El pecado de Uruguay: los goles no se merecen, se hacen
Paraguay hizo su negocio. Se abroqueló atrás, buscó salir sin pelotazos y contragolpeó. Los celestes dominaron el trámite del juego y controlaron la pelota. Generaron varias situaciones favorables –aunque nunca la jugada de gol inminente-, pero alcanzó para merecer cerrar la primera etapa con la conquista del tanto que mereció.
Movieron y Uruguay al ataque por la izquierda. El centro de Diego Pérez al corazón del área y la aparición de Forlán, ganando de cabeza entre los dos defensas, sin poder darle dirección al esférico.
A partir de ese momento sorprendió Paraguay lanzándose al ataque. Infracción de Lugano en perjuicio de Haedo Valdez con defectuoso remate de Cardozo. Primer error del juez Roldan al cobrar una infracción inexistente de Maxi Pereira. Centro y los puños de Muslera para conjurar el peligro. Córner desde la derecha favorable a los guaraníes y otra vez la salida del golero uruguayo para conjurar el peligro.
Uruguay sin encontrar la pelota progreso por la izquierda con Alvaro Pereira. Una fuerte infracción de Cardozo determinó la salida de la tarjeta amarilla correctamente aplicada por el juez colombiano. Inmediatamente surgió la primera jugada oportuna del equipo oriental. Una salida rápida luego de un saque de banda a favor de los guaraníes sobre la Olímpica, originó un buen toque de Forlán para Lodeiro, la habilitación en largo para Suárez por la derecha. Oviedo (No. 6) lo taló generando la segunda tarjeta amarilla –bien exhibida-, y un peligroso tiro libre a favor de los celestes. Forlán lo desperdició en la ejecución.
Estas apariciones de Uruguay eran el resultado de la recuperación del equipo oriental luego de los primeros minutos de dominio guaraní. Una gran pelota puesta por Suárez en posición de No. 10 metiendo el esférico para la llegada de Forlán dentro del área, pudo generar la apertura del tanteador. Sin embargo, le faltó explosión en el pique blondo atacante facilitando el despeje del defensa albirrojo.
En franca posición ofensiva Uruguay generó otro córner a favor desde la izquierda. Muy bien ejecutado por Forlán, en comba al segundo palo, encontró sólo a Álvaro Pereira quién cabeceó al arco. El golero guaraní manoteó la pelota al córner.
Las primeras conclusiones, transcurrido el primer cuarto de hora, arrojaban una mejor expresión colectiva de Uruguay. Firme en su última línea. Recuperado en medio cambio la tarea de contención, la proyección ofensiva de los celestes, paulatinamente, generaba situaciones favorables de riesgo.
Paraguay rompió el asedio a través de un tiro libre frontal envenenado que conjuró Muslera. También redobló la intensidad y las malas intenciones en cada pelota dividida. Una clara infracción de Samudio (No. 13) bajándole la plancha a Álvaro González no fue sancionada. Por lo menos, merecía tarjeta roja. En la jugada siguiente el que pasó la garlopa fue Riveros (No. 16) en incidencia fuerte en perjuicio de Maximiliano Pereira. El juez Roldán ni siquiera la cobró.
A los forcejeos, con lucha, con poca claridad, de todos modos Uruguay ganaba metros en el campo y se acercaba al arco guaraní. Los hombres de Pelusso exponían, solamente, vehemencia y… ¡violencia!
Una fuerte barrida de Aguilar talando a Suárez originó la tercera tarjeta amarilla. Un gran pase largo de Lodeiro al área lo cabeceó Forlán algo desviado. Una escalada por la zona izquierda, con varios y sucesivos toques en corto, gestó otra incidencia de riesgo. De todos modos, el equipo celeste no lograba la claridad final en el último pase para dejar cara a acara al atacante con el golero.
Consumida la media hora resultaba muy claro que Uruguay merecía la apertura. Me acordé del Dr. César L. Gallardo, allá en mis tiempos de comienzos en “Estadio Uno”, cuando en las polémicas aseguraba que “los goles no se merecen, se hacen”. ¡Y tenía razón!
A los 35’ minutos Diego Godín cometió fuerte infracción. El juez Roldán sacó tarjeta amarilla ante el enojo del back izquierdo. Desestabilizado por la tarjeta y entonado Paraguay por esa salida, surgieron las dos más claras posibilidades de los guaraníes. Un córner desde la izquierda obra de Haedo Valdéz movilizó otra vez a Muslera. Una pelota en centro hacia la zona derecha del área oriental permitió un remate de González, algo trabado por Maximiliano Pereira, que hizo inútil la estirada de Muslera. La pelota nuevamente viajó hacia el córner.
Fue el mejor lapso de Paraguay en la etapa, hasta el momento.
En los minutos que siguieron Uruguay dispuso de dos pelotas quietas en las puertas del área guaraní. Uno sobre la izquierda, con remate de Suárez sin consecuencias. Otra por la derecha, ejecutada nuevamente por Suárez con impreciso centro.
En la recarga, con gran velocidad partió el contragolpe paraguayos con ventaja numérica. Al llegar a la cercanía del área, mientras Cardozo preparaba el remate, Diego Pérez le salió al cruce con clara infracción. Tarjeta amarilla. Acumulación de la segunda y el “Ruso” queda fuera del cotejo siguiente ante Chile en Santiago.
Los minutos finales de la etapa llegaron con las dos mejores situaciones que tuvo Uruguay a su disposición. La primera a través de un remate de Lodeiro, de primera y desde fuera del área, frontal, recogiendo un rebote de una pelota dividida. El golero Barreto impidió el gol lanzándose sobre la izquierda de su arco. Luego, con las agujas sentenciando el final del primer tiempo, un córner generado por Suárez, desde la izquierda, permitió que el goleador del torneo inglés se levantara en el área, trepara al cielo y aplicara el cabezazo con el portero guaraní fuera de acción. Si iba al arco estaba la apertura. Salió desviado…
Aquel aforismo del Dr. Gallardo se hizo realidad al concluir los cuarenta y cinco minutos iniciales. Uruguay mereció el gol. Pero, ocurre, que los goles no se merecen, se hacen…
Paraguay hizo su negocio. Su virtud radicó –a mi juicio-, en armar un férreo esquema defensivo, abroquelando muchos hombres atrás, con la virtud de no “bartolear” la pelota en el rechazo defensivo. Hubo intención de marcar, quitar e intentar salir jugando para progresar en la cancha, no a través del pelotazo, sino por intermedio del contragolpe. Esto le permitió que –aunque dominado por Uruguay-, los guaraníes no mostraran signos de ahogo, de insostenible presión…
Uruguay no llegó a convertir el gol que mereció. Ocurre que el equipo careció de esa jugada de gol inminente, donde el atacante queda cara a cara con el portero adversario. Llegó, si, con peligro en reiteradas ocasiones, todas mal definidas. No estuvo fino allí, en ese momento crucial, para poner el toque limpio a esas incidencias favorables y entreveradas, para señalar el anhelado tanto que debió convertir.