Primer tiempo: Goles errados…
Escribe: Atilio Garrido
El técnico Oscar Tabárez escogió nuevamente a Nicolás Lodeiro en la formación titular. A diferencia de lo ocurrido ante Argentina, donde Cristian Rodríguez quedó en el banco de suplentes, en esta ocasión el entrenador colocó a los dos en el equipo. Sin que pudiera estabilizarse la nueva composición de la media cancha oriental, ocupando espacios vacíos en esa zona, Venezuela generó la primera gran ocasión de gol, apenas comenzó el encuentro. Una pelota capturada por un venezolano en el sector izquierdo de la zona central uruguaya, el pelotazo largo, cruzado hacia la derecha en la media luna del área, el rechazo y el remate desde fuera del área del volante Añor, exigió una buena defensa del golero Muslera enviando la pelota al córner.
Otro segundo tiro de esquina favorable a Venezuela, también sin consecuencia como el anterior, dejó paso a una monumental acción del rubio Peña Aranda por el extremo izquierdo. Al mejor estilo maradoniano, con gran elegancia y a pura gambeta dejó por el camino a Corujo y se metió en la defensa uruguaya como un cuchillo en la manteca. El olor a gol del visitante y la exclamación de todos los hinchas en la tribuna por el jugadón del chico de 19 años, fue el corolario y la apertura de puertas a varios ataques sucesivos de Venezuela que obligaron a los uruguayos a ceder cuatro córners consecutivos más que, sumados a los dos anteriores, totalizaron seis en quince minutos.
En ese cuarto de hora transcurrido con neto color vinotinto, el mayor problema del dueño de casa se presentaba en la mitad de la cancha. No sólo con la contención, con la marca, que también las carencias se presentaban en la generación de fútbol. Nicolás Lodeiro no cumplía esa función. Carlos Sánchez tampoco, apareciendo en varias oportunidades por el sector izquierdo. Egidio Arévalo Ríos no aparecía efectivo en la contención y Cristian Rodríguez, quién en la marca no lograba eficacia, desplegó un par de avances por la punta izquierda que resultaron, a la postre, al llegar a la media hora, los únicos intentos con pequeño peligro que llevó Uruguay.
En medio de ese panorama muy discreto que exhibió Uruguay, Venezuela se floreó dominando el juego y el trámite, generando dos chances de goles imposible de errar. ¡Imposibles!
Por lo expuesto en la cancha, con Venezuela controlando todas las facetas del juego, el tanteador debía favorecer al visitante 2:0 y nadie podía dudar de la justicia del mismo. Sin embargo, el fútbol encierra abismos insondables. En medio de ese sombrío panorama uruguayo, reubicado Carlos Sánchez en la zona derecha, consiguió una pelota perdida por los venezolanos en ataque, avanzó unos pasos y desde la mitad de la cancha soltó un largo pelota cruzado hacia la izquierda por donde ingresaba en solitario, Luis Suárez. El salteño, el mejor atacante del mundo en los momentos actuales, demostró en esta incidencia que esa afirmación no responde a un chauvinismo uruguayo. Seguro, totalmente seguro de que llegaría cómodamente a controlar ese pelotazo muy cerca de la línea final, se despreocupó del esférico y miró hacia atrás. Esa actitud, con la seguridad y tranquilidad con que desarrolló el gesto técnico, la ponen práctica aquellos que –como Suárez- son crack. Inmediatamente, antes que la pelota llegara a la línea, con la pierna izquierda la tocó suavemente, con la calidad de los excelsos, en un centro milimétrico que cayó en la zona del punto penal. A toda velocidad llegaba Lodeiro quién se lanzó hacia delante conectando un cabezazo muy fuerte, casi al centro del arco. El golero Hernández manoteó la pelota sin poder evitar que llegara a las mallas. ¡Golazo! Inmerecido completamente, sí, claro, pero el fútbol es así. Principal y únicamente, cuando se tiene al mejor jugador del mundo en ataque. Suárez lo armó. Mandó el centro como diciéndole a Lodeiro “tomá, ahí la tenés, no lo podés errar”, parafraseando al inolvidable Carlos Solé en una jugada muy parecida, armada por Luis Cubilla en aquella final de la Copa Libertadores de 9 de junio de 1971 en Lima, para el gol de Luis Artime que puso a Nacional en camino de la conquista del ansiado trofeo. El juvenil Peñaranda y Rolón dispusieron de dos goles imposibles de errar. Pero… los erraron.
El gol, ese gran elemento táctico del fútbol, posibilitó el cambio de actitud de todos los componentes del equipo uruguayo. Aunque Venezuela no sintió el impacto del contraste y continuó atacando, la oposición de los celestes mejoró en la mitad del campo. Aumentó su rendimiento Arévalo Ríos, creció Sánchez adquiriendo más confianza y Cristian Rodríguez también mejoró en la marcación manteniendo aciertos en algunos intentos ofensivos. El gol también multiplicó el conflicto entre el técnico de Venezuela, Rafael Dudamel, y sus gritos al árbitro reclamando por actitudes de Luis Suárez. Quedó tiempo para varios ataques con peligro de Venezuela, uno de los cuáles culminó en la red de Muslera, siendo anulado correctamente por el juez de línea que marcó la posición adelantada del autor.
Así se llegó al final de una primera etapa dominada de principio a fin por los venezolanos. Se plantaron con actitud y atrevimiento en la mítica cancha del Estadio Centenario desplegando un excelente juego de ataque y mucha seguridad defensiva. Con un Peñaranda notable –maradoniano, insisto, con más porte atlético y físico que Diego-, se fue al vestuario con una derrota parcial que no mereció. Uruguay, merced a la clase de Luis Suárez, se llegó el triunfo injusto. Quedan cuarenta y cinco minutos por delante, llenos de incertidumbre.