¡Festejen, uruguayos, festejen!
Me tienen un poquito desconcertado dos o tres amigos con sus pretensiones de hinchas.
Luciano vino a visitarme a mi casa en La Floresta. Pasaba por la ruta; se hizo un rato para saludarme.
–Este año me voy a solidarizar contigo en las fiestas –dijo–, no voy a tirar cohetes.
Me pareció genial.
–Veo que tenés la casa cada vez más rodeada de perros –agregó.
Tengo oído de perro y sufro como un perro con la pirotecnia. Lloran con los truenos, con los petardos enloquecen de los oídos aunque les pongas tapones.
–Pero además, no es momento para festejos –dijo, muy en serio, Luciano–, tenemos que concentrarnos para ganar el Uruguayo…
Me desconcertó.
–Saliste Campeón del Torneo Apertura –le recordé.
–Sí, salí campeón –aceptó apurado, displicente, como gargajeando de colmillo un pedazo de piedra–, pero en mayo tenemos que dar la vuelta.
–¿Qué dejás para mí que salí último de la última divisional? Vos saliste Campeón de la Primera. Festejá.
–Vos te tenés que matar –me dijo–, vos, Mar de Fondo, no existís –se burló amablemente–. Pero Peñarol es el Campeón del Siglo, yo para sentirme Campeón tengo que ganar, por lo menos, la Intercontinental o la Libertadores, empezando por el Uruguayo. ¿Te acordás que Julio César Jiménez confesó que no supo lo que era ser Campeón hasta que salió Campeón de Argentina con Ferro, porque para sentirse Campeón con Peñarol no alcanzaba con ganar torneos o campeonatos uruguayos…
–Claro que me acuerdo. Está en un reportaje que le hice, pero también dijo que cuando lo invitaron al cumpleaños en el Centenario y se dio cuenta de todo lo que había ganado con Peñarol sin festejarlo como correspondía, se arrepintió de no haberlo hecho.
–Este es un momento especial –descartó Luciano todo reparo–, con el Apertura no alcanza. Esto nosotros lo vivimos simplemente como el pasaje a la final del Uruguayo –y gargajeó otra piedra por el colmillo.
–Está bien. Igual me alegra que no nos hinches con los cohetes las pelotas a los perros.
La palabra “hincha” viene de “hinchar las pelotas”. Surgió en Montevideo, en Nacional, por un talabartero que se ocupaba del cuidado de las pelotas en el Parque Central. Se llamaba Prudencio Miguel Reyes. Una de sus tareas como “utilero” era inflar (hinchar) las pelotas antes de cada partido. Reyes era fanático del club y con sus pulmones muy bien desarrollados de tanto inflar pelotas (en aquellos tiempos no existían máquinas para hacerlo), alentaba a su equipo con gritos que sobresalían por encima de todos los otros. “Mirá cómo grita el Hincha”, comentaba la gente. Así el término “hincha” se fue aplicando a todo aquél que alentaba a su cuadro y fue adoptado en ambas márgenes del Plata y después en buena parte del Mundo. En fin… la semana pasada me encontré precisa y casualmente en Montevideo con un amigo hincha de Nacional, Ariel. Está encargado de un auditorio, adonde fui esa tarde con un grupo liceal del Interior. Mientras esperaba a los gurises y a algunos colegas que llegarían en un micro, estuve contándole a Ariel lo que me había pasado con Luciano.
Para mi asombro, no se sorprendió en absoluto.
–Adhiero –me dijo–. Yo tampoco voy a tirar cohetes en estas fiestas. Nosotros tenemos que sentir el dolor de la derrota –y puso cara de jugador de Mar de Fondo en esta temporada.
–Pero… si sos el Campeón Uruguayo. Ni siquiera perdiste un clásico, sólo el Apertura…
–Si no sentimos el dolor de la derrota, estamos en el horno –sentenció, con la pasión y responsabilidad que les aconsejan expresar a los políticos sus asesores de imagen.
Me pareció que tanto Luciano como Ariel estaban confundiendo los roles. Ellos son hinchas. Acaso los jugadores tengan que mantener el equilibrio emocional ante victorias y derrotas, pero los hinchas…
–Los hinchas tenemos objetivos claros –respondió–: el tricampeonato y luego el segundo quinquenio. Nacional es el decano y el más grande y siempre tenemos la obligación que ganar.
–Che… ¿no se estarán mimetizando en la solemnidad hipercorbateada del periodismo?
–Los periodistas matizan la solemnidad con humor (bueno o malo). Yo te estoy hablando en serio.
Ayer salí en busca del único hincha de El Tanque que conocí personalmente, un reportero con el que coincidí un par de mañanas cubriendo Los Aromos. Quería asegurarme de que todo El Tanque Sisley, unánimemente, sí va a festejar su impresionante campaña del Apertura.
–Dejá –me contestó–, perdimos la oportunidad histórica. Nunca más vamos a estar tan cerca de ser campeones. Lo teníamos en un puño y se nos escapó como arena entre los dedos.
–¡¿Entonces qué dejan para mí que salí último de la Segunda B, con un solo partido ganado, tres puntos en total, seis goles a favor y cuarenta y nueve en contra?!
No lo pensó dos veces:
–Con ese fracaso encima, vos lo único que podés hacer es suicidarte. Semejante frustración no se puede sobrellevar así nomás.
Anoche, completamente vencido, le conté todo esto al viejo Juan, en su mesa del Tupí Nambá, la más cercana al busto de Voltaire. El viejo es hincha de Wanderers, pero coincidimos en los colores y en algunas percepciones de la vida.
–Los resultados siempre necesitan mayores y nuevos resultados –me explicó, categórico–, pero el resultado final es El Ocaso, Empresa Salhon o Rogelio Martinelli. Podemos creer muy distintas cosas, para antes y para después, y hasta podemos detener la trayectoria del personaje o del equipo en algún momento de triunfo, pero todas las personas, todos los personajes y todos los equipos, nacimos para una derrota, para ese derrotero concreto que es la única verdad absoluta que tenemos todos. Si te das cuenta, si no te distraés, Mar de fondo es un adelantado –sonrió como nadie sabe que sonreía, porque decía tener muy buena dentadura pero habérsela prestado a Vargas Llosa–, Mar de Fondo es la vanguardia del fútbol uruguayo, está marcándonos el camino.
Me reí de mí mismo pensando que siempre es posible inventar la mitad llena de la copa, aunque sea la copa rota de José Feliciano.
–Pero el partido que ganamos fue a Canadian –le dije entonces, reivindicativo, desahogando sin complejos una victoria entre tantas derrotas cotidianas–. Definió el campeonato.
–Festejálo, tenés algo para festejar, embriagáte –dijo el viejo–. Sin hincharnos las pelotas a los bichos y si es de vino, sin manejar ni armar lío, pero embriagáte “de vino, de poesía o de virtud”, como decía Baudelaire:
“Hay que estar ebrio siempre. Todo reside en eso: ésta es la única cuestión. Para no sentir el horrible peso del Tiempo que nos rompe las espaldas y nos hace inclinar hacia la tierra, hay que embriagarse sin descanso.
Pero, ¿de qué? De vino, de poesía o de virtud, como mejor les parezca. Pero embriáguense.
Y si a veces, sobre las gradas de un palacio, sobre la verde hierba de una zanja, en la soledad huraña de su cuarto, la ebriedad ya atenuada o desaparecida, ustedes se despiertan, pregunten al viento, a la ola, a la estrella, al pájaro, al reloj, a todo lo que huye, a todo lo que gime, a todo lo que rueda, a todo lo que canta, a todo lo que habla, pregúntenle qué hora es; y el viento, la ola, la estrella, el pájaro, el reloj, contestarán:
“¡Es hora de embriagarse!”
Para no ser los esclavos martirizados del Tiempo,
¡embriáguense, embriáguense sin cesar!
De vino, de poesía o de virtud, como mejor les parezca”.
Charles Baudelaire
¡Felices fiestas!