El padre del Gallego y el Parrillón
Escribe Atilio Garrido / Fotografías Fernando González
Frente al Hotel Hilton donde se aloja Uruguay, una bandera de nuestro país, junto a la de Argentina y Perú, flameando en lo alto de un restaurante, convoca la atención de aquellos rioplatenses transeúntes que caminan por la lujosa zona. El Parrillón es el nombre del emprendimiento gastronómico, con sus dos altas chimeneas tirando humo para atraer, también por el olfato que inunda el exterior, a los posibles clientes. Dentro del local, las paredes tapizadas con fotografías y camisetas de fútbol, completan el panorama de una típica parrilla de Montevideo o Buenos Aires. Grande fue la emoción del Gallego González cuando, mirando los cuadros encontró detrás de un primer plano del peruano Juan Joya con la camiseta de Peñarol, a su padre, en sus tiempos donde era famoso fotógrafo de El Popular, afiliado al partido Comunista y defensor de aquella lucha y esos ideales, cuando levantaban las banderas de “nacionalizar la banca”, “reforma agraria” y “no pagar la deuda externa”. Lo que movió a varios de los compatriotas que advirtieron el descubrimiento que hizo El Gallego de su padre, a gastarle bromas, fue el atuendo que lucía su padre. Impecable traje, camisa y corbata. Dicha indumentaria, comparándola con la que usa y caracteriza hoy a su hijo, tiene abismales diferencias que marcan el contraste de las épocas y los cambios que produce el tiempo que transcurre. Hoy, caminando por la octava década de su vida, aquel joven luchador que utilizaba la cámara de fotografía como arma para eternizar la defensa de aquellos principios románticos en épocas de prolongadas huelgas y la inevitable represión de las autoridades públicas, debe sentir –aunque sin manifestarlo- con el éxito de su hijo en otra cancha: en la del fútbol donde los registros de El Gallego hicieron, hacen y seguirán haciendo historia.
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Anoche, las mesas de El Parrillón explotaban de compatriotas, hinchas que llegaron desde distintos rumbo para apoyar mañana a Uruguay en el partido ante Perú, y de muchos colegas periodistas que disfrutaron de la calidad del servicio, la atención y los productos que se comercializan en el local. En medio de esa escenografía, nadaba como pez en el agua su propietario con una sonrisa de oreja a oreja. De larga amistad cultivada con Máximo Goñi, ubicado en una la mesa que compartía junto a Juan Carlos Scelza, Marcelo Sansó que relatará para VTV el partido en un debut en el que le deseamos mucha suerte, y demás compañeros de la televisora; pasaba a saludar a otro donde la estrella era Mario Viera, el floridense campeón de América sub-20 en 1979, padre de Sebastián, actual golero del Junior de Barranquilla; a otra donde Sergio Gorzy captaba toda la atención, grabando con su cámara celeste la decena de elementos históricos que cuelgan de las paredes, incluida una página original del El Diario de la noche, del 17 de julio de 1950, con todas las fotografías y las notas escritas por Don Lee, el jefe de la sección deportiva de entonces. El seudónimo escondía la personalidad de un caballero, odontólogo y gran periodista como lo fue el Dr. Arturo De León.
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Pablo Profumo –nombre del propietario de El Parrillón– es el protagonista de esa realidad que indica que en una vida hay muchas vidas. Nacido en Montevideo el 1º. de abril de 1960, hijo de un padre bohemio y cantor de Tangos en ambas orillas del Río de la Plata, de niño debió seguir el derrotero que a su familia le imponía aquel gorrión tanguero, quién acompañado por un dúo de guitarras soñaba con las grandes marquesinas de la calle Corrientes. Al son del dos por cuatro, su padre se trasladó de Montevideo a Las Piedras con su familia, incluido Pablo de 13 años. La muerte de Julio Sosa en 1964 había generado una fiebre por el tanto en la ciudad dormitorio uruguaya. “En esa época me hice hincha de Wanderers, a pesar que era de Peñarol, porque los bohemios resolvieron instalarse en Las Piedras, iban a construir el estadio en la ruta 5, me acuerdo que llegó a estar la maquetta. Me encantaba el golero Ortíz, aquel que jugaba con vincha y pelo teñido. Y el negro Mulethaler”.
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La historia tanguera de Alberto Profumo marcó el camino de su hijo, obligado a seguir los designios de su progenitor. De Las Piedras a Buenos Aires, soñando con repetir la travesía de Julio Sosa y tras el sueño de la bohemia marchó toda la familia. Pablo Profumo ya era adolescente. Comenzó a preocuparse por su futuro, iniciando su actividad laboral en Buenos Aires. Su padre continuó persiguiendo su sueño. El tango podía más que cualquier otra cosa. En una de las giras se afincó en Lima. Pasaron los años. En 1996 el Pablo viajó a la ciudad de los incas para encontrarse con su progenitores que continuaba cantando por estos lares. Hombre de inquietudes, en plena época del gobierno del japonés Fujimori, el uruguayo, radicado luego en Las Piedras y después en la Reina del Plata, captó, tuvo el olfato que le auguraba éxitos en Lima. Y se afincó aquí iniciando el camino en el mundo de la gastronomía. Primero fue La Vaca Loca, con socios. Después en solitario llegó al coqueto barrio de Miraflores, donde El Parrillón es un templo del buen comer, carne asada al modo rioplatense. Aunque los excelentes bifes y el asado que se morfa son de… Estados Unidos. ¿Y cómo es eso Pablo? ¿Por qué no tenés acá carne uruguaya?, era la pregunta que se caía de maduro. Su respuesta es una lección de vida, para abrir mentes, allá en nuestro querido país.
-“Ocurre que Perú tiene un Tratado de Libre Comercio (TLC) con Estados Unidos. Entonces, además de adquirir una carne excelente, no sólo también es más barata, sino que al importarla por la vía del TLC se disfruta de otros beneficios importantes”.
Chan, chan, como terminaban los tangos que cantaba Alberto Profumo, padre del triunfador gastronómico en Lima, con una parrilla rioplatense, donde vende carne estadounidense. Salute.