Exclusivo: 4 jugadores con demoras
Escribe: Atilio Garrido / Fotografías: Fernando González (enviados especiales)
No resulta fácil llegar a las inmediaciones del centro de Santiago de Chile. La urbe ha crecido y la multiplicación de edificios que rascan el cielo, le dan hoy a esta capital del país, una características tan, pero tan diferentes a aquellas con las que nos encontramos la primera vez que llegamos, allá por setiembre de 1979. Siempre detrás de la pelota de fútbol, a la que tanto debo –por supuesto- y quiero. Viajaba con la selección de Uruguay que disputaba la Copa América, camino a Quito, en aquel tiempo cuando se cambió el reglamento y el certamen se jugó con las normas de la Copa Libertadores. Allá en Quito asistí a la primera vez en la historia que Ecuador le ganó a Uruguay. El triunfo por 2:1, para los ecuatorianos, fue el comienzo del camino ascendente que han ido recorriendo hasta el presente.
El viaje a Quito obligaba a una parada en Santiago de Chile, donde había que hacer noche. Tanto a la ida, como a la vuelta. Al retorno, con la bronca de la derrota encima, junto con Ildo Maneiro, por entonces ya veteranos de mil batallas, y la juventud dorada de Mario Saralegui, al que llamábamos el Príncipe Valiente por su pelo rubio, sus ojos celestes y la voracidad por beberse la vida a borbotones, salimos después de la cena a un boliche que quedaba en la esquina del viejo hotel Tupahue. Y la noche se estiró con el néctar de aquel casillero del diablo, de la bodega Concha y Toro, en tiempos cuando no existía la apertura comercial y el vino chileno no llegaba a Uruguay. ¡Qué tiempos! Periodistas, técnicos y jugadores manteníamos una comunión que respetaba códigos, por encima de las obligaciones profesionales de cada uno.
Hoy, Santiago de Chile explota en las autopistas que se atascan, en ese incendio en medio de una montaña al salir del aeropuerto de Pudahuel, cuyas columnas de humo acompañaron casi todo el trayecto de la camioneta que nos trajo hasta el Hotel Sheraton San Cristóbal.
Cuántos recuerdos de éste hotel futbolero por excelencia, que ha sido reiteradamente la casa de la celeste, porque dos por tres, cuando hay que venir a Santiago de Chile a librar una parada importante, a los uruguayos los cobija la hospitalidad, la refinada y servicial atención del personal.
Hoy al arribar el hall del hotel Sheraton San Cristóbal se asemejaba a un verdadero hormiguero humano. Decenas de personas en la cola para realizar el check – inn o el check out. El eficiente personal de recepción no daba abasto, poniendo lo mejor de sí para atender la demanda de un exigente congreso que completó la capacidad de las siempre confortables habitaciones. Y allá, en un costado del mostrador de la recepción, observamos que la cara del siempre correcto delegado de Uruguay, Marcos Méndez y del no menos capacitado y riguroso comisario inspector retirado, Miguel Zuluaga, no era la que exhiben en los mejores momentos.
El viejo olfato periodístico, ese que nos enseñaron Trifón Ilich en El Debate y Diego Lucero de Clarín, nos permitió percatarnos de que algo estaba ocurriendo. ¡Allí estaba la noticia, en estos tiempos sin noticias o con muy poquitas informaciones, porque el rasero de las conferencia de prensa igualó para abajo la profesión del cronista!
Con su mejor cara y tratando de ser cordial, Marcos Méndez le explicaba al correcto, pero apurado funcionario de la recepción, que procuraba servir a todos los que esperaban en la cola y atender la demanda de los dos uruguayos, “que desde que llegamos, hay dos habitaciones que no se pueden abrir porque las tarjetas no funcionan. Son las 321 y 325. Tenemos cuatro jugadores esperando, sin poder ingresar y esta es una contrariedad que complica la planificación establecida. Por favor queremos que nos cambie las llaves de las mismas para subir y llevárselas a los jugadores”.
El funcionario le indicaba que él no podía darles una llave a ellos, porque no los conocía. “Las reglas del hotel, estimado señor –explicaba el recepcionista- impide que yo les entregue a Vds. dos llaves de las habitaciones que me piden. No los conozco. No sé quién son Vds. No me traen los documentos de quienes ocupan esas habitaciones. No puede entregarles las llaves, porque luego si ocurre algún episodio no deseado, la responsabilidad es mía por no dar cumplimiento a las reglas”.
Ante el planteo, muy correctamente el comisario inspector retirado, Miguel Zuluaga, vestido con el uniforme de la selección, respondió como correspondía. “Señor, Vd. ve que estoy con el uniforme de Uruguay. Soy el encargado de la seguridad de la selección, y se presenta un inconveniente que queremos resolver. Desde que llegamos, hace ya bastante tiempo, estos cuatros jugadores están sin poder ingresar a sus habitaciones. Aquí no pueden venir a buscarlas, porque observe cómo está el hall de compatriotas, que al verlos van a generar una situación incómoda al pedir autógrafos y fotografías”.
“Además, señor –completó Méndez- los pasaportes de los jugadores quedaron en la aduana haciendo el trámite de migración”.
Transcurridos unos cuántos minutos de diálogo, mientras la cola de pasajeros para realizar la entrada o salida se mantenía, a pesar del intenso trabajo de los demás recepcionistas en el mostrador, que apuraban los trámites con toda corrección. Finalmente, el funcionario del hotel, muy correctamente y comprendiendo la situación planteada, en la cual las dos partes tenían su razón, zanjó la situación con una explicación y posterior acción.
“Voy a solucionarles el problema yendo más allá de las normas. Las tarjetas no se las puedo hacer. Pero voy a subir yo junto a Vds. y abriré esas dos habitaciones para que los futbolistas que las tienen que ocupar ingresen a ellas. Luego cuando tengan los pasaportes, vienen Vds. hasta aquí y les entregamos las llaves correspondientes”.
Acto seguido los tres se dirigieron a los ascensores, cuya demanda por parte de los pasajeros mantenía en constante subir y bajar a los tres disponibles, para solucionar la situación que afectaba a Maximiliano Pereira, Federico Ricca, Gastón Silva y un cuarto jugador que no pudimos lograr la información de quién se trataba.