El talismán de Páez Vilaró
Creer o reventar: los 100 años de Páez Vilaró y el talismán del mundial de Sudáfrica.
Escribe Atilio Garrido
El próximo 1.º de noviembre la figura de Carlos Páez Vilaró llega a los 100 años. ¡Centenario que, aquellos que llegamos a conocerlo, el propio protagonista estaba convencido que festejaría en Casapueblo rodeado de sus amigos! Josema Reyes, publicista top, de profunda capacidad para definir con una frase cualquier acontecimiento, encontró también para esta jornada que se avecina, la definición perfecta: “100 años de un inmortal”.
Por mi parte reconstruiré un episodio protagonizado por Páez Vilaró vinculado con el fútbol y la selección de Uruguay. El hecho puede dar motivo a múltiples interpretaciones, según las concepciones filosóficas, religiosas o simplemente humanas del lector que se incline sobre el texto.
Jueves 27 de mayo de 2010. Este mayo gris y muy frío, va muriendo en la inmensa soledad de Punta Ballena. La sudestada levanta las enormes olas transformándolas en velas de barcos azotadas por el viento. Al arribar al puerto de la playa colonizan la blanca arena de la ensenada Solanas, y van a morir contra las rocas y al pie del césped de los jardines de las residencias de la primera línea. Desde lo alto, en este mayo gris y muy frío, la postal típicamente invernal se fija en mis retinas. Este jueves 27 de mayo de 2010 el día camina por las primeras horas de la tarde. El silencio y la soledad, abruptamente son cortadas por el timbre del teléfono de línea…
-“¿Estás ahí? Venite a casa que tengo una sorpresa…” La frase sale de la siempre serena y ronca voz que parece caminar en puntas de pie en su boca. Es la voz de Carlos Páez Vilaró. Y “casa”, es nada menos que Casapueblo…
Ingresé como siempre en aquel tiempo; como si fuera mi casa. Los leños ardiendo en la estufa del atelier, el de la planta intermedia de la casa, que antes era comedor y hoy es una nueva cuna del arte. Las llamas y el chisporrotear de las maderas, ponen calor a la charla distendida, rodeada por las inmaculadamente blancas paredes cóncavas en desafío constante con las líneas rectas que no existen. Me senté a su lado en un taburete alto, junto a la enorme mesa de madera repleta en ordenado desorden, de frascos con pinceles, latas de pinturas y no recuerdo cuántos chirimbolos más. Después de un breve intercambio de noticias, la voz de Carlos Páez Vilaró comenzó a revelarnos la sorpresa…
-“Tú bien sabes de mi experiencia africana –comenzó relatando Carlos-. De mi pleno conocimiento de ese continente fascinante. De sus culturas, de sus tradiciones, de sus creencias. Basado en eso preparé algo que quiero que le entregues al Maestro Tabárez. ¡Me parece una persona tan buena! ¡Siempre tan ubicado, sus conceptos serenos y razonados me cautivan! ¡Y ese grupo de chicos que formó! ¡Cómo los quiere la gente! ¡Qué lindo…!”
Resultaba evidente que Carlos, siempre atento a todos los acontecimientos del país, había sido testigo a través de la televisión, de la emotiva despedida que el pueblo uruguayo, le brindó a la selección celeste, la noche anterior en el partido ante Israel. Marco impresionante de tribunas colmadas. El Presidente de la República, José Mujica, en el campo de juego entregándole el pabellón oriental a Diego Lugano y Diego Forlán, con la presencia de Alcides Edgardo Ghiggia, para unir la gloria eterna de Maracaná con esta ilusionada esperanza que partía hacia Sudáfrica…
-“Escuchame bien Atilio, estos chicos y nuestro pueblo que los quiere, necesitan realizar una buena campaña en la Copa del Mundo –prosiguió Carlos apasionadamente, mientras sus pequeños ojos celestes adquirían brillo-. En la vida, la suerte es indispensable. Por eso mismo, esta mañana estuve pintando una pelota de fútbol para que se la entregues a esa tan buena persona que es Tabárez. Decile que es un talismán que yo confeccioné, para que él y los jugadores reciban la ayuda de la suerte”.
Al terminar la frase, un gato de pelambre color café con leche claro pegó un salto y se instaló sobre la mesa. Quedó inmóvil por unos instantes, miró a Carlos y comenzó a caminar zigzagueante entre los frascos con pinceles, las pinturas y otros objetos, sin tocarlos. Con otro salto retornó al suelo y se fue… La ronca voz de Carlos soltó un concepto tan real como inolvidable.
-“Atilio… ¡los gatos son amigos silenciosos!
Mientras yo no salía de mi asombro y poco o nada entendía de la referencia a un talismán que Carlos había construido, entusiasmado y convencido de su realización, comenzó a detallar como había que proceder y utilizar el talismán para que resultara efectivo.
-“Tienen que llegar a África, país de profundas creencias de este tipo, con el talismán que le va a dar suerte. Los jugadores tienen que hacerlo correr por el césped en la cancha donde vayan a jugar. Les reportará energía positiva a todos los muchachos y el equipo va a andar muy bien”.
Cuando terminó la explicación, dejó el taburete y caminó hasta otra enorme mesa. ¡Allí estaba el talismán! Una pelota de fútbol pintada. Carlos la tomó entre sus manos coloreadas del celeste y amarillo, colores utilizados para pintarla. Mientras exhibía apasionado el talismán, y con la pintura aún fresca, insistió:
-“Se la tenés que llevar a Tabárez de parte mía. Decile que es importante porque la selección tiene que llegar a África con un estandarte, con algo que la identifique, con algo que haga las veces de talismán. Vas a comprobar que le va a ir muy bien…”
Mientras se expresaba totalmente convencido de lo que afirmaba, yo miraba a Carlos con ojos complacientes y sin convicción alguna. Con el corazón en la mano, en mi interior anidaba un pensamiento negativo. Tres partidos y el pasaje de retorno. Por supuesto que no se lo manifesté. Me pareció un sacrilegio. Carlos construía la escena de tal modo, que parecía un niño ilusionado con que su cometa llegara al cielo. Fue entonces que busqué un atajo para que fuera él mismo, el portador de tanta esperanza. Me sentí totalmente incapaz de transmitir a Tabárez esa fuerza interior que ponía Carlos en sus afirmaciones. Le dije, tan solo, que me parecía atinado que fuéramos juntos al Complejo Celeste, que correspondía que él entregara el talismán al técnico Tabárez junto con el mensaje de fe y esperanza que repetía convencido…
-“No, no… Tengo 86 años, sigo abriendo puertas, me gustaría hacerlo, pero en invierno hay que cuidarse de los fríos. Llevásela tú. Dejame terminarla. Luego te la mando a tu casa”.
El sábado llegó a El Último Round -nuestra casa ballenera-, una caja con la pelota, un libro y una carta de Carlos para Tabárez. Aquellos eran otros tiempos… Llamé por teléfono a Oscar Washington Tabárez, solicité que me escuchara porque tenía en presente y un mensaje de Páez Vilaró difícil de comunicar. Cuando terminé la explicación Tabárez abrió el camino para que, al día siguiente, llevara el talismán al Complejo Celeste, adelantándome que informaría a los jugadores referentes del plantel, quienes determinarían los pasos a seguir…
El lunes 31 de mayo de 2010 cumplimos con el pedido en la última conferencia de prensa que el entrenador brindaba en el Complejo Celeste antes de la partida. Entregué la caja al entrenador Tabárez, quién extrajo de ella con sus manos la pelota. Sostuvo el talismán en su mano y leyó la carta escrita por Páez Vilaró con la dedicatoria. Tabárez esbozó una sonrisa y agregó:
-“La vamos a llevar a Sudáfrica, como quiere Páez Vilaró. Le agradezco su gentileza y su cordialidad”.
Tarea cumplida. El talismán quedaba en las manos adecuadas. En las que deseó Carlos Páez Vilaró. Las cámaras de televisión y los fotógrafos, entre ellos Fernando González, registraron el episodio difundido en los días siguientes en forma amplia por la televisión y los diarios.
Nota importante: el Diccionario de la Real Academia Española define la palabra talismán como: “Objeto, a veces con figura o inscripción, al que se atribuyen poderes mágicos”.
Ojalá que así sea, agregamos nosotros cuando saludamos a Oscar Tabárez en la despedida. Pensábamos que el tema concluía en ese acto…
El talismán rodó en el césped en Ciudad del Cabo
-“¡Vení! ¡Vení… A los gritos Fernando González reclamaba mi presencia junto a él, en el borde de la mitad de la cancha del estadio Green Point, donde iniciaba el entrenamiento la selección de Uruguay, en la noche del jueves 10 de junio de 2010, día previo al debut ante Francia. Me acerqué caminando, saliendo del grupo de colegas uruguayos que estábamos detrás del arco, presintiendo que Fernando González, en su permanente búsqueda por el registro gráfico distinto, por la imagen exclusiva, había dado un resultado exitoso.
-“¿Viste lo que pasó cuando Minguta sacó las pelotas de la bolsa para dárselas a los jugadores?, inquirió Fernando con ojos anhelantes…
–No… ¿Qué pasó?, le pregunté desde mi más amplia ignorancia.
-“Trajeron la pelota que pintó Páez Vilaró, los jugadores la hicieron rodar por el pasto y varios de ellos empezaron a hacer ‘jueguito’ con ella. Otros la agarraban y se la pasaban por la cara, los genitales… ¡De locos! Lo vi con el tele. Tengo las fotos…” Fernando estaba seguro de que ningún colega había advertido el episodio. ¡Teníamos la primicia exclusiva para la tapa del sitio web de Tenfield!
El partido terminó empatado sin goles. Uruguay debutó con éxito frente al poderoso equipo de Francia, candidato a ganar cómodamente el partido. En diálogo con Tabárez refiriéndose al tema, explicó la forma en que procedió luego de recibir el talismán en Montevideo.
“Llevamos la pelota de Páez a la cancha y la hicimos rodar. Esto lo tenemos claro todos. Después que Páez nos envió el talismán, lo llamé para agradecerle el gesto y los deseos. Luego hablé con los jugadores en Montevideo, les dije lo que había recibido y les pregunté si estaban de acuerdo en que lo trajéramos. Todos se expresaron positivamente y como Vd. observó, son varios los muchachos que toman contacto con el talismán, lo dominan, se lo frotan por las piernas…”
La escena se repitió en Pretoria
“Exactamente a las 18.00 horas de Sudáfrica, la una de la tarde de nuestro país, hoy martes 15 de junio el plantel de Uruguay entrenó en el estadio Loftus Versfeld de Pretoria, donde mañana los celestes disputarán un partido decisivo, de vida o muerte (…) Advertimos, como ocurrió en Ciudad del Cabo el viernes pasado, que se hizo rodar por el césped la pelota que pintó Carlos Páez Vilaró, convertida en talismán de la celeste. Ante Francia funcionó, especialmente en los diez minutos finales cuando el equipo con un hombre menos, aguantó el temporal galo que se desató. Esperemos que mañana, justamente ante los africanos, el talismán siga dando resultados”.
Uruguay realizó una gran actuación ganando 3:0 a Sudáfrica.
El talismán en Rusterburgo y Johannesburgo
La escena se repitió en el día previo en estadio Rustenburgo. Rodó la pelota – talismán de Páez Vilaró por la cancha. El martes 22 de junio de 2010 Uruguay logró una nueva victoria. Con gol de Luis Suárez cayó 1:0 México.
En lo personal el fotógrafo Fernando González y quién esto escribe, se desinteresó de seguir el tema. En Port Elizabeth en el difícil partido ante Corea del Sur la victoria de Uruguay por 2:1 determinó el pasaje a la ronda siguiente. Esperaba Ghana en Johannesburgo. Un partido extremadamente difícil. Uruguay enfrentaba a todo el continente africano, deseoso de conquistar el triunfo para consagrar el hecho histórico de haber logrado que, por primera vez, un país africano estuviera entre los cuatro mejores del mundo. La victoria en la definición por penales con la “picada” del Loco Abreu llevó a Uruguay a la posición que desde 1970 no alcanzaba. Abonado por los resultados positivos que fue logrando el equipo, el acto de hacer rodar el talismán entregado por Paéz Vilaró, se transformó en una cábala más del grupo de técnicos y jugadores de Uruguay.
¿Qué pasó en Ciudad del Cabo?
La actuación de Uruguay culminó con las derrotas ante Holanda en Ciudad del Cabo y frente a los alemanes en Port Elizabeth. Pensamos por un instante… ¡El talismán fracasó! Desde que culminó el último partido de Uruguay dejé de mantener contacto con Oscar Tabárez.
Al retornar de la Copa del Mundo de Sudáfrica 2010 la empresa Tenfield S.A. encomendó la tarea de publicar un libro con el material escrito que enviáramos durante el torneo desde la tierra de Nelson Mandela, y las imágenes captadas por Fernando González. Una vez que se imprimieron los ejemplares y llegaron a nuestro poder, con uno de ellos llegué hasta el domicilio de Tabárez. Residía entonces en el barrio de Carrasco en la calle Puntas de Santiago. Personalmente recibió el libro “Leones Celestes” en cuya portada apareció su fotografía sonriente con un pequeño cachorro de león en sus brazos. En un breve diálogo que mantuvimos, tuve la ocurrencia de soltar una afirmación que generó un diálogo revelador de algo que no tiene explicación.
-Bueno Oscar, por lo menos el talismán de Páez Vilaró llevó al equipo bastante lejos, sirvió para algo…
Tabárez sorprendido reaccionó inmediatamente con una pregunta.
-¿No sabe lo que pasó?
-No.
-El talismán funcionó siempre, hasta que llegamos a Ciudad del Cabo para enfrentar a Holanda. Cuando fuimos el día previo a la práctica, el ingreso a la zona de vestuarios presentó un panorama con varias personas que entraban y salían de la zona. Al utilero Minguta, encargado de llevar las pelotas en bolsas, le faltó una de ellas. La robaron. Justamente en esa que hurtaron estaba el talismán de Páez Vilaró. No lo pudimos hacer rodar en la cancha donde jugamos con Holanda y Alemania. ¡Y perdimos…!
Las cábalas son tan antiguas como el mundo. ¿Qué ser humano no ha recurrido a ellas en la búsqueda de apoyos que lleguen desde el más allá? En la tradición judía significaban un sistema de interpretación mística y alegórica del Antiguo Testamento. Para los cristianos eran un conjunto de doctrinas teosóficas basadas en la Sagrada Escritura, que, a través de un método esotérico de interpretación y transmitidas por vía de iniciación, pretendía revelar a los iniciados doctrinas ocultas acerca de Dios y del mundo.
Es imposible probar que la gran actuación de Uruguay en Sudáfrica 2010 haya tenido, aunque más no sea, un mínimo punto de contacto con el mensaje y augurio de Páez Vilaró expresado en la carta que envió a Tabárez junto con el talismán. Como el resto de la infinidad de cábalas que el grupo puso en práctica durante la competencia sudafricana. Pero, aquello de que no creo en brujas, pero que las hay, las hay… viene como anillo al dedo para el cierre de la nota.