Bienvenido un empate
Escribe Atilio Garrido / Fotografías Fernando González
Los uruguayos, como todos los pueblos de la tierra identificados con la pasión del fútbol, somos exitistas. Esa característica se ha incrementado en estos tiempos que corren, como consecuencia de una interconexión mundial instantánea, que ha modificado la vida de los seres humanos en el mundo, transformado hoy en una pequeña aldea global.
No dudo al afirmar que entre la enorme mayoría de mis compatriotas, el retorno de Luis Suárez a la selección, luego de cumplir la tan extensa como injusta sanción que le aplicó la FIFA, multiplica ese natural y común exitismo de la época en la que nos tocó vivir. Piensan, están seguros y anhelan, que la vuelta de Luis opere el cambio que modifique las condiciones con las que la selección inició el tránsito en las actuales eliminatorias, cuyos goles fueron anotados, mayoritariamente, por defensores. No debe olvidarse que Diego Godín es el artillero en el camino a Rusia con tres goles; Cáceres tiene dos y Álvaro Pereira uno. Sólo Rolán y Cavani, convirtieron entre los delanteros.
Por otra parte, no puede olvidarse en un análisis previo que, justamente, los dos mayores goleadores no estarán presentes en la defensa (Godín y Cáceres), sumándose las ausencias de Giménez por lesión y Maximiliano Pereira, suspendido.
La primera conclusión surge clara. La vuelta de Luis Suárez potenciará en grado sumo el ataque. Es cierto. Pero las ausencias de Pereira, Giménez, Godín y Cáceres significan la ausencia de una línea final de gran rendimiento hasta el presente, con el agregado de haber convertido cinco de los ocho goles que totaliza el equipo. Queda dicho en esta contraposición, que con el reingreso de Suárez se multiplica el poder ofensivo, a la vez que las ausencias defensivas disminuyen la eficacia de una zona fundamental.
Esta conclusión permite llegar a algunas reflexiones sobre lo que puede ocurrir esta noche en la Arena Pernambuco.
Partiendo de la integración del equipo que ha dispuesto, luego de gran misterio y hermetismo el técnico Tabárez, abre interrogante importante sobre la composición de la última línea y la utilización de dos jugadores –Fucille y Victorino- que hace tiempo no participan de la “alta competencia”. A los dos se le ha asignado la custodia del sector de la defensa, por donde no tengo duda que insistirá Brasil con sus ataques. En un partido de exigencia importante, aunque no de nivel top, como fue el cotejo frente a Palmeiras, el lateral tuvo enormes problemas para marcar a los rivales que lo desbordaron facilidad. En los mismos juegos, si bien es cierto que Victorino rindió a gran altura, los jugadores de Palmeiras exhibieron un nivel bajo, típico del fútbol brasileño actual de cabotaje.
Por esa zona de la cancha –la izquierda- va a estar el lugar de los mayores problemas defensivos de Uruguay, ya que los brasileños buscarán el error forzado insistiendo permanentemente en llevar el fútbol ofensivo por ese costado. Los favorecerá otra situación. La primera contención por ese lado, a cargo de Carlos Sánchez –siempre proclive a la buena acción ofensiva- no ofrecerá resistencia dura para impedir que prosperen los avances brasileños.
En cuanto a Suárez, quién conoce muy bien a los adversarios que lo marcarán, tendrá que tener muy en cuenta que el técnico Dunga dirige como jugaba. Es decir, como amante del juego fuerte, de la marcación férrea y de las acciones para desequilibrar mentalmente al adversario buscando su reacción, no sería de extrañar que haya orden de ir sobre el gran ídolo de Uruguay con este propósito.
Por el otro lado, quienes analizamos el fútbol desde su profundidad, sabemos que Brasil está lejos de su momento de esplendor. No tiene puntos de contacto con las grandes selecciones que vimos actuar personalmente. Comenzamos con aquel equipo de Pelé campeón del Mundo en 1958, cuando llegó a Montevideo el 9 de julio de 1960. Asistimos al festival de México 1970 y al ballet de 1982 dirigido por Telé Santana, el mejor equipo que observé de los brasileños… aunque no quedó en la historia. Brasil está lejos de ser Brasil porque cambió. Para mal cambió. Se volcó a favor de la fuerza, olvidando la esencia que comenzaron a construir en la década del cuarenta. Ellos mismos saben esta realidad. Por eso apelan a Dunga como entrenador. Por la fuerza espiritual que poseen. Pero… es Brasil. Y juega de local. Y el juez es argentino. Y, personalmente, soy un convencido que en los tiempos actuales es imposible una Copa del Mundo sin Brasil y sin Argentina.
Así planteadas las cosas, no queremos dejar dominarnos por el exitismo que genera la vuelta de Suárez. Preferimos la reflexión. El pie en el freno de la emoción sentimental es lo mejor. Y esperar los noventa minutos, convencidos que lo primero que hay que asegurar es el cero en el arco propio. El empate, aquí, es un muy buen resultado. Por más que el entrenador Tabárez haya asegurado otra cosa en la conferencia de prensa de ayer. El gran tema, la gran incógnita, es saber si la ausencia de la defensa titular, podrá ser suplantada con hombres que estén al nivel de los que hoy faltan. Y aquí es donde comienzan las grandes dudas. Por todo esto, bienvenido sea un empate.