nacional se mantiene y los que estuvimos nueve meses trabajando fuimos nosotros. Esta respuesta actual del plantel es producto de nuestra estrategia laboral.
-Se habló de la interna con el plantel, hasta se puso en duda tu autoridad en el vestuario.
-Con el plantel hubo una relación muy buena. Se habló de muchas cosas. En nueve meses no hubo una declaración ni opinión de ningún futbolista que fuera en contra de nuestro trabajo y decisiones. La relación fue excelente. Es un grupo muy bueno y eso es lo que mantiene vivo al plantel. Todo lo que se logra es mérito del plantel. Son jugadores que en los momentos difíciles muestran la calidad que tienen y ojalá se den los resultados que se merecen.
-En algún momento dijiste que el plantel no estaba balanceado.
-Desde el principio habíamos conversado con los dirigentes que habían muchos jugadores para los mismos puestos. Eran inconvenientes que veíamos en algunos sectores que, a nuestro criterio, hizo que algunos jugadores puntuales no rindieran como podían. Pero la calidad está más allá de algún error colectivo. Saben lo que quieren. Sacan adelante los partidos importantes. Por eso tienen posibilidades en la Copa y en el torneo.
-No se puede obviar un aspecto que dejó la sensación agria por cómo se originó tu llegada a Nacional.
-A veces por códigos se mantiene la discreción. Hubo muchos factores que nos hicieron llegar a Nacional. Comenzando con lo que muchos anteponen, que es el económico. La propuesta era seis veces mayor a la de Defensor. Pero no sólo eso influyó. Para comenzar, el presidente Prato ofició de empresario, porque fue quien le dio nuestro teléfono a Alarcón y eso nos dejó expuestos. Nosotros íbamos a perder en cualquiera de las decisiones que tomáramos y ese escenario fue fundamental. Públicamente se dijo que no fue así, pero creo que la gente de Defensor por algo nunca lo aclaró, porque realmente en la interna se sabía como fue la situación. Se nos prohibió negociar, se quería que contempláramos su propuesta. Era la posibilidad de ir a un grande y son pocos los que tenemos esa posibilidad. En mi currículo tengo que dirigí dos Libertadores, una Sudamericana, ganamos en la altura, en la cancha de Vélez. Logramos cosas importantes. En el Apertura hicimos 32 puntos, como Gallardo que salió campeón, pero no alcanzó por la regularidad que tuvo Peñarol. Por códigos nos quedamos callados. Nos expusieron a una situación que siempre íbamos a pagar y los perjuicios caían sobre nosotros. No haber perdido la posibilidad de ir a Nacional no es ser desagradecidos. Estuvimos cuatro años trabajando en Defensor, aunque se piense que fueron seis meses.
-Difícil momento de decisión…
-Fue una llegada turbulenta, demasiada expuesta. Para completar la escena, te ponen en la comparación con un ídolo como lo es Hugo De León…Hubo factores que se pusieron en contra, que hoy pueden sonar a excusa, pero que es realidad. Sucede que en el fútbol la memoria es frágil.
-Hubo, sobre el final de tu permanencia en Nacional, un momento en que quedó la sensación que procuraste ampararte en la opinión favorable de ciertos periodistas.
-Nos golpeaban por todos lados, fue una cacería humana. Todo era reprobado. Hubo algún medio que pegaba de todas formas y el periodismo genera opinión. Lo que no quería era que todo eso conspirara contra los resultados y, a su vez, nos permitiera hacer nuestro trabajo. Hay que tener memoria. Cuando nosotros llegamos a Nacional se fueron Viudez, Porta, Rolín y no llegaron algunos futbolistas que queríamos. Tuvimos que arreglarnos y por momentos lo solucionamos y en otros los sufrimos, por algo muy simple que fue no tener velocidad en los últimos treinta metros. Después, en la segunda parte, vino el tema de la elección, la partida de Facundo Píriz, la lesión de Calzada y si no hay funcionamiento en la mitad de la cancha, como el que habíamos logrado con ellos, se resiente todo.
-¿Te replanteaste en un hipotético la negociación de un acuerdo si fuera hoy la oferta de dirigir a Nacional?
-Sería diferente. Innegociable el tema del plantel. Eso sería prioritario. Tratar de armar el grupo es fundamental. Son las herramientas para después poner lo que queremos en cancha. Sería lo diferente, después haríamos exactamente lo mismo.
-¿Surgió alguna posibilidad laboral en este tiempo?
-Hubo llamadas sin confirmaciones. Una de Ecuador, pero no era una opción deportiva buena.
“Chavo” Díaz, a casi dos meses de haber atravesado el laberinto de las decisiones…