Espinel cuenta una historia admirable
Eduardo Espinel viajaba desde Nueva Helvecia a Cardona en un Fiat Uno recién comprado, gracias a la ayuda de un amigo. Era su primer auto y volvía de dar una clase en el curso de técnica y táctica para la escuela de entrenadores de OFI. Iba pensando en la propuesta que acababa de hacerle un alumno, el Chiqui García, a las once de la noche, cuando terminó la clase. El Chiqui es gerenciador de Plaza Colonia, que se había quedado sin técnico y estaba último en la tabla de la B. Hace casi diecinueve meses.
El taller de carpintería en Cardona
Este lunes en Colonia llovía, había lloviznado toda la tarde y en Cardona también. Espinel llegó hace quince minutos a su ciudad de Cardona, sobre la hora 19 y ya anochecida, en este invierno prematuro, tuvo un momento para recordar sus inicios:
-El Wanderers de Cardona no compite más en fútbol pero tiene su sede social y es el cuadro del que soy hincha, el cuadro del barrio. Empecé jugando en él y después pasé por otro equipo de Cardona, el Unión, jugando cinco temporadas y en el año 99 surge la posibilidad de ir a Plaza Colonia a jugar, después de haber pasado por selecciones del interior, tanto en Colonia como en Soriano. El 99 fue el último año que juega plaza en el ámbito amateur en Colonia. En 2000 surge la idea de ir al profesionalismo, de anotarnos en Segunda Division. Vivimos el ascenso Primera, el descenso en 2005, de las lindas y de las feas. Al descender, decidí pegar la vuelta al ámbito amateur para jugar en Artesanos de Nueva Helvecia, donde me retiré como jugador en 2007. En 2003 había empezado el curso de entrenador en OFI, mientras jugaba en Plaza. De noche, dos o tres veces por semana iba a hacer el curso. Cursé los tres primeros niveles y en el nivel final, la primera materia era psicología pero no pude dar el examen porque ese día jugábamos en Rocha. Seguí cursando las otras materias pero no pude recibirme porque me faltaba ésa. Tuve que esperar hasta el 2009 para cursar esa sola materia. La terminé en Salto, a donde tuve que viajar cuatro fines de semana seguidos para terminarla. Ya estaba trabajando desde el 2008, amateur, en Unión, acá en Cardona, una experiencia linda. Después dirigí durante tres años a Nacional de Cardona. En 2010 surge la posibilidad de trabajar con Luis Matosas, que estaba en Plaza, en la B, dirigir la cuarta a la vez que ayudar en la Primera, entonces era un poco loco, porque arrancaba a las cinco de la mañana de Cardona a Colonia, a dirigir el entrenamiento de la cuarta, de tarde me quedaba con Luis para ayudarlo y despuès tenía que volver a Cardona a entrenar a Nacional. Durante un año hice eso y al siguiente, me dediqué a trabajar acá en mi pueblo, dirigiendo y a mi trabajo particular, carpintero en mi taller de carpintería.
El proyecto y la aventura
Después de recibirme de entrenador seguí cursando para dar clases. Soy docente en los cursos de OFI de la materia técnica táctica. Una noche de octubre de 2014 dicté una clase en el liceo de Nueva Helvecia, donde uno de mis alumnos era el Chiqui García, que hoy está como gerenciador en Plaza Colonia. Cuando termina la clase, once de la noche, se me acerca para decirme: “nos quedamos sin técnico y tenés que agarrar vos”. Lo tomé como una broma. No sabía que el técnico había renunciado. Tampoco que Plaza iba último en el Campeonato.
-No, vos tas’ loco -le digo-, yo vivo en Cardona, tengo mi trabajo, mi vida formada.
-No pasa nada. Vas y venís todos los días. Te pagamos el combustible o los pasajes, lo que quieras. Te doy hasta mañana al mediodía. Conversálo con tu familia, con algún amigo… después te llamo.
Imagináte. De Nueva Helvecia a Cardona son como cincuenta kilómetros. Vine todo el trayecto pensando. Por momentos me decía: “tas’ loco, ¿cómo vas a agarrar?” pero por otros momentos me decía: “pucha, capaz que es una linda oportunidad…” Yo con experiencia casi nula a nivel profesional, ellos últimos… Al otro día en la mañana hablé con mi señora. Me dio el okey para la decisión que yo tomara. Recibí el llamado al mediodía y le dije al Chiqui, un poco loco: “bueno… vamos a juntarnos…”
Nos juntamos en la casa de él y ahí conocí a Carlos -que yo a Carlos Manta lo conocía pero como Director Técnico, no personalmente- y ahí vi que eran dos locos soñadores que estaban en un buen proyecto, que como lo contaban estaba lindo pero en una situación crítica. La verdad que nos pusimos de acuerdo en todo y ahí empezó un poco loco el trabajo, peleando primero por no descender a la C, después se dio el ascenso a la A, el Campeonato del torneo en casi diecinueve meses muy locos en cuanto a la aventura de este proyecto.
-Como jugador… ¿qué te quedó más gravado?
-La marca a fuego de la forma de trabajar, que más allá de los resultados tenés que creer en el trabajo, en el trabajo diario. Capaz que no es tan importante la competencia como la semana de trabajo. Si vos hacés las cosas bien en la semana tiene su fruto.
Tuve grandes entrenadores que me enseñaron que el trabajo se ve reflejado en la competencia. Como jugador fui un zaguero bastante limitado técnicamente, fuerte, de los clásicos zagueros uruguayos. No regalaba nada. Daba todo y si por algo jugué fue por eso, porque las condiciones no me ayudaban pero con las ganas que le ponía en cada entrenamiento, no regalaba nada en ningún momento, ni en el entrenamiento ni en el partido.
Lo que no me gustaba que un técnico hiciera conmigo trato de no hacerlo con mis jugadores pero me influyeron mucho grandes entrenadores, como Daniel Torres en aquel ascenso de 2001. Me enseñó principios del fútbol que hasta ese momento yo desconocía en la forma de trabajar y, en 2002, Diego Aguirre, que me enseñó muchas cosas no sólo sobre lo técnico y lo táctico sino también la forma de cómo manejar un grupo desde la humildad, desde el conjunto al servicio del objetivo.
Espejos…
-Dos que son opuestos, pero que en la forma de trabajar uno los admira tratando de copiar algunas cosas. El Cholo Simeone, por la pasión que le pone. Es tremendo lo que transmite al equipo y lo de Guardiola, de cómo el tipo se preocupa, aunque se dice que en el fútbol está todo inventado, de tratar de innovar en algo para sorprender y creo que así debe ser siempre: tratar de buscar cosas para que el trabajo sea más desafiante. Son dos grandes para uno, pero sabedor de las distancias que tienen en cuanto a la forma de jugar los partidos.
Momentos…
El día que ascendimos a Primera División, contra Progreso nos dimos cuenta de cuánto se podía, porque habíamos estado en una situación muy mala, tan mala que íbamos últimos y nos iba a ver muy poco público, entonces a Manta se le ocurrió ofrecer a los jugadores que invitaran familiares y amigos y les dejábamos las entradas más baratas en boletería. Todos pidieron cinco o seis entradas y cuando le tocó a Ezequiel Redín pidió diez. Entonces Manta me dijo: “éste tiene que jugar siempre” y ahora lo contamos como un chiste, pero la cuestión es que Ezequiel fue gravitante, ante Progreso hizo el primer gol y ayer fue al que le hicieron el penal.
El domingo hicimos historia para Plaza, con argumentos valederos por cómo jugó el equipo y por el lugar donde se hizo. El pitazo de Leodán González cuando termina el partido fue único. Después te abrazan, te felicitan, pero esos dos o tres segundos en que vos escuchás el silbato y decís: ·”el trabajo está cumplido”, tenés que vivirlo porque es lo máximo.
Yo viajo todos los días de Cardona a Colonia, a veces con problemas con el auto, teniendo que recurrir a amigos para que me salven en el momento prestándome un coche o llevándome.
Y este momento es para dedicarle a mucha gente y ni que hablar a la familia, porque nosotros pasamos un momento muy duro. Incluso en un partido contra Cerro, no estuve dirigiendo, por el nacimiento de unos nietitos que eran trillizos y luego la fatalidad hizo que dos de ellos a los pocos días no pudieran sobrevivir y quedó uno, que se llama Ciro y para nosotros es el ídolo de la familia. Vive en Paysandú con su madre, la hija mayor de nuestro matrimonio. Es un estandarte permanente porque luchó casi tres meses en CTI y hoy es tan hermoso… tiene siete meses y este momento se lo queremos dedicar, porque nos vemos reflejados en la lucha que él hizo.