Entre la gloria y la incertidumbre
Con frontalidad y rigor histórico, el autor bucea en el pasado para explicar algunas claves de un presente en el que la obsesión por el tricampeonato en las dos tiendas de los grandes es persistente.
Escribe: Juan Carlos Scelza
Barba nutrida, una sonrisa poco frecuente para aquel recio zaguero, un gorro mal puesto y semi inclinado tapando parte de la frente y, claro: la Copa en sus brazos. Qué lejos ese primer plano de Hugo de León cobijando la Libertadores en medio de la eufórica vuelta olímpica de una apabullante noche ante los rosarinos de Newell´s en el Centenario. ¿Quién imaginó que aquel 26 de octubre de 1988 sería el punto final para los títulos internacionales del fútbol uruguayo? Ni los que saltaban en las tribunas, ni los protagonistas del éxito, ni los más acérrimos rivales, ni mucho menos los que ya opinábamos detrás de un micrófono o frente a una cámara: a ninguno se le ocurriría un “nunca” más de más de tres décadas.
Aquel tuteo frecuente con la gloria, inculcado por generaciones anteriores, familiarizó a tricolores y a aurinegros con vueltas olímpicas reiteradas y con alegrías alternadas en la cúspide continental. Costó, como durante los primeros tiempos de un desengaño amoroso, pero de a poco, y fiel a la esencia humana, todos nos fuimos acostumbrando. Excusas y realidades se cruzaron en fundamentos respetables, algunos compartibles y otros más fáciles de refutar. Pero nada ha cambiado la realidad que nos sumergió más que nunca en una lucha solo interna para Nacional y Peñarol.
Con ese paisaje de fondo sobre los hombros de los dos grandes uruguayos, este año se suma un ingrediente que marcará el rumbo y la intensidad del calendario, como ya ha ocurrido en algunos episodios anteriores. La neta superioridad de Nacional sobre Rentistas en las finales condujo a los tricolores a su segundo logro consecutivo y, de inmediato, a generar finalidades exactamente iguales, aunque con perspectivas distantes. Nacional irá por el “tri”, y Peñarol luchará por impedirlo.
Con Ballesteros, Campeón del Mundo en el 30, en el arco, y figuras como Mascheroni, Arremón, Arispe y Villadóniga, Peñarol iniciaba en 1935 el primer ciclo prolongado de torneos consecutivos del profesionalismo, que extendió hasta 1938, con cuatro consagraciones. El exigido cruce tricolor para impedir el quinquenio de su máximo rival se consumó en una final ante Peñarol en la que ganó 3 a 2 con el equipo orientado por el inglés William Reaside, que no solo cortó la racha adversaria en 1939, sino que generó la más formidable sucesión de victorias albas en la historia, que ya con la conducción del mundialista Héctor Castro consiguió el Quinquenio con la descollante figura de Atilio García, y con jugadores de la talla de Ciocca, Zapiraín, Luis Ernesto Castro, Pini, Porta, Gambetta y Aníbal Paz.
Como el axioma futbolístico según el cual dos cabezazos en el área terminan en gol, muchos sostienen que en una definición es el tercer penal el que quiebra la serie. Del mismo modo, en esto de los quinquenios el tercer año resulta determinante. O, por lo menos, es el que empieza a generar escozor en ambos grandes. Ganar un tercer torneo consecutivo ya es algo que de por sí mete en la historia al grupo que lo alcanza, porque no son demasiados los casos en más de cien años. Pero a su vez genera una suerte de estabilidad y confianza emocional y una preocupación mayúscula que se transforma en desesperación para el rival. Por eso mismo destacamos tanto el primer campeonato alcanzado por la nueva directiva del Ing. José Decurnex como el duro golpe recibido por un Peñarol que, habiendo ganado el Apertura y contado con gran ventaja en la Anual, se desmanteló en el período de pases y resignó aquella vez sí, su propio tricampeonato.
La historia indica que el aurinegro gozó de sus dos quinquenios espaciados por cuarenta años, el primero finalizando los años cincuenta e ingresando en una memorable década aurinegra, como la del 60, donde a los múltiples campeonatos locales le sumó tres Libertadores, dos Intercontinentales y una Supercopa. Tiempos de goles de Spencer, jugadas de Joya, Rocha, Gonçálvez, Borges, Hohberg, William Martínez y Maidana. De aquel ciclo que abarcó de 1958 a 1962, hubo que saltar a la década del 90. Cuatro años orientados por Gregorio Pérez y en uno por Jorge Fossati, con Bengoechea como símbolo, Peñarol abrochó el ciclo que fue desde 1993 hasta 1997.
Tantos años después, y habiendo marcado un predominio claro que comenzó con el reverso de aquella supremacía, gracias a un plantel comandado por De León como técnico y por Rubén Sosa como estrella, goleador y capitán, Nacional ante Cerro Largo comenzó en 2021 una carrera que, producto de un calendario apretado por la pandemia, no tendrá Intermedio. Se trata de treinta fechas. Noventa puntos en juego. Quizás posibles finales. Para ello, y con ese principal objetivo que lo absorbe, fue en busca de Cappuccio, el técnico al que venció en las finales pasadas, y que realizó una gestión histórica en Rentistas. Mantuvo a la mayoría de los juveniles de la casa, acercó piezas que se destacaron en sus equipos y agregó la incuestionable experiencia de D´Alessandro y de Leandro Fernández, quien ha sabido ser clave, para acompañar a un Bergessio que, muy solo y la mayoría de las veces mal habilitado, igualmente se las rebuscó para ser goleador del torneo pasando, mostrando su resiliencia, su categoría y su estirpe de capitán.
Peñarol arrancó este nuevo capítulo ante Plaza Colonia, el mismo que derrumbó su última chance de pelear por el Uruguayo pasado y que además ahora cuenta con Cristian Rodríguez. Unas cuantas salidas se sumaron a la del excapitán. El carbonero mantuvo en la conducción a un Larriera cada vez más cuestionado, sobre todo después del clásico disputado hace pocas horas, apostó a mantener la base del equipo que ya estaba en rodaje, y le sumó las contrataciones de Schiappacasse, Ceppelini, Carlos Rodríguez y el argentino Musto, más el regreso de Agustín Canobbio.
El último equipo en conseguir lo que Nacional buscará este año fue el propio equipo tricolor, que, dirigido justamente por De León, ganó los torneos de 2000, 2001 y 2002, con nombres como Sosa, pero también Munúa, Sergio Martínez, Núñez, Óscar Morales, Álvez y Vanzini. Muchos años atrás, entre 1955 y 1957, también disfrutó de tres consagraciones consecutivas. Dirigido por Ondino Viera, que revolucionó ascendiendo a los juveniles Héctor Núñez, Acosta, y Héctor “Ciengramos” Rodríguez, sumándolos a los experientes Taibo, Santamaría, Pini y Ambrois, aquel plantel se lució.
Pero el que más cerca estuvo de un nuevo Quinquenio fue el Nacional del “Pulpa” Etchamendi. Ligado con la institución hasta la actualidad, Juan Carlos Blanco fue uno de los baluartes de aquel equipo Tetracampeón Uruguayo entre el 68 y el 72, de atajadas de Manga, goles de Artime y genialidades de Cubilla. El mediocampo de Montero, Espárrago y Maneiro, y si faltaba algo, el aporte del chileno Prieto, fueron las bases de aquel éxito.
Entonces, fue Peñarol quien estuvo obligado a cortar lo que parecía un cantado quinquenio tricolor y el que en consecuencia salió a buscar a Fernando Morena. Y en él encontró los goles que le aportó el gran goleador al torneo de 1973. Y marcó, bajo la conducción de Hugo Bagnulo, un exitoso ciclo de tres años en el que al goleador se le sumaba la sociedad con Quevedo, la fortaleza de Olivera, de Ramón Silva, de Acosta, y la elegancia de Julio César Jiménez. El intento por el cuarto título consecutivo quedó trunco por la inesperada aparición del primer equipo chico que rompió con la historia de siempre: el Defensor del “Profe” José Ricardo De León.
En pleno 2021, el “tri” será la sílaba más repetida durante el año. Y formará parte de cada paso de la temporada, encendiendo más aún la rivalidad de siempre. El último quinquenio obtenido por Peñarol llevó a bajar la mira en tiempos bastante más cercanos a los frecuentes títulos internacionales ganados. Hemos visto como muchas veces se sobrepuso la actividad local a la posibilidad internacional, y que unos intentaron abrazar el tricampeonato, y otros, impedirlo.
Apenas finalizó ese ciclo, la situación se revirtió y, con objetivos cruzados, volvieron a enfrascarse en lo doméstico, quedando más y más lejos en lo internacional. Metidos en el fútbol nuestro de cada fin de semana, nos esperan batallas que seguramente irán desde la táctica a emplear hasta la discusión en los tribunales, desde la lupa en los arbitrajes hasta el acierto de los goleadores. Y habrá que estar preparados para un Campeonato Uruguayo de presiones propias y ajenas de los dos, en esta batalla de los grandes que empieza cada fin de semana, y que hace pocas horas se calentó con una victoria tricolor en que el mérito de la dirigencia por subir rápidamente a un avión a sus estrellas desde la Brasilia en que se disputó la Copa América no pasó inadvertido.