Exclusivo: a pedido de Tabárez el artista Páez Vilaró pintó un mural para el Complejo “Uruguay Celeste”
Esta noche -viernes- llega al Complejo “Uruguay Celeste”, el mural que el técnico Oscar Tábarez solicitó que pintara Carlos Páez Vilaró, para decorar la zona de esparcimiento de los jugadores, con los fuertes y positivos colores del artista compatriota. La historia real de este nuevo emprendimiento del técnico Tabárez no solo en procura de mejorar -como lo ha hecho en gran forma sin que se lo hayan reconocido- “la casa de la Selección”, sino también para nutrirse de las ondas positivas que acompañan a Páez Vilaró. También remite el artista una nueva pelota-talismán, similar a la que pintó cuando Uruguay fue a competir a Sudáfrica 2010.
Una muy conceptuosa carta de Oscar Tabárez, llegó a manos de Carlos Páez Vilaró. A través de ella, el director técnico de Uruguay le expresó al artista compatriota que como consecuencia de determinados episodios, el grupo de la selección sentía muy cercana su presencia por hechos positivos que se sucedieron en cadena, desde las semanas previas a la partida de Uruguay para participar en la Copa del Mundo de Sudáfrica 2010. Concluía con el amistoso pedido a Páez Vilaró –siempre que estuviera dispuesto- para que el color de su paleta alegrara con su positivismo una pared de dos metros y medio de largo por casi dos de ancho, del amplio lugar destinado al esparcimiento de los jugadores en el Complejo “Uruguay Celeste”. La carta culminaba con el lógico planteo de que en caso que Páez Vilaró aceptada la propuesta, previamente se acordaran sus honorarios, traslados, adecuación de la superficie, etc.
Entre el personal que rodea a Tabárez y al artista se intercambiaron correos que permitieron disponer de la fotografía de la pared actual donde reposaría el mural de Páez Vilaró. Quienes lo conocen íntimamente saben de su ansiedad natural, la que mantiene vigente por más que dentro de 27 días cumpla 90 años. ¿Honorarios? ¡Que es eso para el pintor del pueblo a quien entusiasma que su color esté cerca de la gente de todas las clases, principalmente los humildes, en un quijotesco intento para que la pintura no esté reserva a una elite, sino que se popularice para llegue tanto “a la altiva princesa como a la que pesca en ruin barca”, al decir del mismo Cervantes en la obra que está cumpliendo 400 años de vida.
Se llegó a la conclusión de que la adecuación de la pared demasiado rústica, con revoque bolseado por encima de los ladrillos, no resultaba adecuada para que sobre ella se pintara el mural. También entendió el artista que un complejo edilicio destinado a una concentración de jugadores de fútbol, es una obra viva a la que permanentemente se le están realizando mejoras de albañilería que requieren, para su ampliación, el derrumbe de paredes. Y en este caso, la presencia de un mural pintado directamente sobre ella, podría ser un impedimento para una futura nueva construcción. Definido el tema en su interior, Páez Vilaró puso manos a la obra.
Entusiasmado y enloquecido dispuso todo el día miércoles y el jueves en Casapueblo -al retornar de su casa en Tigre- para pintar la el enorme mural sobre una placa de madera. Primero el boceto, después el dibujo con tiza sobre la superficie y después los colores. Luego la pericia del Gerente del Museo-Taller, Gustavo Oliveros, para coordinar los detalles del envío. Todo en silencio, sin tener nuevo contacto con Tabárez. Sin responder ese último lógico planteo con el que el prestigioso técnico cerraba la carta: honorarios, gastos de traslado, etc.
En la mañana llegó a mi domicilio un envío de Casapueblo acompañado por una carta. Una producción hermosa de la bodega argentina El Esteco, encerraba una botella del vino de los 90 años de Carlos. Se trata de “Ciclos ícono – Homenaje a Carlos Páez Vilaró”, con una etiqueta diseñada por el artista. El texto de la carta, de puño y letra, expresaba: “un vinito de mis 90, para que brindes por el triunfo de la selección. Ahora estoy atacando el mural para el Maestro apoyado en los emotivos recuerdos de tu libro Maracaná. Un fuerte abrazo y mi cariño a Sandra. Carlos”.
En horas de la tarde, la inconfundible voz del artista inundó mi celular. Se le notaba ansioso, eufórico…
-“Querido Atilio, vení a Casapueblo que tengo una sorpresa”.
Allí estaba el enorme mural, pronto para ser enmarcado y enviado por el propio Carlos al Complejo “Uruguay-Celeste”. El acontecimiento será esta tarde. Todo rápidamente, como le gusta cumplir a Páez Vilaró sus emociones, lo que le dicta el corazón. Y junto con el mural también se enviará una pelota pintada, similar a aquella que “los amigos de lo ajeno” se llevaron antes del partido frente a Holanda. Pelota a la cual Tabárez también se refería en la carta que inició toda esta movida.
De esta forma, una vez más, se demuestra que el fútbol genera situaciones que rondan con la metafísica, la creencia en fenómenos extra naturales, así como también en hechos o circunstancias que por su positivismo se transforman en cábalas…
AQUELLA PELOTA CONVERTIDA EN TALISMAN
Semanas antes de la partida de Uruguay para la Copa del Mundo de Sudáfrica 2010, cuando muy poca gente confiaba en el equipo celeste, Páez Vilaró le envió a Oscar Tabárez una pelota de fútbol pintada con un sol y una bandera uruguaya, acompañada de una carta. En ella el artista le explicaba que él conocía mucho el suelo de África, su gente, su pueblo, sus costumbres y sus creencias. Entonces le sugería que antes de cada partido hicieran rodar esa pelota en la cancha donde iban a jugar, a la cuál Páez Vilaró le atribuía características de talismán, para que la selección tuviera buena suerte.
Cuenta la “verdad histórica”, que una vez recibido el talismán, Oscar Tabárez habló con el plantel, leyó la carta del artista y les preguntó a los futbolistas cuál era la idea que tenían. ¿Se cumplía lo que Páez Vilaró planteaba o no? Todos dijeron que sí, que había que llevar la pelota a Sudáfrica y cumplir con el rito propuesto. Y así embarcó la pelota-talismán en medio de esa montaña de baúles y maletas que genera el viaje de una delegación de fútbol, igual a la que se produce cuando un circo traslada su carpa de un lugar a otro.
Y así lo hicieron. Grande fue nuestra sorpresa cuando en Ciudad del Cabo, antes del debut frente a Francia, cuando Minguta colocó la bolsa con las pelotas en la cancha, apareció la de Páez Vilaró. Y los jugadores hacían jueguito con ella, la agarraban, se las pasaban por sus extremidades. Uruguay empató.
Previo al partido siguiente ante Sudáfrica, partido realmente muy difícil, la misma escena en la cancha de Pretoria. Uruguay ganó 3:0 con una gran actuación. Luego se repitió el ritual antes del partido frente a México. Lo mismo ante Corea del Sur y en lo previo frente a Ghana, en otro cotejo de vida o muerte, donde los celestes lucharon contra todo un continente. El talismán mostraba sus virtudes…
Cuando llega la semifinal ante Holanda –contó el técnico Tabárez-, el vestuario era una locura. Mucha gente, muchos bultos, mucha confusión. Cuando el equipo salió a reconocer la cancha y Minguta trajo la bolsa con las pelotas… ¡el talismán no estaba! ¿Qué pasó? ¿Dónde está? Allí comprueban que “los amigos de lo ajeno” se llevaron varias cosas del vestuario, poco después de arribar Uruguay. Y entre ellas, la pelota-talismán de Páez Vilaró. Y… ¡Uruguay perdió! Y lo mismo ocurrió ante Alemania. ¡Robaron el talismán y Uruguay no ganó ningún partido más! ¿Qué hubiera pasado si el talismán no hubiese sido hurtado? Imposible de saberlo. Pero, como decía mi abuela, “yo no creo en brujas pero que las hay, las hay…”