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El virus Quinteros-Rubio





10 diciembre, 2012
Columnistas

 

Mateo Rubio

La actualidad de Trouville en el campeonato es digna de analizar y ponderar. Es que lejos de los números fríos que marcan un récord histórico en Liga uruguaya lo fascinante es intentar encontrar explicaciones a eso.

En un momento del torneo en donde las quejas por la cantidad de juegos disputados en tan pocos días, lesiones y equipos poderosos que han mostrando en cancha menos de lo esperado se escuchan por doquier, el rojo de Pocitos echa por tierra todos esos argumentos, a caso siendo la excepción quizás, pero poco importa eso.

La era Rubio me hace acordar a lo que una década atrás se vivió en las cercanías de la calle Chucarro. Cierto es que la afición se inclina más a apoyar a su equipo cuando las noticias son buenas y tiene cierta lógica. Pero la era Rubio trajo consigo una forma distinta de jugar, administrar el juego y potenciar a su máxima expresión a un colectivo que no tiene un referente particular. La importancia del concepto “colectivo” vio.

Con el respeto debido, sin un clase A, ni hombres en grupo de selección indiscutidos, el equipo de Trouville mira a todos desde bien arriba producto de un notable trabajo físico y hasta mental. Con humildad, se la creen. Se la hicieron creer.

Es que cada uno de los 10 hombres que el propio entrenador catalán expresa ingresan en la rotación, tienen sus momentos de destaque. Cada pieza es importante para el buen andamiaje colectivo y lo mejor aún, es que lo saben, se dan cuenta y cada muñeca aun en el error ocasional, siente una confianza que le da el propio trabajo realizado.

En este Trouville nadie sabe quién es titular y quién no y eso aunque suene cursi, es otro argumento motivacional que este grupo técnico ha encontrado.

Un solo jugador no gana partidos, un solo deportista no está jamás por encima del equipo y sin dudas, en Trouville, nadie puede más que todos ellos juntos.

La virtud no es sólo de Rubio más allá de que sin lugar a dudas tiene mucho que ver. Para no perder memoria, en estos jugadores confió Ottati, en ellos Rubio para trabajar junto a Arregui y Bessio. Nuevamente, la concepción colectiva que siempre tiene rendir, también, detrás de la línea. Y todo, tiene que ver con todo.

Demostrando también que pueden verse logros sin la inversión de miles de dólares cuando un equipo logra hacerse tan fuerte.

Nadie sabe qué sucederá con este equipo, cuál será su final de torneo pero si de momentos hablamos, este ya hizo historia en la Liga.

Por todo eso, es que Trouville 10 años después de haber vivido el furor del argentino Quinteros, disfruta de una nueva población de niños que se acercan al club noche tras noche.

Eso, debe ser capitalizado por toda la institución. Con la humildad necesaria para dejar trabajar sin trabas a quienes en cancha y fuera de ella, demuestran que siempre hay algo más para aprender.

Todos creceremos.

Trouville se encuentra afectado (positivamente) por un síntoma que parece ser crónico en su retorno a cada diez años. Primero el “virus” lo trajo Paolo Quinteros (con los mismos compañeros que años más tarde le dio el título de Liga), ahora llegó desde el viejo continente con un joven Mateo Rubio.

A saber disfrutarlo. En Trouville, dentro y fuera…hay equipo.