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El Gran Escape





14 febrero, 2018
Columnistas

MONTERREY

Tamaulipas-México, la “Jaiba Brava”, retorno al equipo del puerto bañado por sus hermosas playas, las jaibas rellenas, los mariscos, ¡ya conocía todo!

Había comenzado el campeonato y éramos un gran equipo, aunque los resultados no decían lo mismo. Nos tocaba jugar en Monterrey, en la ciudad del Cerro de la Silla, del chivito a la parrilla, hermosa de todos lados, ante los rayados del Monterrey.

Íbamos perdiendo 1 a 0 y estaba por llegar el final del encuentro, sale una pelota detrás de nuestra portería y nuestro golero va rápidamente a buscarla, pero el niño alcanza- pelotas no se la da, haciendo tiempo, este se la saca y lo empuja al niño que cae al piso.

Recorte del diario mejicano. Bajo la foto, dice Revetria fue uno de los principales protagonistas de la bronca desatada el pasado 22 de octubre en el Estadio Tecnológico.

¡Para qué hizo eso! Empezaron a bajar de las tribunas todos los hinchas de Monterrey. Querían agredirnos, con los mástiles de las banderas, o con lo que tuvieran encima. Era un alud de gente, nosotros testigos de una avalancha humana, y se largó. Don Carlos Miloc en el banco de suplentes tapó a uno. Salió Héctor Eugui y los reservas comenzaron la lucha, que era desigual. Empezamos todos a pelear, venía un hincha hacia mí con el mástil de terrible bandera, me trató de golpear y con el impulso cae delante de mí. Sin esperar a que se reponga le coloco los tapones en la nariz y giro mi zapato sintiendo el hueso crujir. -Uno menos- pensé. Cae otro y lo golpeo en el suelo, terrible patada en las costillas, creo que también se quebraron, y seguíamos todos peleando. Éramos 22 jugadores contra el estadio. Yo estaba como loco golpeando, de pronto siento un líquido en mis ojos, alcanzo a ver apenas con uno, me estaban echando gas pimienta, hasta tragué el gas.

Vi a un compañero, el Pareja López, y me abracé a él, le dije que no veía nada y me estaba ahogando, fue el minuto más terrible que pasé, sin ver ni respirar. Estaba expuesto a una paliza, a un golpe, me pasaba todo en segundos, hasta que vino un policía amigo de Monterrey y les decía, tírenle agua rápido, así lo hicieron y pude controlar de a poco la situación que era el comienzo de un viaje sin retorno.

Volvimos a los vestuarios como pudimos, corriendo, saltando entre los que nos tiraban con botellas, todo un caos, estuvimos algunas horas, no recuerdo cuántas. Mientras esperábamos que evacuen a todos los hinchas de las zonas aledañas al estadio, llegaron varios policías y se llevaron esposados a  Carlos Miloc, Héctor Eugui y varios jugadores que habían intervenido en la pelea. Imagínense mi temor, por no decir otra cosa. Las cárceles mexicanas, los policías con sus bastones, ahí sí que “Pinche Cabrón” sería la palabra más bonita. Quién me iba a creer que no había hecho nada, que fueron los hinchas que bajaron, estaban las cámaras del partido, no tenía una mentira que no pudieran desenmascarar enseguida. Mientras estábamos rodeados por el público que nos quería linchar, pensaba, “¿por qué soy tan estúpido, por qué me meto en todas las peleas sin que me inviten?”

Nos fuimos al hotel bajo fuerte custodia policial. La gente en el recorrido nos insultaba, tiraban piedras o lo que tenían a mano. Llegamos al hotel y enseguida a las habitaciones, cenamos cada uno en ellas y prendimos las noticias. Había un programa “Fútbol Al Día”, que salía al aire después de completar toda la fecha, como “Pasión” de Tenfield.

Lo miré porque sabía que estaban preparando algo grande, Roberto Hernández Junior era el periodista del programa, ya estaba anunciando la pelea y se le caía la baba. “Hijo de puta”, nunca voy a olvidar su nombre, yo me defendía diciendo “¿qué pasa si voy al zoológico y entro a la jaula de los leones?” Me come y encima le echo la culpa al león.

El público bajó a la cancha, nos defendimos como pudimos.

El periodista, antes de preparar el festín, si mal no recuerdo estaba con algo de una escuelita de fútbol, de Roberto Gadea, ex futbolista de Uruguay. Preguntaba algo de la escuelita y metía enseguida la pelea del Tampico-Madero, -no se la pierdan, en minutos todo lo ocurrido-.

Zás, llegó el momento estelar, cuando me veo, IMAGENES EXCLUSIVAS. Claro estaban esperando las imágenes del estadio, me veo pisándole la cabeza a uno, pateando a otro, me quería morir, el número 9 ¿quién era?  ¡¡YO!!, lo peor que un patada me la repetían 10 veces y rapidísimas, trágame tierra, de aquí no salgo más.

Viendo ese desastre, la directiva se plantó en la puerta de la comisaría y lógicamente antes de detenerme, tenían primero que denunciarme (mientras relato este episodio, recuerdo que cuando me iba al vestuario pasaba en camilla el que yo había dado una terrible patada, de pronto se le cae un brazo y lo siguen llevando arrastrándolo hacia emergencias, ¿este está muerto? pensé)

Los dirigentes preguntaban a las personas, que venían todas ensangrentadas, “¿a quién venís a denunciar?” a Revetria, o al 9, te pagamos $10.000 por no hacerlo. No pisaban ni el escalón de la comisaria, se iban contentos, alguno se llevó la plata, estoy seguro que ni vio el partido, se pasaban el curro y aparecían como moscas a la miel.

Pase ese primer susto, que aún tenía, porque siempre que me mando las “cagadas”, las analizo y no puedo creer cómo llego a ese extremo.

Alquilamos un Ómnibus para salir lo antes posible de la ciudad, tuvimos que dejar a nuestros compañeros y técnicos encerrados en la cárcel, compartiendo la misma celda que los delincuentes, no podíamos hacer otra cosa, yo que era el blanco de todas las críticas, malditas cámaras, me veía por todos lados, ¡¡cómo no me di cuenta de sacarme la camiseta!! Ya lo sabía, pero me estaba defendiendo, todos los vieron.

El periodista, decía “Sr. Revetria, ¡acá no se les pega a los mexicanos! No es como en su país, que terminan a los golpes, usted no puede estar más en México.”

Yendo hacia el puerto Jaibo, que sería mi salvación apenas crucemos de estado, iba temblando, hasta me decían ya estamos dentro de los limites tamaulipecos. Igual sentía una sirena y temblaba, fui todo el trayecto pensando, algún día lo tendré a mano a ese hdp, y lo voy a reventar.

Tenía miedo pero a su vez me salía el “indio”, llegamos en la mañana del siguiente día, nervioso entro a casa y lo primero que me dice mi señora, “¿ahora qué hiciste?” le digo “nada, me quisieron pegar y me defendí…todos peleamos” “Cambia el cassete (en ese tiempo)”, me dijo, llevábamos entre 9 o 10 años de casados y 15 o 16 de conocernos, “¡soy yo Gabriela!, mentile a los que no te conocen, como cuando salimos al cine y te peleas con los demás conductores en el tránsito y terminamos en la Seccional 14 (Uruguay) esta película ya la vi varias veces. Pero ¡OJO! que esto no termina acá, mirá los noticieros del D.F. (el más  importante era, “24 horas”), los vi toda la mañana -me dice- López Doriga y “Lolita” Ayala solo hablan de vos”. Eran los conductores principales del noticiero, todo México los veía y escuchaba. Le pregunté “¿qué dicen de mí?” Me respondió mirá a “Lolita” Ayala como mujer dando su opinión”. Me estaba crucificando, decía “¡¡que horrible!! ¡¡Miren al 9!!”. Creo que empezaban las noticias diarias con la pelea en Monterrey.

Un mes seguido así, sale el fallo y me dan 3 meses.

Hubo algunas cosas que mejor me las guardo, porque son decepciones que pasan. Tal vez desde mi punto de vista, desde otro lado quizás no, pero como “consejo” me dijeron que retorne a Uruguay, porque cuando terminara la suspensión, vaya a donde vaya a jugar habría consecuencias. Gabriela me decía “NO te vayas; después de tu campaña en México no te podes ir así, QUEDATE, el tiempo olvida”. Pero por el susto que me había llevado y aún sintiendo los coletazos, tomé la decisión de irme. Hacía tres meses que tenía una casa muy linda, la había equipado muy cómoda y otra vez armando las maletas.

Pero esta vez para siempre…